En esta sociedad «occidental cristiana», el dinero y la riqueza son dos de las más importantes metas del hombre actual. Pero Jesús dijo: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo … porque donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón» (Mat. 6:19-21).
Todos los hombres procuran acumular riquezas, por si logran disminuir un poco la inseguridad de la vida y el temor del futuro. Piensan que teniendo riquezas podrán tener tranquilidad; pero el Señor Jesús dijo que la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
En nuestros días vemos una verdadera locura por mejorar la situación económica, como si eso fuera el todo del hombre. Y eso que muchos presumen de ser cristianos «observantes». Pero Cristo dijo: «No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mat. 6:24). Ambos caminos son incompatibles. Muchos sirven a las riquezas porque no conocen a Dios. Esto es, hasta cierto punto, comprensible. Pero también hay muchos que dicen conocer a Dios, y sirven también a las riquezas, lo cual no es tan comprensible.
Sea como fuere, la raíz del problema está en que aquellos que no tienen su tesoro en el cielo, lo intentan hacer aquí abajo. El tesoro de los cristianos es Cristo que está en los cielos, y hacia allá dirigen sus miradas y los más preciados anhelos de su corazón. Arriba hay un lugar inaccesible para la polilla, para el orín y los ladrones. No hay clave capaz de abrir la caja fuerte que Dios tiene arriba, donde guarda el tesoro de sus amados hijos.
¿Quiere usted hacer tesoros en el cielo, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios? (Col. 3:1). Arrepiéntase de sus pecados, reciba a Cristo en su corazón, y él lo transformará todo en su vida, incluso los afectos de su corazón. Entonces tendrá verdadera seguridad.
Como vemos, ser cristiano es algo muy diferente a lo que hoy se piensa que es. Usted debe salir del engaño en que está encerrada esta civilización. Usted desde hoy es responsable delante de Dios. La humanidad será juzgada un día ante el divino tribunal, porque «está establecido para todos los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio» (Heb. 9:27).
Para ser verdaderamente cristiano usted tiene que ponerse en las manos de Dios para que él le transforme en una nueva criatura. ¡Acójase pronto a la gracia, a la salvación que Dios le ofrece en Cristo Jesús!
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