En Efesios capítulo 5 hay una preciosa analogía del matrimonio cristiano con la relación de Cristo y la iglesia. Resalta allí la magnífica obra de Cristo a favor de su amada, tanto en el pasado como en el presente. Lo primero es la salvación, pues Cristo es su Salvador (v. 23). Como tal, él la amó y se entregó a sí mismo por ella, derramando su sangre en la cruz. Esta es una obra perfectamente consumada.
Luego, la santificación, porque él es su Santificador (v. 26), y la purifica en el lavamiento del agua por la Palabra. Su objetivo es que ella llegue a ser santa y sin mancha, sin arruga ni nada que se le parezca.
Entre tanto, él la sustenta, porque él es su Sustentador (v. 29). Él ofrece a su amada los recursos para su subsistencia, el alimento necesario. La trayectoria terrenal es difícil, y es preciso que él la sustente. Es como cuando el salmista dice del Buen Pastor: «Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará» (Sal. 23:1-2).
Y también él la cuida, pues él es su Cuidador. Muchos peligros acechan, el alma se turba, los días se tornan a veces angustiosos. Entonces ella puede exclamar: «Confortará mi alma … Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento» (v. 3-4). ¡Qué maravilloso es Cristo en su cuádruple oficio de Salvador, Santificador, Sustentador y Cuidador!
Pero esto tiene alcances aún mayores, tal vez insospechados, pues el mismo pasaje dice: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia» (v. 25). Esto pone al marido en el otro lado de la analogía, es decir, desempeñando a favor de su esposa el mismo cuádruple oficio de Cristo por la iglesia. Al igual que Cristo, el marido está llamado a salvar a su esposa, a santificarla, a sustentarla y cuidarla. La vida humana –en especial la vida matrimonial– ofrece tantas vicisitudes, tantos peligros y necesidades, que el marido tendrá mil ocasiones de emular a Cristo en su maravilloso cuidado por su amada.
El versículo 27 dice: «A fin de presentársela a sí mismo». Esta frase hace referencia a un hecho futuro, cuando lleguen las bodas del Cordero. Entonces, la perfecta obra de Cristo en la cruz, ya acabada, más su perfecta obra en este tiempo, aun realizándose, tendrán una maravillosa consumación. Ella –la iglesia– será la esposa perfecta para él.
¿Será que los maridos también podrán presentarse a sí mismos, en algún momento futuro, al fin de su carrera, el fruto de su trabajo a favor de sus esposas, para recibir alguna merecida recompensa?
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