La justificación por la fe debe ir seguida de la santificación por el Espíritu.
Vamos a recorrer algunos versículos en la carta de Pablo a los Gálatas. Quiero transmitir la verdad esencial de esta epístola de Pablo, que creo que también es del Señor para nosotros.
El estupor de Pablo
En primer lugar, Pablo está muy preocupado cuando escribe esta carta. Las iglesias de Galacia están desviándose del evangelio. En el capítulo 1 versículo 6, les dice: «Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente». Pablo está asombrado de que los hermanos de las iglesias en Galacia, después que él les anunció el verdadero evangelio, tan pronto, tan rápido, se estén alejando del evangelio de Cristo, para seguir un evangelio diferente.
Y aclara: «No que haya otro –no es que haya dos o tres o cuatro evangelios–, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo». Y Pablo está asombrado, porque los hermanos de Galacia están desviándose del verdadero evangelio.
Cuando uno no ha leído la carta, dice: ¿De qué cosa está hablando Pablo? ¿En qué cosa están cayendo los gálatas, que Pablo dice que se están alejando del evangelio verdadero? ¿Qué cosas comenzaron a creer? ¿Qué herejías, qué cosas del mundo o satánicas se introdujeron en la iglesia?
En el capítulo 3 versículo 1, aquí ya Pablo muestra su enojo; no sólo su asombro, sino su enojo. Y les dice: «¡Oh gálatas insensatos!». Es como decir: «Oh gálatas necios!». Y les pregunta a ellos: «¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente ante vosotros como crucificado?». ¿Quién los hechizó a ustedes?
Qué hermosa la expresión que dice Pablo ahí: «…a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente…». No dice: «…ante cuyo entendimiento Cristo les fue presentado». No dice: «…ante cuya mente yo les prediqué», sino que Jesucristo es presentado ante nuestros ojos, porque Jesucristo debe ser visto. No entendido con la mente, sino visto con los ojos. Cuando el Padre nos revela a su Hijo, entonces nosotros le vemos. No sólo le entendemos, sino que le vemos.
Y Pablo dice: «Yo, a vuestros ojos, presenté claramente a Jesucristo, y a éste como crucificado. ¿Quién los engañó a ustedes? ¿Qué les pasó?». En el capítulo 5 versículo 7, les dice: «Vosotros corríais bien…». Los gálatas habían empezado bien; pero no sólo hay que empezar bien, hay que terminar bien. Porque empezar bien y terminar mal, no sirve de nada. Sería mejor empezar mal y terminar bien; pero mejor todavía es empezar bien y terminar bien.
«Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Esta persuasión –este convencimiento distinto que les ha venido a ustedes, oh gálatas– no procede de aquel que os llama». No viene de Dios. «Un poco de levadura leuda toda la masa. Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo; mas el que os perturba –porque habían llegado otros predicadores a estas iglesias, los judaizantes, que habían llegado a pervertir el evangelio de Cristo–, el que os perturba llevará la sentencia, quienquiera que sea».
Y el 12, expresando ya el enojo en su máximo grado, dice: «¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!». Y otra versión dice: «Ojalá se castrasen». Porque estos judaizantes predicaban la circuncisión. Y dice Pablo: ‘Bueno, ya que les gusta andarse cortando cosas, ojalá no sólo el prepucio se cortasen, sino también lo que está alrededor’. Está enojado.
¿De qué cosa está hablando? ¿Qué es lo tan terrible que estaba ocurriendo en estas iglesias de Galacia? ¿Qué era esa desviación tan grande? Uno, con todos estos versículos, se puede hacer un panorama, una imagen, de que era algo sumamente terrible. Pero no. Era algo bien sutil. Por eso es que hay que estar atento, porque es algo que nos puede acontecer a todos nosotros.
¿Se alcanza la perfección por esfuerzos humanos?
El texto clave, para mí, está en el capítulo 3 versículo 3. Creo que es el versículo que mejor aclara, aunque lamentablemente en nuestra versión Reina-Valera no queda tan claro. Dice: «¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?». Ahí está el meollo de la cuestión; ahí está el punto fundamental de lo que Pablo quiere corregir con esta epístola.
