En el tiempo del fin, sellando nuestra carrera con la corona de victoria y de honra.

La visión necesaria para el tiempo del fin

Así como ha habido «visitaciones» del Espíritu de tiempo en tiempo para propósitos específicos, ¿No debería ocurrir que, siendo la iglesia –el Cuerpo– la meta que gobierna toda la obra del Espíritu en esta dispensación, a medida que esta era se aproxima a su fin, las cuestiones que están esencialmente relacionadas con la iglesia deberían ser apropiadamente reenfocadas y orientadas hacia lo que eran cuando –en el comienzo– el Espíritu Santo dejó tan en claro que la iglesia es el vaso y el vehículo del «Testimonio de Jesús»?

Si esto es verdad, entonces la necesidad del momento es una nueva visión de la iglesia como el vaso de dicho testimonio, eternamente escogido y preordenado; y también, una nueva disposición de la voluntad de, a cualquier costo, tomar este terreno y abandonar todo lo que lo contradice (sea en método o en principio).

No hay duda de que esta hora actual demanda, por encima de todo lo demás, un ministerio de visión y revelación. Esto implica la necesidad de hombres que posean tal ministerio. ¿Qué visión y qué revelación son exigidas? ¡Respondemos, enfáticamente, que estas son las del eterno propósito de Dios! ¿Con qué está ligado este eterno propósito? ¡El Nuevo Testamento afirma que es con la iglesia como Cuerpo de Cristo! De esta manera, nosotros solo encontraremos la unción y la plenitud en la medida que llegamos a aquello que es más amado para el corazón del gran Novio. Este puede no ser un asunto de obtener cierta clase de cosas, sino de llegar a cierto lugar.

Reivindicación aplazada

Dios no nos prometió algo que en esta tierra, en esta dispensación, pudiese ser nuestra vindicación delante de los hombres; una justificación literal y material debido a que abandonamos todo por causa de Él. Cuanto más cerca del pensamiento divino estamos, más distantes quedamos de aquello que podría ser contado, apuntado y proclamado como resultado de nuestro propio trabajo.

Tales cosas forman parte de las prácticas rudimentarias de la vida humana y Dios nunca las lleva hacia adelante. Su trabajo más permanente y sólido se realiza en lo oculto, donde quien busca sensaciones no puede alcanzarlo, y donde el «departamento de publicidad» no tiene manera de hallarlo. Si la fe es realmente fe, y si el tiempo del fin debe testificar de la fe más que ningún otro tiempo (y la Escritura dice enfáticamente que así será), entonces, más que nunca, en el tiempo del fin habrá menos cosas visibles que puedan sustentar la fe. Mas, este principio se aplica a todas las épocas en las que Dios busca algo más que lo meramente superficial.

Los que vencen a Satanás en el tiempo del fin

Dios busca, hoy, tener un pueblo celestial que aún viva sobre la tierra para provocar una ruptura en las líneas de defensa enemigas, a través de una fe corporativa, una fe relacional, fortalecida por el amor, con el fin de vencer a los principados y potestades, y a todos los gobernadores de las tinieblas de este siglo.

Ahora bien, como nosotros sabemos, ha habido fracasos, pero una y otra vez en la historia de la era cristiana, las potestades han sido derrotadas. Todo esto fue conocido de antemano en la presencia de Dios, pero encontramos explícitamente revelado, en especial en Apocalipsis 12, que en el tiempo del fin habrá una compañía en la tierra que va a vencer al propio Satanás, en toda la magnitud de su malicia, sutileza y manifestación como enemigo de Dios y de los santos. Con todo, de ellos se dice que: «Ellos le han vencido por medio de la palabra del testimonio de ellos».

El aspecto subjetivo del retorno de Cristo

¿Piensa usted que la venida del Señor será solo un evento histórico, algo que ocurrirá de una forma puramente objetiva? Es verdad que existirá ese momento histórico, pero en la medida que esa dimensión no es suficiente para la iglesia, tampoco es suficiente para nosotros.

No, su regreso, por cuanto será un hecho realmente objetivo e histórico, será también una experiencia escrita en la propia vida, el corazón y la naturaleza de aquellos que están unidos a él. Él no viene solo para ser manifestado en gloria, sino que viene para ser glorificado en sus santos (2ª Tes. 1:10). Por lo tanto, la venida del Señor no es solo un evento objetivo, sino también un evento subjetivo.

