La doble reconciliación obtenida por Cristo: de la creación y de los hombres.
Colosenses 1:15-19.
A partir del verso 15 del capítulo 1 de Colosenses, Pablo nos da una revelación muy gloriosa sobre la persona y la obra de Cristo. Mientras repasamos estos versículos, intentaremos apreciar lo que Pablo quiso enseñarnos.
El versículo 15 nos dice que Dios es invisible; sin embargo, nuestro Señor es «la imagen del Dios invisible». La palabra imagen en griego tiene dos significados; uno es la representación, el otro es la manifestación. Esto significa que nuestro Señor Jesús es la representación de Dios y también la manifestación de Dios.
«A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer»(Jn 1:18). Es por eso que nosotros le vemos, porque nuestro Señor es el Hijo de Dios; él está en el seno del Padre y solo él puede manifestarlo. Nuestro Señor Jesús es único. «Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación».
Dos significados de primogénito
Hay dos significados para primogénito en la Biblia; el primero habla del tiempo en que alguien ha nacido. Ustedes recuerdan que todos los primogénitos del pueblo de Israel, en la Pascua, serían salvados si realmente ponían la sangre del cordero sobre el dintel de la puerta. Pero en la Biblia hay otro uso.
Si se habla solo del primogénito en términos de tiempo, la frase: «el primogénito de toda creación»dará la impresión incorrecta, es decir, como el primer ser creado. Pero ese no es el caso aquí. ¿Cómo lo sabemos? Juzgando cómo el Espíritu Santo utiliza esta palabra en toda la Biblia. Sí, a veces, él la utiliza en referencia al tiempo; cuando alguien es primogénito usted sabe que él es el primero nacido en una familia.
Éxodo 4:22, dice: «Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito». Todos sabemos que, con respecto a las naciones, Israel definitivamente no es el primogénito, pero aquí no se hace referencia al tiempo. Se relaciona con el propósito de Dios con Israel. Esto habla de la primacía, de algo en el corazón de Dios, no según el orden del tiempo.
«Yo también le pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra» (Salmo 89:27). Este versículo se refiere a David, aunque señala al Mesías. De todas formas, David no es el primogénito según el tiempo. Pero si vemos en el corazón de nuestro Dios, definitivamente él dijo: «Yo le haré mi primogénito». A partir de estos versículos, sabemos que hay dos maneras de utilizar la palabraprimogénito.
Entonces, ¿cómo sabemos cuándo refiere al primero o al segundo caso? Hemos de juzgar por el contexto. Ahora, si leemos el verso siguiente, sabemos que no puede aplicarse al tiempo: «Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él».
Todas las cosas fueron creadas en él; él es el Creador, así que, en definitiva, él no es el primero creado. Es imposible. En la cita: «Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación», el primogénito significa la primacía. Él no es un ser creado, él es la primacía sobre toda la creación.
La primacía de Cristo en ambas creaciones
«Porque en él fueron creadas todas las cosas… por medio de él y para él». El Espíritu Santo utilizó tres preposiciones diferentes aquí. En él, por medio de él y para él. Ahora, «en él» significa que, en el principio, antes de que Dios creara el cielo y la tierra, él ya había creado «en él»; es decir, en su mente, en la eternidad pasada, Dios ya tenía una idea sobre la creación. Todo aquello ya estaba en él.
Por ejemplo, si tú visitas el lugar donde está Brasilia, la capital del Brasil, hace 50 años, esa parte del mundo era un desierto. Pero un día, un gran arquitecto brasileño se paró en aquel sitio, y se puede decir que en ese momento Brasilia estaba ya en él, en su mente. Él llevó a cabo su plan, y si visitas hoy ese lugar, tú encuentras a Brasilia. ¿Cómo era esa ciudad en su mente? Él pensó en un avión 747, y diseñó toda la ciudad como un 747. La sede del gobierno corresponde al asiento del piloto. Si hoy ves la ciudad desde el aire, verás la forma de un gran jet jumbo 747.
