Gracias a antecedentes dados por algunos padres de la iglesia, existe la idea común de que, por detrás del Evangelio de Marcos, está la sombra de Pedro. Marcos no fue testigo ocular de los hechos que narra, pero sí Pedro. Él estuvo muy cerca del apóstol durante muchos años, y le habría oído contar una y otra vez los episodios que escribe luego, por solicitud de los hermanos de Roma.

Si se acepta esta opinión común, el relato de Marcos es una expresión del relato que Pedro acostumbraba hacer sobre la persona y los hechos del Señor. Al revisarlo cuidadosamente desde esta perspectiva, salta a la vista un rasgo del Pedro anciano que no estaba en el Pedro joven: su humildad. Hay varios episodios que Marcos omite, que están en los otros evangelios, y que tienen un común denominador: todos ellos, de ser contados, habrían traído honra a Pedro.

Cuando el Señor aparece a sus discípulos caminando sobre las aguas, Marcos no menciona que Pedro haya caminado también. Pedro podía gloriarse de haber sido el único que se atrevió a dar ese paso de fe, pero no lo hace. Quien lo cuenta es Mateo. Caso similar es el de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo. El registro de Marcos es muy lacónico. Ocupa solo cuatro versículos (8:27-30), y no cuenta que el Señor le haya prometido darle las llaves del reino de los cielos, lo que sí registra Mateo (16:19).

Tampoco cuenta Marcos acerca del hallazgo del estatero en la boca del pez, que solo Mateo registra. Pedro podía haberse ufanado de que el Señor haya provisto el dinero para el pago de su impuesto, pero no lo hace. Cuando llegó el día de preparar la Pascua, Marcos dice que el Señor «envió a dos de sus discípulos» a hacerlo, pero no dice quiénes fueron. Lucas nos informa que esos dos discípulos fueron Pedro y Juan.

El episodio del sepulcro en la mañana de resurrección, que Juan registra con tanto detalle, Marcos ni lo menciona. Juan recordaba muy bien esa carrera ansiosa aquella mañana, su ventaja sobre Pedro, pero luego, la decisión de Pedro de entrar en el sepulcro primero que él. Juan lo recuerda, pese a los años que habían pasado, pero no Pedro. Era un episodio honroso para Pedro, que él prefería olvidar.

Lo mismo ocurre con la reacción valiente de Pedro en Getsemaní, al intentar defender a su Maestro. Aquella noche, Pedro expone su vida al sacar la espada, y atacar a Malco. Los otros tres evangelistas lo relatan; dos de ellos mencionando a Pedro. Aparentemente, la intención de éste no era solo arrancarle la oreja a aquel hombre, sino evitar que su Maestro fuese aprehendido. Conforme a la luz que él tenía, consideraba legítimo recurrir a esas armas para defender a su Maestro, y lo hizo. Pero Pedro prefería recordar, para su vergüenza, otros hechos, como el de la negación a su Maestro, en vez de exhibir su arrojo.

La humildad consiste, principalmente en guardar silencio. Pedro había visto a su Señor, y había aprendido de él. El Señor Jesús no solo era humilde, sino que era la Humildad personificada. Y Pedro había estado con él.

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