Una revisión de las prioridades de nuestra vida para aprovechar bien el tiempo.
Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor”.
– Efesios 5:15-17.
Quisiera enfatizar el versículo 16 de esta cita: «…aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos». He pasado algunas experiencias en los últimos años con el Señor, y recientemente él ha puesto este versículo en mi corazón, como exhortación a mi corazón, advirtiéndome y al mismo tiempo animándome.
«Aprovechando bien el tiempo». La versión portuguesa traduce «redimiendo el tiempo», comprando el tiempo, aprovechando aún más el tiempo, porque los días son malos. Estamos viviendo días muy difíciles. Y si aún no los estamos viviendo, van a llegar esos días difíciles; y necesitamos mirar al Señor, para animarnos y para fortalecernos.
En estos días, el Señor ha hablado particularmente a mi corazón, para que yo mismo pueda volverme a él y redimir el tiempo que él me ha dado. Hemos vivido días muy trabajosos, y toda clase de cosas han sucedido para robar nuestro tiempo. Todos nosotros tenemos veinticuatro horas por día, pero parece que hay tantas cosas que hacer, que no tenemos tiempo para el Señor. Algo está mal con nosotros. Tal vez no con ustedes, pero sí conmigo.
En estos días, el Señor ha tocado mi corazón, para poner algunas cosas en orden en mi vida, porque por algún tiempo, en los años recientes, he estado tan ocupado con otras cosas, que hay algunas cosas muy importantes del Señor que han sido puestas de lado. Pero gracias al Señor, él ha hablado con nosotros, y espero y deseo que el Señor hable con cada uno de ustedes.
Cuando pensamos en este asunto de redimir el tiempo, hay algunos puntos importantes. Hoy me gustaría compartir dos puntos relevantes.
Las prioridades de nuestra vida
Cuando pensamos en cómo usar nuestro tiempo o cómo usarlo mejor para el Señor, lo primero que necesitamos ver es cuáles son las prioridades de nuestro corazón, cuáles son las cosas más importantes. Y nos podríamos preguntar: ¿Tendrá el Señor algún criterio para decirnos cuál es la cosa más importante?
Aunque seamos familia celestial, pueblo celestial, nosotros estamos viviendo en la tierra. No somos de este mundo, pero vivimos aquí. Y necesitamos mirar al Señor y preguntarle a él cuál es la prioridad de nuestra vida que él tiene para nosotros.
Yo creo que cuando el Espíritu Santo llevó a Pablo a escribir Efesios, el Señor lo condujo a poner las cosas en un orden de prioridad para nosotros. Y la primera cosa en esa prioridad es nuestra vida con Dios. Si continuamos leyendo los versículos siguientes a los que ya leímos, veremos que hay una secuencia, un orden. La primera de ellas está en el versículo 18:
«No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos unos a otros en el temor de Dios» (v. 18-21).
Cuando nosotros pensamos en las prioridades, en qué invertir nuestro tiempo, entonces necesitamos ver cuál es el primer lugar que Dios nos pone. Yo entiendo que aquí lo primero que el Señor pone es nuestra relación directa con él. La prioridad número uno para nosotros es nuestra vida con el Señor.
Pero Pablo continúa escribiendo. La segunda cosa de la cual habla es la relación entre marido y mujer. (Ef. 5: 22-33). Esta es una segunda prioridad para nosotros, los que estamos casados. Y lo tercero que Pablo habla es sobre los hijos, la familia. (Ef. 6:1-4). La cuarta prioridad en la secuencia, es con respecto a nuestro trabajo, acerca de los siervos y los patrones. (Ef. 6:5-9). Y por último, él habla de nuestro ministerio, de nuestra guerra espiritual, de nuestro servicio a los santos, de nuestra vida de oración. (Ef. 6:10-20).
Entonces, si hoy deseamos ordenar nuestro tiempo según la voluntad de Dios, es importante que veamos estas prioridades. Por eso el Señor está diciendo que debemos vivir prudentemente, como sabios, y no como necios. Necesitamos procurar conocer la voluntad del Señor.
¿Cuál es la voluntad del Señor para nosotros? Hace mucho tiempo atrás, cuando comencé a seguir al Señor, yo no tenía claridad respecto de estas prioridades. Entonces, por algún tiempo, las prioridades de mi vida estaban invertidas, y siempre hay pérdida cuando eso sucede. En este asunto de redimir nuestro tiempo, necesitamos en primer lugar ver las prioridades del Señor. Muchas veces hemos percibido en medio del pueblo de Dios mucha pérdida, muchos desastres, muchas personas heridas, porque esas prioridades están invertidas.