Fue lo mismo con nuestro universo. En Él, en la eternidad pasada, todas las cosas fueron creadas. Luego, todas las cosas fueron creadas por medio de él – cuando llegó el momento en que el Señor lo pusiera en acción. Entonces el tiempo comenzó. Nuestro tiempo es como paréntesis: hay una eternidad pasada y una eternidad futura. Ahora, cuando Dios comenzó a trabajar, fue cuando el tiempo comenzó, y todas las cosas fueron creadas por medio de él. Pero no sólo por medio de él, sino también para él.
No solo eso, en el versículo 17, dice: «Y él es antes de todas las cosas». Pienso que el obispo Moule trató de recordarnos que en griego eso significa: «Antes que todas las cosas fuesen, él es». Esto nos recuerda cómo nuestro Señor dijo a los judíos: «Antes que Abraham fuese, yo soy». Esa palabra, «Yo soy», es el nombre de Jehová Dios. Dios dijo: «Yo soy el que soy». Por eso, cuando el evangelio de Juan menciona el «Yo soy», se refiere realmente al nombre de nuestro Señor Jesús. Cuando oyeron a Jesús decir esto, ellos retrocedieron. ¿Por qué? Porque antes de todas las cosas él es.
«…y todas las cosas en él subsisten». Eso significa que el universo puede permanecer unido debido a un factor – aquel que lo mantiene unido. En él todas las cosas tienen consistencia. No es de extrañarse que cuando nuestro Señor Jesús moría por nosotros en la cruz, cuando la gente golpeaba al Hijo de Dios, cuando la vara de la ira caía sobre él –porque Cristo es el centro del universo–, cuando aquello ocurría en la cruz, la tierra entera tembló. Sin duda, él es antes de todas las cosas y en él todas las cosas se sostienen. Así es el universo; esa es nuestra visión del cosmos.
Ahora, esa es la vieja creación. Pero en la nueva creación, en el verso 18, «él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia». Ya sea que se hable del mundo material o del universo redimido, del universo gobernado o del universo de acuerdo al sistema de la gracia, él es la cabeza del cuerpo, la iglesia. La Biblia no dice que él es la cabeza de la iglesia que es su cuerpo; dice que él es la cabeza del cuerpo, la iglesia.
«…él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia». Él es el Alfa, el principio, el primogénito de entre de los muertos. No solo es el primogénito sobre toda la creación, sino también el primogénito de entre los muertos. Luego, «para que en todo…», en todas las cosas – enfatiza otra vez todo –, «para que en todo tenga la preeminencia». Ahora podemos ver la primacía de Cristo, la total suficiencia de Cristo. Cuando hablamos de la persona de Cristo, esa es la persona que Pablo intenta presentarnos. Esta es la comprensión correcta, la revelación correcta acerca de Cristo.
Cristo y la reconciliación de todas las cosas
Eso en cuanto a la persona. Ahora, ¿qué decir acerca de su obra? Versículos 20-23: «…y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro».
Al estudiar esta parte, vemos definitivamente la obra de Cristo. ¿Cómo vemos esa obra? Pablo nos da una real visión de conjunto. Si estudiamos Efesios, vemos solo una porción, pero solo en este libro él nos da un cuadro tan completo. Ahora para entender eso, tenemos que recordar el capítulo 1 del Evangelio de Juan. Recuerden que en el principio, Juan presenta a Cristo como el Cordero de Dios. Pero luego, en el mismo capítulo, él presenta a Cristo como la escalera celestial, recordándonos el sueño de Jacob.
