A causa de la plata
Un día, el rabino Eglón recibió la visita de un hombre muy religioso, muy rico y muy avaro. El rabino lo llevó a una ventana. “¿Qué ves?”, le preguntó. “Veo gente”, le respondió el rico. Entonces el rabino lo llevó ante el espejo. “¿Y ahora qué ves?”, volvió a preguntarle. “Me veo a mí mismo”, le contestó el otro. El rabino entonces le dijo: “Pues, en la ventana, como en el espejo, hay un cristal; sólo que el del espejo se halla recubierto por una capa de plata y, a causa de la plata, no se ve el prójimo, sino se ve uno a sí mismo”.
Autor Desconocido
Embarcaciones destruidas
En toda la costa de la historia de los obreros cristianos yacen los restos de los naufragios de nobles embarcaciones, portadoras de grandes promesas pocos años ha, que zozobraron porque sus tripulantes se inflaron y fueron llevados por los vientos huracanados de su propia estima hacia las rocas donde se estrellaron.
R.A. Torrey
El “árbol mosquito”
Existe un arbusto bastante singular que crece abundantemente en la costa oeste norteamericana, conocido como “árbol mosquito”. Es bien fino, de aspecto delgado, y parece ser de muy poca utilidad para cualquier propósito industrial. Con todo, posee raíces extraordinarias que crecen como troncos subterráneos de madera, y poseen tal calidad de resistencia en todas las situaciones, al punto de ser utilizadas y altamente cotizadas para la construcción de excelentes calzadas. Dicen que la ciudad de San Antonio está pavimentada con esas raíces.
Esto nos recuerda aquellos cristianos que se muestran poco externamente, pero que su crecimiento es principalmente subterráneo – fuera de la vista, en las profundidades de Dios. Estos son los hombres y mujeres que Dios usa para el fundamento de las cosas y para pavimentar la ciudad de Dios, la cual permanecerá firme cuando todas las cosas terrenas fueren desmoronadas en ruinas y disueltas en el olvido.
À Maturidade, Nº 27, 1995
Las cataratas del Niágara
En cierta ocasión, un artista mostró en una exhibición una pintura de las cataratas del Niágara, pero olvidó darle un nombre al cuadro. La galería, enfrentada a la necesidad de rotularlo, lo llamó: “Y habrá más”. Las vetustas cataratas del Niágara, vertiendo miles de millones de litros de agua durante miles de años, pueden dar más para suplir las necesidades de agua de los que están abajo, y constituyen una alegoría adecuada de la abundancia de la gracia de Dios que Él vierte sobre nosotros. ¡Siempre habrá más!
R.Kent Hughes