Mateo 8:1-4, Marcos 1:40-16, Lucas 5:12-16.

En este pasaje, se describe la forma en que el Señor sanó a un hombre leproso. Este hombre probablemente se presentó de improviso, ya que los leprosos eran fuertemente discriminados en aquella época, puesto que la enfermedad era asociada con el pecado. Con el avance de la medicina, hoy se sabe que la lepra es causada por un agente etiológico específico que puede ser tratado con medicamentos.

Este leproso se presentó delante del Señor haciendo una afirmación: «Si quieres, puedes limpiarme», lo cual es claramente un indicador de fe. Él no cuestionó el poder sanador del Señor, sino que apeló a la voluntad de Jesús. En otras palabras, el leproso dijo lo siguiente: «Tú tienes el poder de sanarme; solo necesitas quererlo». Tal vez habría sido distinto si la pregunta hubiese sido: «¿Podrías limpiarme?».

Otro aspecto importante en lo referente a la actitud del leproso delante del Señor, es su humillación. Los tres evangelios lo refieren. Lucas incluso dice «se postró con el rostro en tierra y le rogó». Al ver esto, y conociendo la fe del leproso, el Señor«lo tocó», según relatan Mateo, Marcos y Lucas. ¿Qué significa esto? Que el Señor no sintió asco de la miseria, el mal olor, la bajeza social y el aspecto físico del leproso. En su gran misericordia, el Señor Jesús no hizo discriminación con este hombre.

Marcos dice: «Y Jesús, teniendo misericordia de él…». Entonces se conjugaron humillación, fe y misericordia. Solo en ese momento vino la respuesta del Señor: «Quiero, sé limpio». Marcos dice: «Y así que hubo hablado, al instante la lepra se fue de él, y quedó limpio» (v. 42).

En la actualidad, la lepra no existe como en la antigüedad, en que era una epidemia culpable de millones de muertes alrededor del mundo. Sin embargo, existe de otra forma, como una alegoría del pecado, que afecta a toda la humanidad. Bíblicamente, la lepra se asoció con el pecado; por lo tanto, es posible entender el pecado como la lepra del ser humano.

Tal como los leprosos eran segregados, el pecado hizo separación entre el hombre y nuestro Padre. Pero bendito sea nuestro Señor que al vernos enfermos, pecadores y destituidos de la gloria de Dios, nos amó y dio su vida para limpiar nuestros pecados.

Se debe notar la expresión del leproso: «Si quieres, puedes limpiarme». El no pidió sanidad, sino limpieza. ¿Qué ocurrirá entonces con los actuales leprosos? Sabemos que la respuesta del Señor fue: «Quiero, sé limpio». Podemos inferir que el Señor quiere limpiar a los leprosos de hoy.

Pero debemos tener en cuenta que la limpieza o sanidad de este leproso y la limpieza de nuestros pecados tuvieron precios muy diferentes. Para sanar al leproso, al Señor solo le bastó querer; sin embargo, el costo de limpiar los pecados de toda la humanidad, fue la propia vida de nuestro Señor. ¡Bendito sea nuestro precioso Salvador!

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