Las primicias

Usted sabe bien que en el campo de cultivo, donde el agricultor trabajó con mucha paciencia, a medida que el tiempo de la cosecha se aproxima, día tras día él anda de un lado para otro buscando ávidamente las primeras señales de una respuesta a sus labores, su fatiga, sus anhelos, su espera y sus ansias. Y entonces llega el día en que él obtiene lo suficiente para asegurar que todo su trabajo no fue en vano; y él lo recoge como un símbolo de lo que todavía está por venir. Pero, él encuentra la satisfacción de su corazón, en primer lugar, en aquella primera recolección: Las primicias.

La naturaleza de la vanguardia de la iglesia

El curso normal de una verdadera vida cristiana gobernada por el Espíritu es que, para que ella llegue a su destino, haya un aumento constante de Cristo, un creciente descubrimiento de Cristo. Al final, la vanguardia de la iglesia, la punta de lanza del Israel espiritual, por quien será abierto finalmente el camino para que toda la iglesia entre en el dominio y el gobierno celestial junto con Cristo, será un pueblo en el que Cristo habrá de ser formado muy profundamente. Ellos son una necesidad para el Señor.

La naturaleza de la Novia

Puedo decir sin dudar quienes serán la Novia. No un cierto número de personas llamadas para serlo, como si fuesen diferentes de las demás, sino aquellos que llegan espiritualmente a esa posición. Ellos conformarán la Novia, y esta condición está abierta para todos. «Novia» no es un término técnico relativo a una cierta clase, orden o sección de cristianos. Es un término espiritual relativo a una condición, a un estado espiritual.

El sufrimiento venidero de la iglesia

Lo que es verdadero con respecto al inicio de las operaciones de Dios, y su continuación y expansión, es verdadero también para su consumación: Que en el fin de todas de las cosas habrá una fuerte convulsión. Si usted quiere cambiar la palabra, puede decir un penoso esfuerzo y sufrimiento.

No estoy muy seguro de que la iglesia no haya entrado ya en ese proceso. Ciertamente vendrá y será, al final, la explicación de todo. Esta es la Palabra de Dios. Este acontecimiento final y supremo, de intrínseca gloria y belleza, será traído por Dios por medio de la ardiente confrontación que habrá de preceder al final.

Sí, el doloroso esfuerzo de la iglesia al final de esta era resultará en la manifestación postrera de la iglesia en toda la gloria de la consumación del propósito divino. La Biblia da testimonio de que habrá un enorme y doloroso esfuerzo de la iglesia y de la creación, a través del cual finalmente el Reino advendrá en plenitud.

El eterno propósito: el criterio final

Siempre que nos encontramos con algún curso nuevo y diferente, con alguna nueva proposición o posición, deberíamos hacernos una pregunta suprema, en la cual deberíamos invertir mucho tiempo, orando seriamente mientras la ponderamos. Esa pregunta es: ¿Esto que está delante de mí se encuentra en armonía con el pleno propósito de Dios, tal como él ha sido revelado –no en forma fragmentaria, sino en plenitud– en su Palabra?

Dios no ha dejado dudas de que Él tiene en perspectiva un propósito claramente definido, que es el objetivo supremo de todas sus actividades. También está bastante claro cuál es ese propósito.

Además de eso, se nos muestra nítidamente que los creyentes son «llamados de acuerdo con su propósito», y que ellos deben «confirmar su elección». Un cierto cristiano ya mayor, un siervo de Dios grandemente usado, dijo, ya al final de su carrera, que su gran preocupación siempre fue que él «pudiese asir aquello para lo cual fue asido por Cristo Jesús».

Es responsabilidad y deber de todo verdadero cristiano estudiar de tal forma que se le aclare muy bien en qué consiste el «Eterno Propósito». Debe hacerlo así, porque todo lo que demande nuestro compromiso debe ser traído ante el estrado judicial de ese propósito, y entonces ser interrogado en su luz.

Una pregunta, y una solamente, decidirá la tragedia o la gloria: ¿Esto que está delante de mí se encuentra en armonía con el pleno propósito de Dios? Cuando llegue el fin y la historia completa sea contada, cuando la esencia sea considerada, cuando de entre todo sea retirado aquello que no posee la verdadera sustancia de Cristo; y cuando, por esta causa, sea reprobado y no sea trasladado a lo que es eterno: ¿Qué es lo que el río se llevará, y que emergerá del otro lado?