En el Antiguo Testamento, los ángeles subían y bajaban por esa escalera. Pero ahora, según nuestro Señor, él es esa escalera celestial. ¿Qué significa eso? Por una parte, vemos que él es el Cordero del Dios; el mediador entre Dios y el hombre. Es el pecado lo que separa al hombre de Dios, así que nosotros estamos lejos de Dios, y él está lejos de nosotros. Él es Dios y nosotros somos hombres pecadores. El pecado crea una distancia entre Dios y el hombre. Pero, cuando Cristo murió en la cruz, él fue nuestro mediador. Con una mano, él tomó nuestra mano y en la otra él tomó la mano de Dios. Nosotros pecamos contra Dios y éramos sus enemigos, pero en la cruz, Cristo puso estas dos manos sobre su pecho y luego murió.
De esta manera, siendo nosotros pecadores, el Cordero de Dios murió en la cruz y nos reunió con Dios. Ahora fuimos hechos cercanos al Padre. Por su sangre, a través de la cruz, Cristo ha abierto un camino vivo para entrar al Lugar Santísimo. Estábamos lejos, pero ahora podemos acercarnos a él. La sangre de nuestro Señor nos trae cerca del Padre. Ese es un lado de la historia. Cuando se habla de la raza humana, de cómo hemos caído, ese es el cuadro.
Pero ese no es el único cuadro. También necesitamos hablar del universo. Ahora, después de la caída, ¿qué sucedió al universo? Después de que el pecado entró en el mundo, no solo separó a Dios del hombre, sino que también separó el cielo de la tierra. Entonces, no solo está Dios lejos del hombre, sino que el cielo está altísimo sobre la tierra; no hay cómo medir esto. Antes de la caída, en el jardín de Edén, esta tierra era el espejo que reflejaba el cielo; el cielo y la tierra eran distinguibles, pero no podían ser separados. Tú no tenías que subir al cielo para ver el cielo, podías ver cielo en la tierra. Pero, debido al pecado, a partir de entonces el cielo estuvo lejos de la tierra.
Esa es la historia verdadera del principio, y por qué necesitamos la obra de la cruz. Es por eso que necesitamos la escalera, y Cristo vino a ser la escalera. No fueron los ángeles. Ellos subían y bajaban por la escalera, pero no podían hacer nada para traer el cielo de vuelta y reconectarlo con la tierra.
Cristo es nuestro mediador; por eso, por medio de su sangre, cuando él estuvo en la cruz, fuimos reconciliados con él y podemos ser cercanos. Él pudo acercarnos a él. Esto es muy maravilloso. Recuerden hoy que él no está lejano. Tú no necesitas ninguna otra escalera más que Cristo mismo, la escalera celestial, para estar cerca. Solo en esta carta, Pablo habla primero de cómo Cristo realmente combinó el cielo y la tierra juntos.
Para los cristianos, aquellos que han sido salvados, el cielo y la tierra están unidos otra vez. Pero, para los incrédulos, incluso hoy, aunque tienen una ojeada de la belleza de la creación de Dios, cuando ven el sol salir o ponerse, o la belleza del océano, ven solo el océano. Raramente les recuerda a Dios. ¿Por qué? Porque el pecado les ha separado. La carta habla de un universo redimido, porque hoy toda la creación está sometida a vanidad. Por eso Pablo habla de que toda la creación gime.
Hace muchos años, en Cambridge, hubo un nuevo descubrimiento. A través de una máquina, se pudo percibir cierta clase de señales del espacio exterior. En el principio, se pensó que provenían de los ‘extraterrestres’, pero más tarde se descubrió que era una estrella que moría. Al morir, enviaba una señal, casi como un gemido. Cuando la estrella está muriendo, significa que el universo entero está sujeto a vanidad, esperando la manifestación de los hijos de Dios.
Tras la caída del hombre, eso es lo que sucedió al universo. Pero, gracias a Dios, cuando Jesús murió en la cruz, él nos reconcilió con Dios. Él es la escalera. Él reconcilió todas las cosas consigo mismo – las cosas en la tierra y las cosas en el cielo. Él realmente unió el cielo y la tierra. Eso es lo que sucedió con nosotros. Es por eso que hoy vivimos bajo un cielo abierto. Pero, para los pecadores, el cielo nunca está abierto.
