El milagro de Navidad de Duan.
Fue un milagro casi increíble lo que ocurrió con el hermano Duan. Sin embargo, él no habría pasado por aquella experiencia si el ómnibus en que viajaba no se hubiese estropeado en medio del camino. Viniendo desde el norte en dirección a una provincia en el sur de China, en el mes de diciembre, al pasar por la provincia de Henan, el motor del vehículo dejó de funcionar, como si se resistiese a luchar contra el frío.
Duan, tal vez por capricho, salió en dirección a las plantaciones, dejando atrás a los demás pasajeros amontonados dentro del bus. Él era líder de una iglesia que se reunía en los hogares en el norte de China. Ahora, a los 77 años de edad, él iba de iglesia en iglesia. Ni siquiera tenía una casa que él pudiese llamar suya.
La verdad es que Duan estaba profundamente deprimido. Se preparaba para mediar en una disputa entre líderes, y estaba cansado de las luchas que parecían minar aquellas iglesias familiares. Y, además de eso, él estaba solo.
Mientras cruzaba el campo congelado, Duan sintió una gran nostalgia de su esposa, que había fallecido hacía mucho tiempo. Deseó que ella estuviese viva para oírlo y aconsejarlo con dulzura. Por fin, su mente cansada se volvió hacia su hijo, y una nube aún más oscura envolvió su corazón quebrantado.
Llegando a una aldea, llamó a la puerta de una casa que tenía una cruz tallada.
«¿Hay alguien aquí que ame al Señor?», preguntó. «Quisiera tener alguna comunión esta noche». La puerta fue abierta por un hombre de unos cincuenta años, y Duan fue recibido cálidamente. Sus pies fueron lavados en un lavatorio –una costumbre de bienvenida a los extraños dentro del movimiento de las iglesias en los hogares– y le sirvieron una comida de arroz con carne, y legumbres cocidas.
Él percibió que las personas en la casa estaban muy impresionadas. Le explicaron que luego ellos irían a una ciudad vecina a fin de oír la predicación de un notable maestro de la Biblia, que venía de una ciudad mayor.
«¿Cómo se llama el predicador?», preguntó Duan.
«El hermano Wang», le respondieron.
E insistieron con él para que fuese. En el trayecto a la reunión, ellos relataron a Duan algunas historias con respecto al misterioso hermano Wang. Era evidente que ellos amaban mucho a aquel hermano. Uno de ellos le explicó por qué.
«Cierta vez, estábamos realizando un seminario de entrenamiento, y oímos que la policía venía en camino. El hermano Wang hizo que todos saliesen, excepto el pastor. Cuando los policías llegaron, Wang se atrevió a negociar con ellos. Él estaba dispuesto a ir a prisión si el pastor –cuya esposa tenía un embarazo de ocho meses– era dejado en libertad. Ellos aceptaron la propuesta, y Wang pasó tres años en prisión.
«¿Qué edad tiene el hermano Wang?», preguntó Duan. Al oír que el predicador debería tener unos cuarenta años, Duan sintió dolor en su corazón.
«¿Qué le ocurre?», le preguntaron. «¿Se siente mal con el balanceo del carruaje?».
«No, estoy bien», replicó él, «solo que muy triste. Yo tuve un hijo, al cual conocí por apenas dos meses. Él está muerto, y si estuviese con vida hoy tendría 42 años. Mi esposa lo llamó ‘hijo de Navidad’, pues nació ese día. Yo lo llamé Isaac, porque hacía mucho tiempo que nos habíamos resignado a no tener hijos».
Se hizo el silencio entre ellos mientras la carroza traqueteaba bajo de las estrellas. El hermano Duan contó la increíble historia de cómo él y su esposa habían sido evangelistas en los años 50.Wu, un envidioso ex compañero de escuela, los acusó falsamente con las autoridades. El matrimonio percibió que solo era cuestión de tiempo antes de que fuesen llevados a prisión o aun muertos. ¿Qué ocurriría entonces con el pequeño bebé?
