– Mateo 8:18-22.

Cuando los hombres intentan seguir al Señor, deben corregir sus motivaciones. En este pasaje de Mateo encontramos a dos personajes, uno que quiere seguir al Señor, y otro que ya es su discípulo. Ambos tenían motivaciones incorrectas, que el Señor corrige.

El primero quería ser discípulo, pero él buscaba obtener provecho con ello. Le dice: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». El Señor conocía lo que había en el corazón de este hombre. Sus palabras sonaban muy bien, pero el corazón no estaba bien. No hay ningún hombre natural que pueda decir esas palabras sin un interés personal, porque el hombre es egoísta por naturaleza.

Este hombre quería seguirlo para mejorar su suerte. Un Maestro que hacía milagros, que sanaba enfermos, era un Maestro perfecto para hacerse rico, o alcanzar honra. Por eso, el Señor le dice: «El Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza». Así, el Señor, que conoce lo que hay en el corazón del hombre, corrige las motivaciones de este hombre.

El que quiera ser discípulo de Cristo, deberá aceptar que su suerte no sea mejor que la de su Maestro, el cual no tenía bienes de este mundo, ni siquiera un lugar donde dormir.

El segundo que se acerca al Señor ya era un discípulo, pero éste aún tenía muy vivos sus afectos familiares. Le dice al Señor: «Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre». Él quería dejar momentáneamente al Señor para ir a atender a sus padres; su misión de hijo estaba en primer lugar. Pero el Señor corrige esa motivación, porque siempre él debe ocupar el primer lugar. Si no ocupa el primero, no ocupará ninguno.

Hay muchas cosas que ocupan el corazón del hombre y que le impiden permitir al Señor ocupar el lugar central de él. En este caso era el afecto filial, pero también puede ser el afecto fraternal, el afecto conyugal o paternal, o también el amor a las riquezas o a la honra social.

No importa que se trate de esto o de lo otro, el Señor exige ocupar el primer lugar en el corazón del que quiera ser su discípulo. De esta manera él podrá decirle «Señor» sin que esta palabra sea una mentira en su boca. Hay muchas cosas en el corazón del hombre que están mal, pero el hombre mismo lo ignora. ¿Qué hace el Señor? Él corrige sus motivaciones, diciendo a cada cual lo que necesita oír, para darse así cuenta de lo que hay en su corazón.

¿Qué cosas quiere decirle el Señor a usted? ¿Qué cosas quiere corregir en usted? Déjese examinar por el Señor, para que él evalúe lo que hay, y pueda llegar a ser usted un discípulo verdadero.

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