La simple alegría de vivir en él cada día.
¿Alguna vez te has sentido sacudido de un lado para el otro por las circunstancias sin saber qué siente el Creador del universo por ti? O quizás nunca has sabido cuánto Dios te ama.
En un grupo de estudio de la Biblia recientemente, conocí a una señora de unos cuarenta años muy activa en su iglesia, que admitió a un pequeño grupo de nosotros que nunca había estado segura de que Dios la amaba. Parecía que quería decir algo más, pero solo me pidió que orara por ella.
Mientras lo hacía, pidiéndole a Dios que le revelara cuánto él la ama, me vino una imagen a la mente.
Vi a una figura que sabía que era Jesús caminando en un campo tomándole la mano a una niña de más o menos unos cinco años. No sé cómo, pero sabía que esta mujer era esa niña. Oré y pedí que él le ayudara a descubrir una inocencia en su espíritu que le permitiera ir saltando en el campo junto a él.
Cuando terminé mi oración, la miré a ella y sus ojos estaban llenos de lágrimas. «¿Dijo la palabra ‘campo’?», me preguntó. Dije que sí, pensando que era raro que ella se hubiera concentrado en esa palabra.
Inmediatamente, ella empezó a llorar. Ya cuando podía hablar, me dijo: «No sabía cómo decírselo. Cuando tenía cinco años, un niño más grande me acosó sexualmente en un campo. Siempre que pienso en Dios, pienso en esa cosa horrible que me ocurrió y me pregunto, si él me amaba tanto, por qué no hizo nada para evitar que eso ocurriera».
Ella no es la única. Muchas personas tienen cicatrices y decepciones que pueden parecer pruebas convincentes de que el Dios de amor quizás no existe, o si existe, se mantiene a una cierta distancia de ellos y los deja bajo el control de los antojos de los pecados de otras personas.
No tengo una respuesta cierta para momentos como ése, como si cualquier respuesta pudiera ser efectiva en medio de semejante dolor. Le dije que, evidentemente, Dios quería que ella supiera que él había estado ahí con ella, y aunque él no hizo lo que ella consideraría que un amor verdadero haría, igualmente él la amaba. Él quería caminar con ella por ese campo profanado y redimirlo en su vida. Él quería darle una abundancia de alegría frente al evento más traumático de su vida, y convertir lo que debería haberla destruido en un escalón para avanzar hacia Su gracia.
Sé que esto puede parecer casi banal frente a un dolor tan increíble, pero el proceso ha empezado para ella. Mi esperanza es que estas palabras también promuevan ese proceso dentro de usted.
En realidad, Dios nunca ha actuado para con nosotros de ninguna otra manera que con una profundidad de amor que resulta imposible creer con comprensión humana. Sé que a veces no parece así. Cuando da la impresión de que él ignora fríamente nuestras oraciones más nobles, nuestra confianza en él puede ser fácilmente destrozada y empezamos a preguntarnos si le importamos. Hasta podemos escribir una lista de nuestros propios fracasos, que pueden, al parecer, justificar su indiferencia e invitarnos a una fuente oscura de odio para con nosotros mismos.
Cuando estamos jugando al juego del «Dios me ama-no me ama», las pruebas contra Dios puede parecer apabullantes. Él rara vez hace las cosas que nosotros pensamos que su amor debería hacer por nosotros. A menudo, pareciera que él está inactivo con indiferencia mientras nosotros sufrimos.
¿Cuántas veces nos parece que él defrauda nuestras expectativas más nobles? Pero nuestra percepción no es necesariamente la realidad. Si definimos a Dios solo en nuestra interpretación limitada de nuestras circunstancias, nunca descubriremos quién es él realmente. Sin embargo, él nos ha dado una forma mucho mejor, donde nuestro enfoque al estilo de pétalos de margarita del «Dios me ama-no me ama» puede ser tragado por la prueba innegable de su amor por nosotros en la Cruz del Calvario.
Ése es el lado de la cruz que ha sido casi ignorado en las últimas décadas. No hemos visto lo que realmente ocurrió allí entre el Padre y su Hijo, y que nos abre una puerta tan vasta y segura a su amor que nunca lo podemos dudar ni siquiera en nuestros días más oscuros.
A través de esa puerta podemos realmente saber quién es Dios y recibir la relación con Quien la parte más profunda de nuestro corazón ha estado necesitando tener. Ahí empezaremos, porque solo dentro del contexto de la relación que Dios desea tener con nosotros es donde podemos empezar a descubrir la gloria de su amor.
Él sí te ama más profundamente de lo que puedas imaginar; y así te ha amado durante toda tu vida. Una vez que aceptes esa verdad, tus problemas nunca van a provocar que cuestiones el afecto de Dios o causar que te preguntes si has hecho lo suficiente para merecértelo. En vez de temer que él te haya dado la espalda, podrás confiar en su amor en los momentos que más lo necesitas. Hasta podrás ver de las formas más raras cómo ese amor puede circular desde dentro de ti hacia un mundo que está hambriento de él.
Aprender a confiar en él de esa forma no es algo que ninguno de nosotros pueda resolver en un instante; pero es algo que aprenderemos a descubrir durante nuestra vida entera. Dios sabe lo difícil que es para nosotros aceptar su amor y nos enseña con más paciencia de la que podemos esperar. A través de cada circunstancia y de las maneras más sorprendentes, él demuestra su amor por nosotros en formas que nosotros podemos entender. Así que, quizás ya ha llegado el momento de dejar nuestras margaritas a un lado y descubrir que no es el miedo de perder el amor de Dios que nos mantendrá en este camino, sino la simple alegría de vivir en él cada día. ¡El día que lo descubras, empezarás a vivir realmente!
¡Qué gran amor nos ha dado nuestro Padre para que seamos llamados hijos de Dios! ¡Y eso es lo que somos! (1 Juan 3:1).
Wayne Jacobsen