Es muy natural que en el primer lugar nosotros tengamos al Señor. Está claro en la Palabra. Necesitamos buscar en primer lugar el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas nos serán añadidas. Pero muy a menudo, invertimos ese orden, buscamos las otras cosas y no buscamos el reino de Dios; o buscamos el reino de Dios y también las otras cosas. Si buscamos las otras cosas y no el reino de Dios, no recibimos ni las otras cosas ni el reino de Dios.
Es un gran daño cuando no percibimos las prioridades de acuerdo a la voluntad del Señor. A veces, tenemos muchas disculpas para no hacer Su voluntad. Cuando el Señor Jesús les habló a los escribas y fariseos, él estaba llamando su atención porque ellos decían que si ofrecían alguna cosa al Señor y descuidaban a sus padres, eso estaba bien. Y el Señor les dijo: «No, ustedes están invalidando la Palabra de Dios».
Muchas veces decimos que queremos servir al Señor, y dejamos de lado a nuestros padres o a nuestra familia, y estamos invirtiendo las prioridades de Dios. A veces, los que somos casados, queremos servir al Señor, y ponemos la obra en primer lugar. Pero Dios nos dice que debemos ser fieles en lo poco, y él nos pondrá sobre lo mucho. Muchas veces ser fieles en lo poco representa prestar atención a nuestras familias, a nuestras esposas. Esto es muy importante.
He conocido algunos siervos del Señor, quienes después de muchos años de laborar en la obra de Dios nos han dicho que si comenzasen nuevamente, no harían como hicieron, porque ellos habían invertido el orden, dejaron a su familia en un gran daño por causa de la obra de Dios.
No me entiendan mal; no estoy queriendo decir que no tenemos que estar en la obra del Señor. Pero es necesario tener un equilibrio. Para que seamos edificados, para que haya armonía en nuestras vidas, para que nuestro tiempo sea bien invertido, necesitamos tener ese orden de Dios muy claro en nuestros corazones.
A veces, hemos puesto nuestro trabajo en primer lugar. Y decimos: ‘Yo necesito trabajar para sustentar a mi familia’, y nos afanamos mucho. Muchas veces eso es un engaño de Satanás. Recuerden al pueblo de Dios en Egipto. Una de las estrategias de Satanás, la estrategia de faraón, fue poner más trabajo sobre el pueblo. Faraón dijo: ‘Ustedes están mucho tiempo ociosos, por eso quieren ofrecer sacrificios a su Dios. Entonces, yo les voy a quitar la paja, y tendrán que producir más ladrillos’.
Ese es un sistema que impera hoy también. Se nos quita la paja y tenemos que producir más. Necesitamos poner las cosas en orden. Las prioridades de Dios deben estar en su lugar; tenemos que hacer todas las cosas de acuerdo a Su voluntad. Por eso, esta palabra de Pablo es muy importante.
Debemos vivir, no como necios, sino como sabios; debemos buscar la voluntad de Dios. Entonces el Señor nos puede mostrar cuál es su voluntad, cómo vamos a tener una vida equilibrada, para redimir nuestro tiempo. Ese es el primer punto. Es muy importante. Que el Señor nos bendiga y nos dé claridad acerca de sus prioridades; que no invirtamos esas prioridades, y que tampoco enfaticemos más una de ellas con respecto a las otras.
Cuando tenemos las prioridades en su orden correcto en nuestra vida con Dios, en nuestra búsqueda del Señor, él nos va a dar sabiduría para tener las otras prioridades en orden. Que el Señor nos bendiga en esto.
Contando nuestros días delante del Señor
El segundo punto importante cuando nosotros pensamos en redimir nuestro tiempo, en ganar nuestro tiempo, es el hecho de saber contar bien nuestros días delante de Dios. Cuando Moisés estaba en el final de su vida, él hizo una oración muy importante: «Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría» (Sal. 90:12).
Esa es una oración importante para nosotros. Moisés era alguien que tenía mucha intimidad con el Señor. La Escritura dice que el Señor hablaba con Moisés como con un amigo, cara a cara. Aun así, Moisés estaba pidiendo sabiduría. ¿Cuánto más nosotros necesitamos pedir sabiduría para contar nuestros días?
La Palabra de Dios, principalmente en el Antiguo Testamento, tiene muchos ejemplos de Dios contando los días del pueblo de Israel, y también hay ejemplos de días y años perdidos, cuando Dios no contó el tiempo de Israel.