Ya les había dicho que habían comenzado bien – habían comenzado por el Espíritu. Es problema es que ahora quieren acabar por la carne. Y esta frase es la que no queda tan clara aquí en nuestra Reina-Valera 1960; pero si usted lo lee en otras versiones, la idea es la siguiente: «Ustedes, que comenzaron por el Espíritu, ¿piensan que la perfección se alcanza ahora por esfuerzos humanos?». Y esa es la idea que él quiere corregir: que la perfección cristiana se alcanza por esfuerzos humanos; que la perfección cristiana, o la santificación, se alcanza por obras.
Entonces, el error de los gálatas era: ‘La salvación es por gracia, la salvación es por fe, la salvación es por el Espíritu; pero el perfeccionarse, la santificación, es por esfuerzos humanos. Dios nos da el puntapié inicial, pero después de eso, usted tiene que hacerle empeño, hermano. Dios hace una parte, y usted tiene que hacer la otra’. Ese era el mensaje de estos predicadores que llegaron a la iglesia, y que a Pablo le parece que están pervirtiendo el evangelio. ‘La justificación es por la fe, pero no la santificación; la santificación es por su esfuerzo; la santificación es algo que usted tiene que lograr’. Eso es lo que predicaban ellos.
Hoy día, no está tan claro esto, al punto que uno puede decir «Amén» a lo que acabo de decir que decían estos predicadores. Porque uno mismo se confunde; uno dice: ‘Bueno, parece que tiene sentido; parece que está bien que Dios haga una parte y que nosotros tengamos que hacer la otra. ¿Cómo va a ser que todo lo va a hacer Dios?’.
Y el mensaje de Pablo es –y esta es la buena noticia para todos nosotros– que no sólo el comienzo es por fe. También todo el caminar, todo el transcurso, es por fe. Y el final, también es por fe. No sólo el comienzo es por el Espíritu, sino todo el camino es por el Espíritu; no es por obras ni al principio, ni al medio, ni al final.
La buena noticia de Pablo y la corrección de Pablo es: «No se dejen engañar; no sólo la justificación es por fe. La santificación también es por fe». ¡Aleluya! Esa es la buena noticia. Pablo quiere que el evangelio de Cristo, el evangelio de la gracia de Cristo, se conserve puro. No hay lugar para la carne, no hay lugar para el esfuerzo humano, no hay lugar para las obras del hombre en ningún punto de la vida cristiana.
¿Qué hicimos para ser salvos, excepto creer? Por eso, les dice Pablo en el versículo 2 del capítulo 3: «Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?». ¿Qué hicieron para ser salvos? ¿Cómo es que recibieron el Espíritu al comienzo? ¿Alguno de ustedes tuvo que pagar algo, tuvo que hacer una preparación, ponerse en cuarentena, entrar en un proceso de santificación especial? ¿Tuvo que pagar alguna manda, tuvo que hacer algún voto? ¿Recibieron el Espíritu por las obras, por algún esfuerzo humano, o simplemente por haber escuchado el mensaje y haberlo creído?
Qué precioso es que todos los que estamos aquí, por sólo oír el mensaje de Cristo y creer en él, somos salvos, y el Espíritu Santo pasa a ser la dádiva de Dios para nosotros. ¡Bendito es el Señor!
Hermanos, pero decir que la santificación es por fe, no es suficiente. Es una buena noticia decir que todo es por fe; desde el comienzo al final, todo es por fe. Es una buena noticia decir que nuestras obras no sirven ni antes, ni ahora, ni nunca. Por lo tanto, no sólo la justificación es por fe, sino la santificación, o el perfeccionamiento de la vida cristiana, también es por fe.
La santificación es por el Espíritu
Pero no es suficiente decir eso. Porque, cuando decimos que la santificación es por fe, ¿qué estamos diciendo? Estamos diciendo que no es por obras, estamos diciendo que no es con esfuerzo humano. Entonces, la pregunta es: ¿Qué hago, entonces? Si, para ser justificado, solamente tuve que creer, y ahora usted me dice que para ser santo, para alcanzar la santidad, o para experimentar la santificación, no tengo que hacer esfuerzos humanos; en otras palabras, no es algo que yo puedo conseguir o lograr, ‘qué se hace, entonces? ¿Me quedo sentado, viendo televisión? ¿Me pongo a dormir?
