Juan en su primera carta, en el versículo 2:13, habla de la vida cristiana en tres etapas: hijitos, jóvenes y padres. Los hijitos son los bebés en Cristo, aquellos que recién han nacido de nuevo. Como hijitos, difícilmente vemos a Cristo como una realidad en nosotros. Creemos que él nos salvó y que ahora vive en nosotros, pero es algo más poético que real.

El principio de la vida cristiana es un tiempo bendito de conocimiento del Padre, pero Dios no quiere hijos permanentemente niños, sino varones perfectos, hijos maduros, a la medida de la estatura completa de Cristo (Ef. 4.13). Por tanto, después de ser enseñados por Dios, somos conducidos a Cristo. Pero, para conocer a Cristo, somos enfrentados a batallas espirituales contra nuestro adversario, el diablo.

Jesús, después de su bautismo, fue llevado por el mismo Espíritu para ser tentado, y así ocurre también con nosotros (Mat. 4:1). Él venció al diablo porque la palabra de Dios estaba en él, y así es con todo cristiano joven, esto es, aquel que ya pasó de la infancia espiritual. Ahora en Cristo, como nuevas criaturas, conocemos a Aquel que venció a la muerte y al diablo. Sin embargo, aún no llegamos al propósito final de Dios para nosotros – conocer a Cristo, conocer al que es desde el principio.

El niño es dependiente, el joven es impetuoso. Pero los padres son los santos perfeccionados que hacen la obra de edificación del cuerpo de Cristo. Son aquellos que han pasado por muchas fases del crecimiento cristiano y que ahora pueden ayudar a los más nuevos a correr la carrera con perseverancia. Un cristiano es padre cuando él es totalmente cristocéntrico. Alguien que oyó y conoce el Padre, conoció a Cristo en las batallas espirituales, y ahora conoce a Aquel que es desde el principio.

Nadie puede crecer antes de tiempo, pero el tiempo también revela que es insensatez si aún necesitamos leche (Heb. 5:12-14). Como dice Pedro y también Pablo: “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor … Crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (2 Pedro 3:18; Ef. 4:15).

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