Incluso en el Antiguo Testamento, aunque Ezequiel habla del cielo abierto, ese era solo el primer cielo; él nunca vio el tercer cielo abierto. Pero, gracias a Dios, después de haber sido salvados, nosotros sí. Ustedes recuerdan que, cuando Jesús subió del río de Jordán, el cielo fue realmente abierto.
Después de eso, ¿qué vio Esteban antes de su martirio? El cielo abierto. Él pudo penetrar en el tercer cielo y ver a Jesús de pie junto al trono, como si él diera la bienvenida a quien daba su vida por su Maestro. Ahora, gracias a Dios, nosotros estamos siempre bajo el cielo abierto. Esa es nuestra visión del cosmos, nuestra visión del universo. Gracias a Dios, por la Palabra podemos ver que Cristo es nuestra escalera celestial.
El ministerio de Pablo para con la iglesia
Esa es la primera parte. Como nuestra escalera celestial, él unió el cielo y la tierra. Pero no solo eso. Verso 21-22: «Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él». Él es una salvación maravillosa. Él es nuestro mediador. Esa es la obra de Cristo. Se nos dice de una manera muy clara. Pero el verso 19, después de hablar de la persona de Cristo, «el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia», dice: «…por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud».
Por una parte, él es la cabeza del universo – para que él tenga la preeminencia en todas las cosas. Él es el todo y en todos, así que él debe tener la primacía en todas las cosas. Eso significa que agradó al Padre que en él habitase toda plenitud; es decir, toda la plenitud del Padre en él. Por eso, cuando hablamos de la persona de Cristo, también hablamos de la plenitud de Cristo. Todo lo que Dios es, se encuentra en él.
Ese es el fin de la sección sobre la persona de Cristo, y luego tenemos la obra de Cristo. Verso 23: «…si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro». Pablo es, en definitiva, un ministro de la reconciliación.
Vemos aquí la obra de Cristo, pero no está restringida solo a esto. Verso 24-25: «Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia, de la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios».
Sabemos que cuando Jesús murió por nosotros en la cruz, él padeció. Y además de aquel sufrimiento, sabemos que un soldado perforó su costado y esa lanza hizo manar agua y sangre. La sangre es para perdonar, y el agua para dar vida. Así como Adán cayó en un sueño profundo y de su costado Eva fue creada. Pero Eva era solamente un tipo. Del costado de nuestro Señor, nació la iglesia. Esas son las aflicciones de Cristo.
La aflicción de Cristo es doble. Por una parte, él murió por nuestros pecados. Por otra parte, él quiso repartir su vida. Su vida era un grano de trigo. Una vida maravillosa. Pero él quiso liberar esa vida. ¿Cómo podía él hacer eso? Él tuvo que pasar por el sufrimiento para que la iglesia naciera.
¿Por qué Pablo habla de aquello que falta de las aflicciones de Cristo? No debería haber carencia aquí; todo debería ser pleno. Pero, de alguna manera, Pablo habla acerca de lo que está faltando. Cuando estaba en la prisión, él estaba sufriendo. Él dijo que él se gozaba en lo que sufría por la obra de Cristo. Ahora, la obra de Cristo fue ya acabada en la cruz. Pero hoy, el Espíritu Santo aún está obrando en ti y en mí. Él quiere hacer todo plenamente cumplido en nosotros. Él desea que todo aquello que fue consumado en la cruz sea hecho real en tu vida y en mi vida. Por eso, Pablo deseaba ser un ministro. Él quería servirnos.
Con respecto a la obra de Cristo, por una parte, él murió por nosotros como Salvador y consumó la obra de redención; mientras que, por otra parte, la iglesia nació porque él liberó su vida y nosotros recibimos esa vida. Todos nosotros somos salvados. Gracias a Dios, ya no somos más pecadores bajo condenación, sino que también gozamos de su vida, del árbol de la vida. Gracias a Dios, él nos dio vida. Para que la iglesia naciera, él pasó a través del sufrimiento, a través de dolores de parto.
