Meditaciones de Oswald Chambers.
La pasión dominante del obrero
«Por tanto, procuramos también… serle agradables» (2ª Corintios 5:9).
Es trabajo arduo mantener la ambición suprema al frente. Significa mantenerse en ese alto ideal año tras año, no siendo ambiciosos de ganar almas ni establecer iglesias ni de tener avivamientos, sino ser tan sólo ambiciosos de ser «aceptos al Señor». No es la falta de experiencia espiritual lo que conduce al fracaso, sino la insuficiencia de esfuerzo en mantener bien en alto el ideal. Por lo menos una vez por semana entra en cuentas con Dios, y ve si estás manteniendo tu vida a la altura de la norma que él desea. Pablo es como un músico que no se cuida de la aprobación del auditorio, con tal que pueda captar la mirada de aprobación de su Maestro.
Cualquier ambición que esté en lo más mínimo apartada de esta ambición central de «presentarse a Dios aprobado» podrá terminar en que seamos reprobados. Aprende a discernir adónde conduce la ambición, y verás por qué es tan necesario vivir enfrentándose al Señor Jesucristo. Pablo dice: «Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado» (1ª Corintios 9:27).
Tengo que aprender a relacionar todo a la ambición maestra, y mantenerla sin cesar. Lo que valgo para Dios en público es lo que soy en privado. ¿Es mi ambición maestra agradarle a él y serle acepto, o es algo menor, no importa cuán noble sea?
¿Qué deseas?
«¿Y tú buscas para ti grandezas?» (Jeremías 45:5).
¿Estás buscando grandes cosas para ti? No buscando ser grande, sino buscando grandes cosas de Dios para ti mismo. Dios quiere que estés más bien en una relación íntima con él, que recibiendo sus dones. Quiere que llegues a conocerle. Una cosa grande es accidental, viene y se va. Dios nunca nos da nada por accidente. Nada es más fácil que entrar en una relación verdadera con Dios, a no ser cuando no es Dios mismo a quien tú deseas, sino solamente lo que él te da.
Si sólo has llegado a ese punto de pedirle cosas a Dios, no has llegado todavía al borde del abandono de Dios; has llegado a ser un cristiano desde tu propio punto de vista. «Le pedí a Dios el Espíritu Santo, pero no me dio el sosiego y la paz que yo esperaba». Inmediatamente Dios pone el dedo en la razón: no estás buscando absolutamente al Señor, estás buscando algo para ti mismo. Jesús dice: «Pedid y se os dará». Pide a Dios lo que deseas, pero no puedes pedir si no es por una causa justa. Cuando te acercas a Dios, deja de pedir cosas. «Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, aun antes de que le pidáis». Entonces, ¿por qué pedir? Para que lleguéis a conocerle.
Uno con Dios
«Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros!» (Juan 17:21).
Si estás pasando por una senda solitaria, lee Juan 17. Esta lectura te explicará exactamente por qué estás donde estás. Jesús ha orado para que seas uno con el Padre, como él lo es. ¿Le estás ayudando a Dios a contestar esa oración, o tienes otra finalidad para tu vida? Desde que te hiciste un discípulo, no puedes ser tan independiente como lo eras antes.
El propósito de Dios no es el de contestar nuestras oraciones, sino que por nuestras oraciones lleguemos a discernir la mente de Dios, y ésta está revelada en Juan 17. Hay una oración que Dios tiene que contestar, y esa es la oración de Jesús: que sean una sola cosa, como también nosotros somos una cosa». ¿Estamos tan positivamente cerca de Jesús como para eso?
A Dios no le importan nuestros planes. Él no nos dice: «¿Quieres pasar por este duelo o este contratiempo?». Él permite estas cosas para sus propios designios. Las cosas que estamos padeciendo ¿nos están haciendo hombres y mujeres más amables, mejores, más nobles, o nos están haciendo más cavilosos, más criticones, más insistentes en nuestra propia manera de hacer las cosas?
Las cosas que suceden, o nos hacen demonios o nos hacen santos; esto depende enteramente de la relación que guardamos con Dios. Si decimos: «Hágase tu voluntad», obtendremos la respuesta de Juan 17; la consolación de saber que nuestro Padre está obrando según su propia sabiduría.
Cuando comprendamos lo que Dios está procurando, no seremos más mezquinos y cínicos. Jesús ha rogado por nosotros nada menos que por una absoluta unidad con él mismo; como él era uno con el Padre. Algunos de nosotros estamos lejos de eso, pero Dios no nos dejará hasta que seamos uno con él, porque Jesús ha orado para que podamos serlo.
Descubriendo los designios divinos
«Guiándome Jehová en el camino…» (Génesis 24:27).
Tenemos que ser uno con Dios de tal manera que no necesitemos pedir su dirección continuamente. La santificación significa que somos hechos hijos de Dios; y la vida natural de un hijo es la obediencia, hasta que llega el momento en que quiere ser desobediente, entonces inmediatamente siente la discordia intuitiva.
En el reino espiritual la discordia intuitiva es la amonestación del Espíritu de Dios. Cuando él hace una reprensión, tenemos que detenernos en seguida y ser renovados en el espíritu de nuestras mentes a fin de conocer cuál es la voluntad de Dios. Si somos nacidos de nuevo del Espíritu de Dios, es una aberración de la piedad pedir a Dios que nos dirija aquí o allá. «Guiándome Jehová», y mirando hacia atrás vemos la presencia de un plan notable que, si somos nacidos de Dios, se lo atribuiremos a él.
Todos podemos ver a Dios en las cosas excepcionales, pero se requiere la cultura de la disciplina espiritual para ver a Dios en cada detalle. Nunca permitas que la aparente casualidad sea otra cosa que el orden establecido por Dios, y permanece listo para descubrir los designios de Dios en cualquier lugar.
Guárdate de que tus convicciones se hagan un ídolo inflexible en ti, en vez de ser consagrado a Dios. «Nunca haré eso». Con toda probabilidad lo tendrás que hacer si eres un santo. Nunca hubo sobre la tierra un ser más inflexible que nuestro Señor; pero él nunca fue inflexible con su Padre. La única consistencia de un creyente debe ser, no a un principio, sino a la vida divina. Es la vida divina la que continuamente hace más descubrimientos acerca de la mente divina. Es más fácil ser un fanático que un alma fiel, porque hay algo asombrosamente humillante, especialmente para nuestro orgullo religioso, en ser leales a Dios.
Oswald ChambersTomado de «En pos de lo supremo».