Puede ser que muchas veces nuestros días, nuestros años, no estén siendo contados por el Señor. Si alguien aquí aún no ha tenido un encuentro con el Señor Jesús, queremos decirle que, espiritualmente, usted no tiene ningún día en la presencia del Señor. Es necesario arrepentirse, creer en el Señor Jesús y confesarle como Señor, y entonces él le va a salvar, y algo espiritual, algo maravilloso, sucederá con usted – Usted va a nacer de nuevo, y va a tener su primer día de vida delante de Dios.
A veces nosotros hemos pasado muchos años caminando con el Señor. Algunos de nosotros nacimos de nuevo hace veinte, treinta o cincuenta años. Pero eso no significa que todos esos años fueron contados delante del Señor. A veces, nuestros días, nuestros años, han sido consumidos por cosas que no agradan al Señor y no han sido vividos en la presencia del Señor, no han sido vividos en el orden que Dios ha puesto. Y necesitamos volvernos al Señor, y hacer esta oración que hizo Moisés: «Señor, enséñanos a contar nuestros días, y danos un corazón sabio para contar estos días».
La alegoría de la langosta
Quiero leer un versículo en el libro de Joel. Hay una promesa de Dios aquí. Tal vez Dios pueda hablar a tu corazón de la misma manera en que habló conmigo a través de este versículo. Como dije al comienzo, a menudo el Señor ha hablado conmigo exhortándome o animándome, y también advirtiéndome. Y este es un caso; es una promesa del Señor al pueblo de Dios: «Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros» (Joel 2:25).
Esta es una promesa del Señor. El pueblo de Dios había vivido lejos de la voluntad del Señor, y por esa razón esos años habían sido consumidos, habían sido perdidos. Mas ahora el Señor les está prometiendo que les restituiría los años que habían sido consumidos.
A veces nosotros miramos hacia atrás, después de algún tiempo siguiendo al Señor, y nos sentimos frustrados, porque parece que muchas cosas no valieron la pena; parece que perdimos mucho tiempo con tantas cosas, y no tuvimos las prioridades de Dios bien fuertes en nuestro corazón; parece que aquel tiempo fue consumido, que no tiene ningún valor.
El Señor nos promete que él va a restituir esos años. Tal vez hemos perdido mucho tiempo hasta aquí, pero el Señor nos está prometiendo que él va a restituir esos años. Él puede hacer todo nuevo para nosotros otra vez. Esta palabra es maravillosa, y quisiera dejarles esta palabra de ánimo.
El Señor va a restituir los años perdidos. No importa cuántos años fueron perdidos, ¡hay esperanza para todos nosotros! El Señor es maravilloso. Él es un Padre bondadoso, y puede darnos nuevamente ese tiempo, puede restaurar ese tiempo perdido. Nuestro Dios es un Dios de oportunidades. Tal vez ahora podamos mirar al Señor, y él nos dará una nueva oportunidad y restituirá los años que fueron consumidos.
Aquí en Joel está diciendo que los años del pueblo de Dios fueron consumidos por la langosta. Esa fue una disciplina de Dios. En el Antiguo Testamento, en el libro de Deuteronomio, el Señor dice que cuando el pueblo no estuviere viviendo de acuerdo con su voluntad, cuando el pueblo dejare al Señor de lado, y no hiciere de acuerdo con aquello que Dios había ordenado, Dios iba a permitir que la langosta consumiese todo su trabajo.
En este caso, el Señor está diciendo ahora que si nos volvemos a él, él va a restituir los años que fueron consumidos por la langosta. Tal vez en esta mañana, cada uno de nosotros delante del Señor necesita preguntar cuál ha sido la langosta en nuestra vida. El Señor, por su Espíritu, puede dar luz a nuestros corazones y mostrarnos cuál ha sido esa langosta. Tal vez sea una vida muy ocupada, que no tiene tiempo para buscar al Señor, o el enfriamiento de nuestro corazón, o la desobediencia de nuestro corazón. El Espíritu de Dios puede hablar con cada uno de nosotros, puede iluminar nuestros corazones y mostrarnos cuál es la langosta.
La langosta puede consumir nuestros años delante de Dios, y puede devorar todo el fruto de nuestro trabajo. Entonces, es importante que vengamos delante de Dios y que el Señor nos muestre, que abra nuestro entendimiento y nos haga ver qué es aquello que ha sido la langosta en nuestras vidas, para que nuestros días sean contados en la presencia del Señor, para que podamos decir como Pablo al final de su vida: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe» (2ª Tim. 4:7).
