En el cementerio
La primera vez que Juan Wesley, siendo un predicador, llegó hasta Epworth, su ciudad natal, le fue negada la posibilidad de predicar en la parroquia de su padre (por el sucesor de aquél), quien, además, llegó hasta el extremo de predicar contra él. Al final del sermón, Wesley, que no se desconcertaba por la resistencia, hizo anunciar que predicaría en el cementerio. En efecto, llevó a cabo su promesa colocándose al lado de la lápida que cubría los restos de su padre, y predicando a una numerosa y simpática concurrencia. Diariamente, por espacio de una semana, predicó en el mismo lugar, produciendo su palabra una muy profunda impresión.
Esto lo hizo muchas veces el resto de su vida, cuando acertaba a pasar por Epworth.
Mateo Lelièvre: «Juan Wesley, su vida y obra».
Todo para el Señor
Alguien preguntó a Robert Chapman, de Barnstaple: “¿Usted no aconsejaría a los jóvenes cristianos a hacer alguna cosa para el Señor? “No”, fue la respuesta, “yo los aconsejaría a dar todo para el Señor”.
¿Quién cuida a quién?
Una vez un joven le manifestó a D.L. Moody su temor de no poder continuar firme en la vida cristiana. A lo que Moody replicó:
– ¿Es la oveja la que guarda al pastor o el pastor el que guarda a la oveja?
Citado en «D. L. Moody, Arboleda», de E.Lund.
El vestido amarillo
Cuando la evangelista Kathryn Kuhlman comenzaba su ministerio enfrentaba algunas dificultades por el hecho de ser mujer, y por su costumbre de usar vestidos de colores fuertes. Además, siendo demasiado escrupulosa, ella temía que la criticaran por tener más de un vestido, así que, en cierta ocasión, se mandó a hacer varios vestidos amarillos de la misma tela.
Durante el último culto en un cierto lugar, hubo un momento en que todos oraban en silencio, con la cabeza inclinada. De repente, alguien en la parte de atrás, con la voz afectada por el alcohol, interrumpió el silencio, vociferando: “Dios mío, ¿es que nunca podré librarme de ese vestido amarillo? Sueño con él de noche. Lo veo todo el santo día. ¡Me persigue todo el tiempo!”.
Esa noche a duras penas pudo reanudarse el culto después de la inesperada intervención. Al día siguiente, la evangelista estimó que era un buen momento para partir de allí.
Adaptado de «Hija del destino», por Jamie Buckingham.
El hombre de la Palabra
G. Campbell Morgan, considerado “El hombre de la Palabra”, a los 60 años de edad confesó que, durante los primeros siete años después de su conversión, él leyó todos los libros de la Biblia más de 50 veces. Y nunca usó la pluma para hacer ninguna anotación sobre alguno de los libros de la Biblia antes de leerlo por lo menos 50 veces.