En Hebreos capítulos 3 y 4, llaman la atención un par de cosas respecto al reposo. Lo primero es que se trata del reposo de Dios. El cristiano es invitado a tomar parte, no de su propio reposo, sino del reposo de Dios. Para recordarnos esto, la Escritura nos remite a la primera mención del reposo en la Biblia. «Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día» (Heb. 4:4).
Dios reposó en el séptimo día, y su reposo obedece a que su obra había sido concluida. Adán vino a la vida el sexto día, de modo que el séptimo día de Dios es el inicio de la vida de Adán. Adán comenzó a vivir en el reposo de Dios, y fue invitado a contemplar la maravillosa obra divina, a la cual no necesitaba agregarle nada. De la misma manera, el cristiano es invitado a participar de este reposo, no del suyo propio, sino del reposo de Dios.
¿Y cuándo Dios reposa? Cuando su obra está concluida. Esto nos indica que, en nuestro caso, la obra de Cristo en la cruz, y luego, su obra edificando la iglesia ya son hechos consumados, por lo cual el cristiano debe sumarse al descanso de Dios en Cristo. Nada necesitó agregar Adán a la obra de la creación; nada tampoco necesita agregar el cristiano a la obra de la redención. Eso permitió a Adán descansar y al cristiano reposar de sus obras.
¿Cuál es la razón de ser de las obras en el hombre? Ellas son un intento de reafirmación de sí mismo, de su propia capacidad; son un intento de demostrarle a Dios que él puede hacer méritos para obtener la salvación. Para el hombre natural, privarle de las obras es desnudarlo y avergonzarlo, es quitarle toda base para la satisfacción personal y el orgullo. Es robarle su justicia propia, y dejarle sumido en la inactividad.
El ser humano, por sí mismo, nunca hará obras que agraden a Dios, por tanto, no hay lugar para su reposo. Si él pudiera hacer obras perfectas, acabadas, habría lugar para el reposo de sus obras; pero nunca será así. Por tanto, la única posibilidad de que él descanse es que renuncie a sus obras, se sume a las obras de Dios, y entre en el reposo de Dios. Por eso es que el cristiano es invitado a entrar en el reposo de Dios, y no en su propio reposo.
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