Pablo completó su carrera, porque ciertamente sus años fueron contados delante de Dios. Si no fuese así, su carrera no habría sido acabada. Mas, gracias a Dios, él puede dar ese testimonio de que completó su carrera. Nosotros tenemos el testimonio de Pablo de que Dios es fiel, y Dios puede hacernos completar también la nuestra.
Pero si nuestros años fueron consumidos por la langosta, no será fácil acabar nuestra carrera. Por el contrario, puede ser que no la acabemos, y esa sería una cosa terrible delante del Señor. Mas, gracias a Dios por la bondad de Dios; una y otra vez él habla con nosotros por su amor para con nosotros. Él nos llama la atención como un Padre bondadoso y nos muestra cuál es el camino que debemos seguir. El Señor me ha mostrado muchas langostas en mi vida. Gracias a Dios, él es poderoso y bondadoso para restituir los años que fueron consumidos.
Alimentándonos de langostas
Hay una persona muy importante en el Nuevo Testamento que vivió en la victoria de Dios. Es Juan el Bautista. ¿Ustedes recuerdan cuál era la comida de Juan el Bautista? ¡Langostas! Hermanos, este es un testimonio maravilloso del Espíritu Santo en su Palabra. Aquellas cosas que pueden hacer consumirse nuestros años, son las mismas cosas que pueden también llevarnos a contar nuestros días delante de Dios y nos pueden fortalecer en el Señor. Juan el Bautista se alimentaba de langostas. Las langostas no lo consumieron a él, sino que él se alimentaba de ellas.
Muchas veces las tribulaciones, las aflicciones de nuestra vida, los problemas entre hermanos, los problemas en la familia, los problemas de salud, los problemas financieros y toda clase de cosas, pueden estar consumiendo nuestros años. Pero, si vamos delante del Señor, todas esas cosas nos van a hacer más sabios y nos van a llevar a contar nuestro días delante de Dios. Nos vamos a fortalecer delante del Señor, y él va a usar eso como una comida para nosotros.
Cuando recordamos al pueblo de Dios que salió de Egipto para entrar en Canaán, el testimonio de ellos antes de entrar era que aquellas personas en Canaán eran gigantes, y que ellos se sentían como langostas. Entonces el pueblo murmuró delante de Dios. Pero dos personas, Josué y Caleb, proclamaron que el Señor estaba con ellos, y porque el Señor estaba con ellos aquellos gigantes serían como pan para ellos.
Yo creo que no fue en vano que el Señor, por el Espíritu Santo, haya registrado que Juan el Bautista se alimentara de langostas. Juan el Bautista tiene un testimonio delante de Dios, y una de las cosas maravillosas en la vida del profeta es que él era un nazareo, una persona consagrada al Señor. Y como ustedes recuerdan, un nazareo no podía cortar su cabello, no podía tocar cosas muertas y tampoco podía tomar vino.
Esta es una situación importante para nosotros. Cuando nosotros queremos comer las langostas, cuando queremos contar nuestros días, necesitamos consagrarnos al Señor, como un nazareo. Tener nuestros cabellos crecidos, no físicamente, sino espiritualmente, significa negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz y seguir al Señor, día a día.
No es que el vino, que alegra el corazón del hombre, sea pecaminoso. Nosotros podemos tomar vino. Pero aquí, espiritualmente, es una figura de que muchas veces, por amor al Señor, dejamos de lado algunas cosas que son buenas, para dedicarnos a él.
Otra cosa que un nazareo hacía era no tocar cosas muertas. Espiritualmente, esto nos habla que tampoco debemos tocar las cosas que a los ojos del Señor son muertas. Necesitamos estar delante de Dios en consagración, y él es quien puede ayudarnos, porque en nosotros mismos no tenemos fuerzas. Pero con la ayuda del Señor, por su Espíritu, podemos ir adelante y rogarle que nos ayude a contar nuestros días, y así nuestros días serán contabilizados por el Señor.
El Señor nos ha dicho, entonces, que debemos redimir nuestro tiempo. Que él nos ayude, nos hable al corazón, para que podamos redimir nuestro tiempo en estos días tan malos y correr nuestra carrera de forma que agrade a nuestro Padre, de forma que traiga gloria al Señor, y cuando lleguemos delante de él podamos oír aquella frase maravillosa: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor».
Que el Señor nos bendiga. Amén.
Mensaje impartido en Temuco, en mayo de 2006.