Pero esa no es toda la historia. Pablo dice: «Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia» (v. 24). ¿Por qué él habla así? Si hablamos del nacimiento del cuerpo, eso es el sufrimiento de Cristo. Pero hoy, el cuerpo de Cristo, la iglesia, debería crecer en esta tierra. Pablo y los otros obreros, los ministros de la iglesia, tenían que sufrir. Cuando hablamos de la edificación del cuerpo de Cristo, no sólo Pablo o los otros tenían que sufrir, porque si estudiamos Efesios capítulo 4, entonces vemos que todos estamos implicados en esta obra.
Nosotros somos llamados a esta obra central de la edificación del cuerpo de Cristo. Cuando la iglesia nació, nuestro Señor padeció mucho en la cruz. Pero, ahora, lo que está faltando de las aflicciones de Cristo no tiene nada que ver con la redención. En ese respecto, Pablo no tiene nada que ver con ello; fue Cristo y Cristo solo quien sufrió por nuestro pecado. Eso es todo – como Salvador, no hubo comunicación o compañerismo aquí. Si Pablo tiene cierta clase de comunión con los sufrimientos de Cristo, no tiene nada que ver con el rescate. Tiene que ver con el cuerpo.
A través de los dolores de parto de Cristo, nació la iglesia. Ahora cuando la iglesia comienza a crecer, cuando el cuerpo comienza a crecer, cada uno de nosotros debe pasar por cierta clase de sufrimiento. Pero ese sufrimiento no tiene relación con nuestro pecado. No. Según el principio de Dios, cuando se necesita construir algo, cuando se necesita liberar la vida, entonces es necesario pasar a través de la cruz.
Aquí, ustedes pueden ver que Dios continúa trabajando hoy por medio del Espíritu en su iglesia. Todo esto es parte de la obra de Cristo. La obra de Cristo ya fue hecha en la cruz; pero él aún continúa su trabajo por medio del Espíritu Santo y él aplica su obra de modo que llegue a ser muy efectiva en nosotros. Entonces, cuando hablamos de la obra de Cristo, no puede terminar con el verso 23; hay que seguir. Aquí no sólo se habla del cuerpo, sino también del crecimiento del cuerpo.
Entonces, en el capítulo siguiente, hallaremos que allí había muchas diferencias. ¿Por qué la iglesia no podía crecer? Había problemas allí, y por esa razón Pablo tenía que sufrir. ¿Por qué Pablo tiene esas cadenas? ¿Por qué él fue puesto en prisión? Por una razón – a través de su ministerio, la iglesia podría realmente crecer y es por eso que él nos da estas cartas desde la prisión, y por eso podemos apreciar lo que él está intentando decirnos. Veamos un poco más.
La revelación del misterio
«…fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente [completamente] la palabra de Dios» (v. 25). ¿Qué significa para la Palabra de Dios estar completa? Es como si la palabra de Dios no estuviera completa. Pablo tiene algo más que decir – completar la Palabra de Dios. El verso 26 dice: «…el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos». Pablo habla de un misterio oculto por edades y generaciones.
Los filósofos hablaron de misterio, los herejes de Colosas hablaron de misterio, pero Pablo también habla de un misterio. Este misterio era de una índole diferente. Este misterio fue revelado en el árbol de la vida. Había estado oculto por siglos y edades, pero ahora ha sido revelado a sus santos. Todos nosotros somos sus santos. No sólo para algunos pocos elegidos, no solo para aquellos con conocimiento. No. ¡Qué maravillosa obra! Ahora, en su obra, se supone que nosotros conocemos su misterio, porque nos ha sido revelado. Nosotros anhelamos saber cuál es ese misterio.