Todas las cosas nos ayudan a bien
Una noche, la esposa de Duan tuvo una visión en que oyó una fuerte voz diciendo: «Entrega a tu hijo al enemigo». Sin saber aquello, al día siguiente, Duan leyó Génesis 22:2: «Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas (…) y ofrécelo allí en holocausto».
Al compartir ambos estas revelaciones, el matrimonio tomó una decisión que hizo a Duan estremecerse de dolor todos los días desde entonces. Decidieron dar el pequeño a Wu y su esposa –que no tenían hijos– aunque Wu estuviese tramando para que Duan y su esposa fuesen presos.
Pasaron años antes que Duan fuese puesto en libertad y supiese lo que había ocurrido con su familia. Su esposa había muerto durante una terrible hambruna, y su hijo había desaparecido junto con la familia de Wu bajo los escombros de un terremoto devastador.
La tristeza de Duan se acrecentó cuando se aproximaban al local de reunión. «Dios me juzgó por haber sido tan irresponsable con mi pequeño hijo».
Unas doscientas personas se agolpaban en la casa donde el predicador hablaría. Como muchos otros, Duan tuvo que sentarse al lado afuera, en el jardín, y oír el mensaje a través de la ventana abierta.
Al oír la predicación, Duan sintió un estremecimiento terrible. Comenzó a temblar de miedo. ¿Se estaría muriendo? Aun las palabras que el predicador usaba le parecían familiares.
Confuso, se aproximó con dificultad hasta la ventana para ver al predicador, provocando mucho desorden al caer sobre algunas personas. El predicador se detuvo, y por un momento, se produjo silencio mientras ellos se miraban el uno al otro. La multitud también calló, al percibir la sorprendente semejanza física entre los dos.
«Discúlpeme por interrumpir su excelente mensaje», dijo Duan. «Tuve un hijo que tendría su edad ahora, y si estuviese vivo hoy, tendría su apariencia y hablaría como usted».
El hermano Wang comenzó a temblar violentamente. De pronto, sus piernas fallaron y fue necesario sostenerlo para que no cayese. Apretando el pecho jadeante, sollozó: «¿Usted es papá Duan?».
Todos lloraron al ver al padre y el hijo reunidos. El predicador contó que él realmente había sido criado por Wu. Impresionado con la actitud de Duan de dar a su propio hijo, Wu se había rendido a Cristo, volviéndose un siervo de Dios.
«Yo no soy tu verdadero padre», solía decirle. «Tu padre es un gran hombre de Dios, lleno de gracia y de amor. Él te dio a mí. Ahora yo te doy todo mi amor, y te animo a que pongas a Dios en primer lugar, tal como hizo tu verdadero padre.
Los padres adoptivos de Wang se mudaron de la región del terremoto antes de que el desastre aconteciese, pero ambos fallecieron de cáncer con cerca de sesenta años de edad. Al hacerse un evangelista, Wang pasó mucho tiempo intentando encontrar a su verdadero padre. Sin embargo, Duan, para no caer preso, se cambió de nombre tantas veces que fue imposible localizarlo.
Mientras el padre y el hijo seguían llorando abrazados, uno de los ancianos de la iglesia se puso en pie y dijo: «¡Es Navidad! Este es el sermón de esta noche. Cristo vino al mundo a salvar a los pecadores – eso es la Navidad. Tal como Duan entregó a su único hijo a los cuidados de su enemigo, Dios dio a su único Hijo por nosotros los pecadores. ¡Gocémonos también en el reencuentro y en las bendiciones de esta noche!».
Vemos cómo Dios escribe el último capítulo. Al requerir nuestra obediencia, ella está muchas veces más allá de nuestra comprensión. ¿Cómo podría ella cooperar para el bien de aquellos que aman a Dios?
En verdad, fue en su omnisciencia que Dios les pidió que le diesen aquel hijo. Y finalmente, fue la bondad de Dios Padre que condujo a Duam a salir desde aquel ómnibus y a ir hacia aquel lugar, en aquel exacto momento.
DeVern FromkeTraducido de A Janela Mais Ampla.