En la casa de Betania
hospedado está Jesús,
es con gracia bienvenido
el Viajero del Amor.
Se escabulle del tumulto
que encontró en Jerusalén;
vuelve a casa fatigado,
al reposo familiar.
La acogida allí es tan dulce,
tan amable el bienestar:
Lázaro, Marta y María,
son la iglesia de su paz.
En su casa preferida
ha llegado a descansar,
la jornada ha sido dura:
le disgusta la Ciudad.
Ya la Casa de su Padre
ha perdido su esplendor,
se ha extraviado, religiosa,
queda el Templo, y nada más…
El Espíritu no habita
donde sólo hay oropel;
Cristo, que es salud y vida,
reina donde todo es él.
Desde el Olivar un día
a los cielos ascendió,
y en las nubes de Betania
¡vuelve al Padre que lo envió!