Muchas veces se habla sobre el exceso de actividades de los cristianos. Por otro lado, no podemos ignorar también la inactividad de muchos miembros del cuerpo de Cristo. Sin embargo, tanto lo uno como lo otro, son perjudiciales para la iglesia del Señor.
El Espíritu, en su maestría, usa el ejemplo del cuerpo humano para enseñarnos sobre la función de cada miembro en el cuerpo de Cristo: «Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos» (1 Cor. 12:12-14).
¿Por qué el Espíritu afirma primeramente en el verso 12 que Cristo es un cuerpo formado por muchos miembros? ¿No es Cristo la cabeza del cuerpo que es la iglesia, y nosotros sus miembros? Sí, pero sea el cuerpo, los miembros o la cabeza, todo es Cristo. Todo es de él; todo viene por él, y todo es para él (Rom. 11:36).
Somos, individualmente, miembros del cuerpo de Cristo, pero un solo cuerpo en Cristo (Rom. 12:5). Individualmente, miembros los unos de los otros y, colectivamente, miembros de Cristo (1 Cor. 6:15). Cada miembro tiene un don, un servicio, una función, pero todo proviene de Cristo. Todo es un regalo, todo es por gracia; nada de la elección ni de la capacidad del hombre (Juan 3.27), todo proviene de lo alto (Stgo. 1:17).
Nuestra falta de entendimiento nos ha hecho cometer muchos errores, por ignorancia o por conveniencia. Si asumimos funciones que son de otros miembros, estamos incurriendo en algo grave. Primero, porque un solo miembro no puede tener de parte del Señor todos los dones, ministerios y funciones. Si estamos actuando así, estamos atropellando la función de otros miembros del Cuerpo.
Con esto, será imposible hacer bien aquello para lo cual no fuimos capacitados por Cristo, y con certeza no estaremos cumpliendo con diligencia y esmero nuestra verdadera función. Pero también podemos incurrir en el error de permanecer inactivos. Muchos no cumplen su función, sea por comodidad, o porque dicen no conocer su función.
Unos y otros, necesitamos conocer en Cristo nuestra función en el cuerpo, y para esto tenemos que tomar el camino de la cruz. En cualquier circunstancia, el camino es negarse a sí mismo, tomar cada día su cruz y seguirle (Luc. 9:23). Cada miembro tiene su don y su servicio en el cuerpo de Cristo. Unos débiles, otros fuertes. Para Dios, todas las funciones son importantes, porque no somos nosotros, sino Cristo. Todo lo que no es de Cristo, es nuestro, y necesita ser tratado por el Espíritu, para que la justa operación de cada parte efectúe su crecimiento para edificación de todos en amor.
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