En todas las generaciones de esta dispensación, Dios ha estado trabajando y buscando asegurar un máximo que sea de valor eterno, que esté de acuerdo con su eterno propósito para con sus escogidos. Su disciplina tiene la finalidad de sacudir la paja, sacudir lo que es meramente perecedero, y almacenar lo que es imperecedero.

Cuando, de todas las generaciones, Él hubiere obtenido –en el cielo– una medida adecuada y proporcional de aquello que es su Hijo, vendrá el término de esta era. El mundo será depurado por el fuego y ese valor eterno acumulado será introducido con los escogidos para ser el carácter de aquello que gobernará todo por los siglos de los siglos. Por causa de la importancia de este asunto, el desarrollo del propósito divino es atacado por todos lados, y se utilizan todos los medios y esfuerzos para frustrarlo.

El Nuevo Testamento apoya ampliamente la posibilidad de una gran pérdida, incluso después de la justificación por la fe. Pablo mismo estaba profundamente interesado en este «premio del supremo llamamiento», y en que él pudiese conquistar aquello para lo cual había sido conquistado ¿Tenía él miedo de perder la salvación? ¿O esto era lo que él llamaba «el premio»?

Preparación para la venida del Señor

Muchos no han ido más allá de la idea – una idea nunca considerada seriamente – de que la Segunda Venida es simplemente un acontecimiento aislado, o un evento que, como parte de un programa o cronograma de movimientos providenciales, va simplemente a suceder.

Cuando el reloj marque las doce horas, el Señor vendrá. Bien, «dentro de su sola potestad», el Padre puede poner los tiempos y las estaciones; mas, cuando nosotros tocamos este asunto somos confrontados con uno de los inescrutables caminos de Dios. Hay varios de ellos en la Biblia. Reconciliar el libre albedrío y la predestinación compete a la sabiduría de Dios solamente y nosotros no podemos hacerlo.

De la misma forma, está más allá de nuestro entendimiento el hecho de que un cierto estado relacionado con la voluntad de los cristianos deba sincronizar con un determinado punto del tiempo para la venida del Señor.

Es, en cambio, indudable que en ambas cuestiones mencionadas arriba, la Biblia es bastante clara y enfática. El Señor vendrá en un tiempo definitivamente conocido y fijado por Él; pero, por otro lado, la venida del Señor será tanto una cuestión espiritual como cronológica. Y es en este lado espiritual de su advenimiento que la iglesia y sus maestros han sido demasiado débiles.

El hecho es que nosotros debemos movernos en dirección a Él exactamente tanto como Él se mueve en nuestra dirección. Sinceramente, al desprendernos de todo aquí, dejaremos este mundo – espiritualmente – para ocuparnos con las cosas de Cristo, esperar pacientemente y crecer en la fe. Estos son factores indispensables en relación a su venida y a nuestro caminar con Él.

Puede ocurrir que haya diferencias de opiniones con respecto a una forzada traslación de cristianos, o con respecto a que toda la iglesia sea arrebatada con ocasión de la venida del Cristo. No precisamos formular teorías o enseñanzas sobre tales cuestiones. La selectividad del arrebatamiento puede o no ser mantenida, pero de una cosa nadie puede escapar. Dios no dejó espacio para teorías aquí: Un estado espiritual de separación, responsabilidad y expectativa está invariablemente ligado al hecho de que seamos recibidos por Él en su aparición.

Entonces, ¿para qué razonar de otra manera y ser arrogantes en cuanto a la gracia de Dios? ¿Para qué arriesgar una falsa idea sobre la gracia, cuando Dios no nos ha dado nada que no implique una demanda positiva, nada nos ha dicho sobre tener un lugar para aquellos que no están avanzando con Él en un cien por ciento?

Nos gustaría subrayar la divina revelación de que la cruz nos separa de este mundo, de la carne, de la autoridad de Satanás y nos une a Cristo. Nos trae al terreno celestial y nos constituye un pueblo celestial, y que es por tal pueblo que el Señor vendrá.

El Señor no solo volverá, como es lógico, sino que él vendrá por cierta cosa específica. Es un asunto de amor. Él vendrá por su novia; pero, debe ser algo mutuo: «Aquellos que aman su venida» Siendo así, la cruz es tanto parte de la consumación como del comienzo, pues, por medio su operación en vida y en poder, el Señor vendrá por «un pueblo preparado». Esta preparación está relacionada con la condición del corazón y no con la comprensión mental de una verdad profética.

Conociendo al propio Señor como nuestra vida

Uno de los objetivos principales del Espíritu Santo para con los hijos de Dios es traerlos espiritual y experimentalmente hacia adentro de Cristo resucitado y exaltado, y hacia adentro de la vida de Cristo, resucitada y exaltada.

