Cuando leemos los capítulos 3 y 4 de Hebreos, vemos que hay una estrecha relación entre Cristo, la iglesia y el reposo. En Hebreos 3:6 se nos dice que nosotros, los creyentes, somos la casa de Dios. Poco más abajo, en 3:14 se nos dice que hemos sido hechos participantes de Cristo. Si unimos ambas cosas, tenemos que, por el hecho de ser de Cristo, somos iglesia. Entonces, en el capítulo 3 tenemos la realidad de tener a Cristo, y la realidad de ser iglesia.

Pero, luego, el Espíritu hace varias advertencias, mediante dos condiciones. Una en relación a la casa y otra en relación a Cristo. Somos iglesia, si es que «retenemos firme hasta el fin la confianza», y participamos de Cristo, si es que «retenemos firme hasta el fin nuestra confianza del principio». Ambas advertencias nos conducen a la necesidad de mantener la confianza (o la seguridad), y a retener aquello que hemos recibido («confianza» y «retener» aparecen en ambos versículos).

Debemos mantenernos en el terreno de la fe, en cuanto a estas cosas. Israel pecó en el desierto, porque no creyeron, debido a su endurecido corazón. Y a causa de que no creyeron, Dios se indignó con ellos, y no los dejó entrar en Su reposo. De la misma manera, nosotros podríamos no entrar en el reposo, si es que no retenemos las cosas que hemos recibido: la realidad de ser de Cristo y la realidad de ser iglesia.

Entrar en el reposo significa descansar en la obra de Dios a nuestro favor. Dios ha hecho algo en Cristo para nosotros; por tanto, Dios nos presenta a Cristo, y nosotros debemos contemplarle y deleitarnos en él. Lo segundo: Cristo nos ha edificado como iglesia (Él dijo: «Edificaré mi iglesia»), y entonces debemos contemplar su maravillosa edificación con nosotros.

Nosotros hallamos reposo cuando vemos que Dios nos ha hecho participantes de Cristo, y cuando Cristo nos edifica como casa suya. No solo lo primero, sino también lo segundo. Nada nos habla mejor de reposo que una casa. En nuestra casa, nuestro corazón verdaderamente descansa. Así también, nuestra alma solo halla quietud y descanso cuando hemos hallado la casa de Dios.

No toda congregación de creyentes es casa de Dios. ¿Cómo sabemos esto? Hebreos nos pone el ejemplo de Moisés, que fue fiel en toda la casa de Dios (3:2). Él se abstuvo de proponer sus ideas, y simplemente siguió los lineamientos de Dios para levantar el tabernáculo. No toda congregación es casa de Dios, porque no todas obedecen los lineamientos de Dios. Cuando hallamos la casa según Dios, entonces hallamos reposo. El reposo es la mejor señal de que hemos hallado al Señor y a su casa.

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