«…a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria» (v. 27). Lo importante a considerar es que es un misterio glorioso – «la gloria de este misterio». Pero no solo eso, tú también tienes las riquezas de esta gloria, no solo un poco de la gloria. No solo aquí y allí. No, la Biblia dice: «…las riquezas de la gloria». Recuerden que cuando Pablo trata de darnos algo, es siempre algo completo. No solo un misterio, sino también la gloria de ese misterio, y las riquezas de la gloria de este misterio. A ellos, Dios quería dar a conocer esto. ¿Y cuáles son esas riquezas de la gloria del misterio? «Cristo en vosotros, la esperanza de gloria».
Aquí se dice que Cristo mora en nosotros. No sólo murió por nosotros en la cruz. No sólo es Cristo en el cielo. «Cristo en vosotros, la esperanza de gloria». No solo el misterio. Nos habla de las riquezas de la gloria de este misterio. Es Cristo habitando. ¿Por qué tenemos esperanza? Cuando te miras a ti mismo, o a la iglesia hoy, no hay esperanza. Pero, porque Cristo está en ti, esta es la esperanza de gloria.
Esta es la obra de Cristo. No es sólo la obra de Cristo en la cruz. También él continúa obrando a través del Espíritu Santo. «Cristo en vosotros, la esperanza de gloria». Entonces la iglesia crecerá. Entonces la iglesia tendrá un mañana, un futuro creciendo en madurez. ¿Tenemos una esperanza para mañana? Sí, debido a Cristo en la iglesia, en cada de nosotros, en cada individuo, entonces la iglesia crecerá, con nuestro sufrimiento. Cuando nosotros realmente tengamos comunión con sus padecimientos y la cruz realmente trabaje profundo en nosotros, entonces la iglesia madurará.
«…a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre» (v. 28). A él predicamos. Nosotros predicamos al Cristo que habita. No sólo predicamos a Cristo ascendido. También predicamos a Cristo en sus santos, en su iglesia. «Amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría». No advirtiendo solo a unos pocos escogidos, sino a todo hombre. Enseñando a cada miembro de la iglesia.
Algunas personas creen que la iglesia es todo, y hablan solo de vida corporativa y no de la vida individual en todos. Sin embargo, para ver la plenitud de Cristo, «a él anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre». En griego, es la misma palabra para todo que se refiere a la plenitud. «…a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre». Recuerden, a todo hombre, perfecto en Cristo Jesús. La palabra perfecto aquí significa maduro.
Cuando Pablo predicaba, él amonestaba y enseñaba a todo hombre en toda sabiduría. Pero, ¿por qué tú necesitas esa sabiduría? Porque todo hombre necesita ser maduro. No un niño. Esta es la obra de Cristo. Él no sólo murió por su iglesia y ascendió por su iglesia. Ahora, por causa de Su cuerpo, Pablo llegó a ser un ministro. Él deseaba completar la palabra de Dios; para hacer la palabra de Dios plena. ¿Cómo podía esa palabra ser completa sin el misterio de Cristo? Ese misterio de Cristo es la iglesia, y es Cristo en ustedes la esperanza de gloria.
Eso explica toda la obra de Cristo de una manera muy clara. Al mismo tiempo, podemos ver que Pablo intentaba corregir aquel aspecto del árbol del conocimiento del bien y del mal que estaba en el trasfondo. Pero ahora vemos el árbol de la vida en el primer plano, y vemos qué clase de vida es esta. Es una vida plena. Cada persona debe ser hecha perfecta en Cristo Jesús – todos deben ser maduros. Solo cuando cada uno es maduro, la iglesia alcanzará la edad adulta. Las vidas individuales son muy importantes y la vida corporativa es muy importante. Pero recuerden que el fundamento de esa vida corporativa es la vida individual. Gracias a Dios. Este misterio fue hecho manifiesto no solo a los obreros, o a un grupo selecto o a una élite, sino a cada uno de nosotros.