La fase actual está particularmente marcada por un rompimiento con las cosas, con los hombres y movimientos, cuyo objetivo es un apego total y completo al propio Señor Jesús. El anticristo será manifestado luego, y probablemente vendrá en la línea de un gran movimiento mundial; una mezcla de la suprema habilidad humana con la elevación moral y social bajo el nombre de «cristianismo»; un pleno desenvolvimiento del pecado principal: La independencia y la soberbia con respecto al Dios verdadero.

Multitudes serán atraídas por él y lo seguirán, en tanto que la negativa a ser incluido en tal movimiento traerá el estigma y el ostracismo para a aquellos que así lo hicieren. El Señor viene preparando a los suyos para la aparición del anticristo, buscando hacer que su vida sea el propio Señor Jesús, de una forma más completa de la que ha sido su experiencia hasta ahora. Pues, el trabajo, las empresas, las iglesias, las sociedades, las enseñanzas, las personas, etc., han sido hasta aquí la vida de muchos. Ellos necesitan el estímulo de un programa, un esquema o un lugar que puedan ocupar.

La enseñanza – como tal – puede traer confusión y no producir ningún progreso continuo. El trabajo puede llevar al cansancio y la decepción. Los movimientos pueden convertirse en entidades marcadas por características meramente humanas y llegar a ser esferas de disensión.

Las cosas – todas ellas – nos decepcionarán más temprano que tarde, pero el Señor permanece y nunca falla. La medida de nuestro apego al Señor puede ser inversamente proporcional a la medida de nuestro apego a algún interés propio, sea este una persona o un grupo de ellas, un lugar, un movimiento, o nuestra parte de un trabajo; y cuando estas cosas colapsan, la fe en el Señor es probada, mientras atravesamos un negro período que eclipsa nuestra fe.

Necesitamos aprender, principalmente, a ligar todas las cosas con el propio Señor y llegar a una plena apreciación de Él. El Señor tiene que ser la vida del espíritu, para que este sea fortalecido; y no los intereses o preocupaciones meramente objetivos.

El Señor tiene que ser la vida de nuestras mentes, de tal forma que la verdad no consista para nosotros en abstracciones, ni cosas meramente verdaderas, sino en vida y poder.

El Señor necesita ser la vida de nuestros cuerpos. La debilidad natural o la fuerza natural no es el criterio en este punto. La sanidad como una «verdad», o como una cosa en sí misma, puede tornarse una esclavitud legal y parasitaria. El Señor mismo es nuestra vida; sea que esta permanezca estorbada por las debilidades o libre de ellas, de cualquier forma puede servir para su gloria. No es tan importante la condición natural como las realidades trascendentes del Señor. En los días de terrible presión que ahora gravitan sobre el pueblo del Señor por todas partes; días en los que el enemigo tiene menos «horas de reposo» que nunca; días en los que resulta muy peligroso para los creyentes tener «horas de reposo», existe solo una cosa adecuada, y esta es que el Señor debe ser conocido absolutamente como nuestra vida.

Victoria sobre la muerte: El supremo pensamiento de Dios

El pensamiento de Dios es de vida y no de muerte. Dios está contra la muerte y a favor de la vida. Damos una mirada hacia atrás y vemos a Enoc, que rompió una larga historia de muerte: «Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios» (Gén.5:24). Esto es una excepción en el curso del hombre caído, que nos muestra cuál es el pensamiento de Dios cuando un hombre entra en una comunión real con Él mismo. Este es de vida y no de muerte; pues este fue siempre el pensamiento de Dios. Y este continúa siendo el pensamiento de Dios, que Él va a tener plena y gloriosamente expresado en la compañía creyente de sus propios hijos, los cuales serán trasladados a su presencia, como Enoc lo fue, y no verán la muerte ni el sepulcro.

Coronas

Pedro, Pablo, Santiago y Juan, todos ellos nos señalan hacia delante, a las coronas que Dios otorga a sus siervos. En cada uno de los casos, la idea está vinculada a una prueba, sea ella una lucha, una carrera o una confianza sostenida. Se habla de tres coronas: La corona de justicia, la corona de la vida y la corona de gloria, y parece ser que lo que se nos propone como coronación es el sello de una carrera con la victoria y la honra, siendo la corona un símbolo tanto de la victoria como de la honra.

Traducido del inglés de http://www.austin-sparks.net