Christian Chen en su libro «El Misterio de su Voluntad» ha demostrado muy certeramente la estrecha relación que tienen las epístolas de Pablo con la vida espiritual del apóstol.
Chen divide la vida cristiana de Pablo –33 años– en tres etapas de 11 años cada una. La primera es la infancia, la segunda es la adolescencia y la tercera es la madurez. Por su parte, el orden en que las epístolas fueron escritas revela características propias de cada una de esas etapas. Y aquí la correspondencia es mayor aún, porque no solo se da entre la vida de Pablo y las epístolas mismas, sino que alcanza a las iglesias o personas a las cuales fueron dirigidas.
Hay cuatro grupos de epístolas: el primero lo conforman 1 y 2 Tesalonicenses, que corresponde a la infancia espiritual de Pablo, y dirigida a una iglesia nueva, que experimentaba sus primeros meses de vida. El segundo grupo lo conforman Romanos, Gálatas, y 1 y 2 Corintios, que corresponde a la adolescencia espiritual de Pablo, dirigidas a iglesias que necesitan una enseñanza ordenada y sistemática. El tercer grupo es Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón, que corresponde a la madurez de Pablo, la etapa de mayor revelación, en su confinamiento en Roma. Y el cuarto grupo es 1ª y 2ª Timoteo y Tito, que corresponde a la vejez de Pablo.
Los primeros 11 años de Pablo fueron años de aprendizaje, de silencio. Arabia y Tarso fueron los lugares que le vieron beber las primeras palabras de Dios y recibir las primeras lecciones espirituales. Su vida era como un dique que retenía el agua que algún día iba a ser soltada.
Los segundos 11 años fueron los años de mayor fructificación. Pablo realizó tres viajes misioneros y llenó del evangelio a todo el mundo conocido. El agua se desparramó llevando vida a todos los rincones.
Los terceros 11 años, los que pudieron haber sido de mayor crecimiento aún, Pablo por largos períodos, estuvo confinado en una cárcel. Pero la pérdida de la libertad no significó una mengua para su vida espiritual. Al contrario, cuanto más bajo fue llevado, más alto lo levantó Dios. Estando en la cárcel recibió revelación de los más grandes misterios de la Biblia.
No hay nada accidental en la vida de un siervo de Dios. Ciertamente, Pablo no tuvo, en vida, la ocasión de ver el diseño de su vida, pero Dios, con cada experiencia de Pablo, estaba tejiendo un tapiz muy hermoso, que nos ilustra cómo hace Dios con sus siervos.
La actitud de un siervo de Dios es simplemente seguir a su Señor, aceptando que cada circunstancia y prueba están perfectamente ordenados por Dios para Su propósito y para Su gloria.
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