Si tú ves este misterio, sabrás que lo que Dios desea no es solo un cuerpo, es el cuerpo que crecerá. No es solo un bebé. Es solo cuando alcanzamos edad adulta. Cuando cada uno de nosotros alcanza la madurez, entonces el cuerpo de Cristo crecerá y aumentará. Esa es la obra.
«…para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí» (v. 29). Pablo tiene una meta. Él no sólo predicaba el evangelio. Él no sólo quería que ellos fueran salvos. Él no sólo les hacía saber sobre una salvación inicial, sino también que nuestra salvación es diaria. Tenemos que experimentar la salvación de nuestras almas; entonces todos seremos maduros y alcanzaremos el objetivo.
Cristo, la plenitud
Pero Pablo tuvo que pagar el precio, y esa es la razón por la cual él estaba en prisión, en cadenas. Por eso él dice que se goza en su sufrimiento por ellos. Él conocía la obra de Cristo, así que él conocía el significado de sus cadenas. Entonces, cuando escribió esta carta, él vertió hacia fuera de su corazón cuál es esta vida. Es no sólo una vida más profunda, no sólo una vida más elevada – es también una vida plena. Un miembro no es suficiente. Es necesario el cuerpo entero para apreciar la plenitud de Cristo.
Gracias a Dios, Pablo también habló de la plenitud. En el árbol del conocimiento del bien y del mal, muchos filósofos y maestros de la religión también hablaron de la plenitud, pero aquello era totalmente diferente. Cuando Pablo habla de la plenitud de Cristo, significa la suma total. Pablo dice que la plenitud del Padre habita en Él. ¿Qué significa eso? Todo, toda la plenitud, está únicamente en él.
Aquí Pablo no sólo trabajaba para la iglesia en general, sino que él también trabajaba para Colosas. En el verso 1 del capítulo 2, él dice: «Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro». El conflicto aquí significa agonía. Pablo estaba en agonía por los santos allí y en Laodicea. Había una razón para ello. Él vio el obstáculo del árbol del conocimiento del bien y del mal. «…y por todos los que nunca han visto mi rostro». Por todas partes tenemos el mismo problema – hoy, esto puede ser aplicado a nosotros, aunque localmente fue aplicado a Colosas.
«…para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo…» (v. 2). ¿Por qué Pablo estaba trabajando y en tal agonía? Con un propósito: para que nosotros seamos alentados, unidos en amor y capaces de lograr todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios. Por eso es que Pablo se hizo ministro de la iglesia – él quería que ellos lograran esto.
Hay dos traducciones aquí: «…el misterio de Dios el Padre, y de Cristo», o «…el misterio de Dios el Padre, Cristo», pero, con todo, después de decir: «Cristo», entonces dice: «…en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento». En Cristo están reunidos todos estos tesoros. Así pues, si tú deseas conocerlos, ellos están ocultos en Cristo. La plenitud de la Deidad y del Padre mora en él, al igual que estos tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Esa es la obra de Cristo.
También a través de sus santos, cuando somos edificados juntos, perfeccionados, estamos levantando el cuerpo de Cristo a medida que pasamos por dolores de parto, y finalmente deberíamos poder alcanzar ese lugar, obteniendo todas las riquezas de pleno entendimiento, dando por resultado un conocimiento real del misterio de Dios, esto es, de Cristo mismo.
Eso es todo sobre la total suficiencia de Cristo. Algunas personas en Colosas pensaban que el evangelio era muy simple; que no era lo suficientemente bueno. Ellos intentaron agregar algo a Cristo y ese fue el problema. Recuerden, el árbol de la vida es suficientemente bueno. No se necesita agregar nada al árbol de la vida. Eso es lo que Pablo intenta demostrarnos a través de esta carta.
Mensaje oral impartido en Nueva York, USA, en noviembre de 2009.