En el Salmo 136 aparece 26 veces, alternada, la frase «Porque para siempre es su misericordia». A algunos puede parecer un estribillo cansador e innecesario. Sin embargo, alguien ha dicho: «Esta frase es el asombro de Moisés, la suma de la revelación y la esperanza del hombre». Y otro: «Hay muchas cosas buenas en la palabra de Dios, pero el nombre de misericordia es la palabra más dulce de todas las Escrituras, y hace que David la repita veintiséis veces en este Salmo».
¿Cuándo es apreciada la misericordia de Dios? ¿Cuándo es valorado el Dios de misericordia? En este salmo no solo se alaba la misericordia de Dios para con Israel por las muchas ocasiones en que lo salvó de sus enemigos. Las misericordias de Dios se expresaron mucho antes, en la creación del mundo. Todo lo que existe expresa la misericordia de Dios.
Pero, sin duda, donde brilla con mayor esplendor aun, es en los tratos de Dios con su pueblo. Y en especial, con Israel, el pueblo rebelde y contradictor – figura perfecta de nuestro propio corazón. Por eso, en este Salmo, a cada paso, tras recordar cada hito de la salvación de Dios, se intercala la frase más hermosa que un creyente puede decir de Dios: «Porque para siempre es su misericordia».
Como dice C.H. Spurgeon: «La misericordia abrió la ruta, la misericordia alentó a la hueste de Israel, la misericordia les hizo descender, y la misericordia los hizo subir al otro lado. La misericordia llega hasta el fondo del mar. Ella puede llegar a esto: no hay fin a la misma, no hay obstáculo en su camino, no hay peligro para los creyentes cuando el Señor está alrededor y dice: ‘Adelante’. Sea éste nuestro santo y seña, como fue el de Israel, porque la misericordia nos rodea por todas partes. A través del fuego o a través del mar, su misericordia nos guardará».
La diferencia que hay entre el Dios santo y su pueblo pecador, entre las bondades de Dios y las maldades del hombre, entre las dádivas de Dios y la estrechez del hombre, es tan grande, que el hombre debiera estar para siempre destituido de toda comunicación y contacto con Dios; arrojado para siempre en las más densas oscuridades a que su pecado le ha hecho merecedor.
Sin embargo, lo que hace posible que Dios se acerque, que busque al hombre, que provea para él una salvación, que lo atraiga a sí mismo, que perdone una y otra vez sus pecados, que le enseñe, discipline, que lo perfeccione y lo honre, y que finalmente lo exalte para habitar a la luz de su rostro por la eternidad; todo ello es posible solo por las misericordias de Dios.«No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen» (Sal. 103:10-11).
Si nos conociésemos más a nosotros mismos, conoceríamos mejor las misericordias de Dios, expresadas cada día que pasa, aun sin darnos cuenta. Nuestra ingenua inconsciencia, y nuestra consecuente ingratitud, son tal vez una demostración aún mayor de las misericordias de Dios para con nosotros.
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