Entonces, no queda completo el cuadro cuando uno dice: La santificación es por fe. No es suficiente afirmar que es por fe. Y de hecho, Pablo no se queda ahí. Si pasamos al capítulo 5 de la carta, él da un paso más y hace una aclaración más, que es sumamente importante hacerla.
¿Qué significa decir que la santificación es por fe? ¿Que no sólo la justificación es por fe, sino que la santificación también es por fe? Pero, ¿qué significa decir eso? En últimas cuentas, significa decir que la santificación es por el Espíritu. Y ahí se llena el vacío; porque cuando uno dice que es por fe, pareciera que uno queda en una actitud pasiva, y que eso produce un quietismo, y que uno no sabe entonces cuál es la participación del hombre en esto.
Pero, cuando Pablo dice que la santificación por fe significa que, en definitiva, la santificación es por el Espíritu, entonces dice en Gálatas 5:16, en tono imperativo, o sea, es algo que tenemos que hacer, algo en lo cual nosotros tenemos que andar: «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfaréis –esa es la traducción correcta–, no satisfaréis los deseos de la carne».
Entonces, si alguien pregunta: ‘Hermanos, ¿pero qué significa que la santificación es por fe? ¿Qué significa que yo no puedo alcanzar la santidad con mis esfuerzos propios?’. Bueno, significa algo bien concreto – que tienes que vivir en el Espíritu, que tienes que vivir por el Espíritu. Por fe, significa por el Espíritu; por fe, significa que no lo hago yo, pero que lo hace el Espíritu Santo en mí.
La obra santificadora es la función especial, predilecta, del Espíritu Santo. Precisamente, se llama Espíritu Santo, porque una de sus funciones principales es santificar a su pueblo. La obra santificadora es obra del Espíritu Santo en nosotros. No viene por esfuerzos humanos, sino que viene por obra y gracia del Espíritu Santo. ¿Qué tenemos que hacer nosotros, que creemos que la santificación es por fe? ¿Qué tenemos que hacer? Pablo dice: «Vivan en el Espíritu, anden por el Espíritu, y entonces no van a satisfacer los deseos de la carne».
Versículos 17-18: «Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley». ¿Se da cuenta? El único que puede derrotar nuestra carne, no soy yo, sino el Espíritu Santo en mí; porque el Espíritu es contra la carne. Dios ha hecho morar un poderoso gigante en nosotros, que, cuando se levanta, él puede derrotar a nuestra carne. Pero no tú ni yo.
Yo no puedo derrotar mi carne, ni tú puedes derrotar tu carne. Por eso dice que el deseo de la carne es contra el Espíritu; pero el del Espíritu es contra la carne. Todo lo que tengo que hacer es andar en el Espíritu; todo lo que tengo que hacer es ser guiado por el Espíritu.
Entiendo que el Señor ha venido con esta palabra sobre el Espíritu compartiéndose entre ustedes en este último tiempo. Yo me sumo a esa palabra que el Señor ha hablado. La santificación es por fe, porque es por el Espíritu Santo. Y, sin el Espíritu Santo, amados hermanos, no hay experiencia de santidad. Claro, la verdad objetiva es que Cristo nos santificó en él, y en él somos santos. Pero la verdad subjetiva, la verdad de la experiencia, de la práctica de esa verdad, sólo es posible por el Espíritu Santo de Dios.
No tenemos otra alternativa. Si es que en la experiencia y en la práctica vamos a llegar a ser una iglesia verdaderamente santa, entonces no tenemos otra alternativa que ser guiados por el Espíritu de Dios. No hay manera de experimentar el evangelio, si no es andando en el Espíritu.
«Y manifiestas son las obras de la carne» (v.19). O sea, si buscamos santificarnos con esfuerzos humanos, esto es lo terrible, por eso es que Pablo está enojado, y por eso dice: ‘Por favor, no se vayan por ahí, no se vayan por los esfuerzos humanos’, porque sabe Pablo que el único resultado no es la santidad, sino el pecado. ‘Ustedes se van por ese camino, y de lo único que se van a llenar es de más pecados, no de santidad’. Porque «…manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios» (vv.19-21).
Ese es el único fruto que se obtiene cuando uno busca agradar a Dios por medio de la carne, por medio de las obras, por medio de los esfuerzos humanos. ¡Mire qué contradictorio! Uno va tras la santidad, y de lo único que se llena es de estas inmundicias, de estos pecados. Así que Pablo está horrorizado, y dice: ‘¡No, por favor, hermanos de Galacia, no vayan por allí! El camino a la santidad es la fe, es el Espíritu’.
Y el versículo 22 dice: «Mas el fruto del Espíritu –ya no las obras de la carne–, mas el fruto del Espíritu es gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley». ¡Aleluya! Una iglesia santa, una iglesia que manifiesta estas virtudes, pero estas virtudes son sólo fruto del Espíritu. O sea, yo tengo que tener el Espíritu, tengo que estar lleno del Espíritu, tengo que andar en el Espíritu, tengo que vivir por el Espíritu, y entonces el Espíritu manifestará sus frutos.
Es necesario unir la fe al Espíritu
Pareciera que, en el pasado, nosotros hemos enfatizado mucho la fe; pero es necesario unir la fe al Espíritu. Necesitamos hacer este nexo; porque cuando sólo lo explicamos con la fe, repito, pareciera que quedamos en un quietismo, en una actitud de pasividad; quedamos como anulados. Pero cuando unimos la fe con el Espíritu, entonces se aclara todo, se nos abre un camino nuevo.
Concluye entonces Pablo en el versículo 25 del capítulo 5, que me parece que es una conclusión perfecta. Dice: «Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu». Si llegaste a tener vida por el Espíritu, si cuando fuiste salvo recibiste el Espíritu, si todo comenzó en ti por el Espíritu, bueno, todo lo que hay que hacer es seguir por el Espíritu.
Si llegaste a tener vida por el Espíritu, todo lo que tienes que hacer es continuar con el Espíritu, andar por el Espíritu. Es por fe, de principio a fin, y es por el Espíritu, de principio a fin. La carne nunca ha tenido lugar, y nunca lo tendrá. Los esfuerzos humanos no sirven ni al comienzo, ni al medio ni al final; los esfuerzos humanos sólo hacen que el pecado abunde; los esfuerzos humanos sólo hacen que el pecado se multiplique. Sólo el Espíritu produce o reproduce el carácter de Cristo en nosotros. Sólo el poderoso Espíritu Santo puede levantarse en medio de la iglesia y derrotar nuestra carne.
Así que, ¿se fija usted?, aparentemente no era una gran herejía, era una cosa muy sutil; pero Pablo sabe que puede tener consecuencias horrendas. Porque, hermanos, nosotros somos la única gente en este mundo que va tras la santidad. Somos los únicos locos que estamos hablando de que es bueno ser santos, y que todo hombre debiera aspirar a la santidad.
Lo que hay afuera es libertinaje. ‘Pórtate mal, para que lo pases bien’, es el mensaje afuera. Pero qué importante es que, si somos el único pueblo de la tierra que camina –como dijo a Pablo a Timoteo: «Sigue la justicia, la fe, el amor y la paz»–, que corre tras estas cosas, tengamos el camino correcto para hacerlo, para que el fruto no vaya a ser peor que el intento inicial.
Es por fe, pero decir que es por fe es decir que es por el Espíritu. Y no disociemos la fe del Espíritu Santo; siempre entendamos que una cosa significa la otra. Si algo es por fe, entonces es por el Espíritu. Y no hay alternativa: Si yo no me relaciono con el Espíritu Santo, si yo no tengo comunión con el Espíritu Santo, entonces no saco nada con decir que es por fe, porque quiere decir que lo estoy haciendo por medio de esfuerzos humanos.
Síntesis de un mensaje impartido en Temuco, en julio de 2009.