Cómo consagramos el tiempo, la recreación, los recursos, la familia y los amigos.
La santidad cristiana es algo de significación práctica y de aplicación constante.
Está destinada a ser una cosa visible, observable; no, ciertamente, en su esencia y principio, ni totalmente en sus resultados, pues muchos y los más vitales de ellos ocurrirán dentro del mundo del «hombre interior», observados sólo por la conciencia y por el Señor, y, tal vez, por seres espirituales invisibles. Pero, de mil maneras, sin embargo, la santidad cristiana aparecerá clara y visible a los ojos humanos en la página abierta de la vida diaria.
«No yo, mas Cristo» es un hecho destinado a ser manifiesto. Está proyectado, calculado, para iluminar el camino común del día a día de la persona cuya voluntad así lo permite. ¿No dice usted que su «yo» y todos sus intereses y metas están ahora puestos a los pies del Señor? ¿No dice usted que literal y totalmente ya no se pertenece a sí mismo, sino a él? Entonces, habiendo sido la fuente y el centro de su vida transferido a la voluntad de Otro, habrá una silenciosa y real revolución. Las cosas, en un cierto sentido práctico, parecerán diferentes por causa de ese cambio. La vida vivida para el «yo» y la vida vivida para el Señor, aunque puedan coincidir aquí y allá en los detalles, no pueden, en su totalidad, parecerse.
Examinémonos, o mejor, aproximémonos como el salmista y digamos: «Examíname, oh Dios, y guíame por el camino eterno» (Sal. 139:23-24). Él puede tanto examinarnos como guiarnos. Él puede mostrarnos el error, el desvío, la inconsistencia, y él puede «producir en nosotros el querer», el abandonar a cualquier precio, sea lo que fuere que en nuestra práctica niegue realmente la suprema confesión de que somos de él.
El tiempo
¿Qué me dice usted, entonces, de su tiempo? ¿Usted ha cantado de corazón: «Toma mis momentos y mis días»? ¿Usted está observando esta oración? ¿Usted realmente ocupa las horas, las horas que vuelan, en los asuntos del Señor, y no sólo en su propio deleite, con una finalidad aparte de él? Él puede, sin duda, hacer que los negocios de él y aquello que es del agrado suyo coincidan. Pero puede no hacerlo, y muy frecuentemente hará que no coincidan; y él tiene el derecho, el pleno derecho, de no hacerlos coincidir nunca. ¿Está usted esperando y aguardando Sus órdenes con respecto a qué hacer con este gran Talento del Tiempo, siempre disminuyendo en cuanto a cantidad y siempre creciendo en resultados y responsabilidad indestructible?
La recreación
¿Y con relación a su recreación? ¿Es su voluntad soberana simplemente, y sin vacilación, la ley para usted? Aquí se encuentran problemas delicados, yo sé. Cuerpos y mentes, agotados y exhaustos en este nuestro estado de humillación, frecuentemente necesitan de recreación. Y recuerde: el Señor puede compartir esa necesidad. Él no se olvidó de descansar junto al pozo de Sicar, en el cabezal de una barca, o en medio de una familia en Betania. ¿Pero usted le ha consultado respecto de todo esto, lealmente y en su calidad de esclavo suyo? ¿Está dispuesto a cederle, con una sonrisa de entero consentimiento, su ocupación terrena más querida, si él se la pide?
Puede que el no le pida que renuncie completamente a ella. Si por acaso consiste en el uso de dádivas especiales de él para usted, muy probablemente no le pedirá una renuncia completa, aunque puede hacerlo. Pero si dice: «Puede conservar o hacer eso», él pondrá una nueva impresión, una nueva marca, sobre esas cosas en particular.
De una forma u otra, ellas serán «marcadas con la cruz». Literatura, música, otras formas de arte, capacidad de hablar, conversación fascinante, riqueza de afectos, riqueza de conocimiento, fuerza y destreza de manos y de constitución física, serán definitivamente y (más temprano o más tarde) visiblemente transformadas en «vasos para uso del Maestro». En estos asuntos, o en algunos de ellos, usted y yo un día presentamos «nuestros miembros al pecado como instrumentos» para placeres injustos (Rom. 6:13). Ahora nosotros los presentamos en estas mismas cosas, de la misma forma, «a Dios». Con relación a los detalles, busque la voluntad de Dios sobriamente, pero sin reservas, con los ojos abiertos a la Biblia y a su campo de trabajo, y él «te pastoreará siempre» (Is. 58:11).
Los recursos
¿Y con respecto a sus recursos? Tiene que reconocer, sea que reciba cinco mil por año, o cincuenta mil, o sea que usted lamentablemente gane un pequeño salario semanal, que todo le pertenece a Él, según el principio divino de la esclavitud. Su contabilidad debe ser expuesta a Su inspección. Sus gastos ocasionales necesitan ser hechos como si estuviese en Su presencia. Usted necesita ser al mismo tiempo económico y generoso, porque es la persona de Su confianza y Su agente. Usted mismo debe ser un ‘mentís’ a la censura contra la Iglesia de Cristo de que alguien puede convertirse y aun así dejar su bolsillo sin convertir.
¿Él le ha dado a usted no sólo dinero, sino riquezas de otro tipo, riquezas de tiempo libre, jardines y campos, y las agradables dependencias de una bella casa? ¿Se puede decir que el uso que usted hace de todo eso es precisamente el mismo que el que hace su vecino rico, que honestamente admite buscar su propio placer y hacer de esta vida su meta? ¡Ah! ¿No es eso lo que sucede frecuentemente? Pero, ¿debe eso suceder ahora, cuando usted tan profundamente se ve como esclavo de Jesucristo, a quien fueron confiados Sus bienes? No, usted descubrirá maravillosas maneras de utilizarlos para su amado Maestro.
La familia
¿Y con referencia a su familia? ¿Usted también reconoce que ellos pertenecen a su Maestro? Por la ley hebrea de la esclavitud ellos le pertenecerían; y ellos Le pertenecen por la ley de Cristo. ¿Su primera preocupación, su primera oración y esfuerzo en relación a sus hijos es que ellos vivan para Dios y puedan ser de utilidad para él? Verdaderamente, usted no puede abusar de su autoridad, forzando la voluntad de ellos, ni concederles gracia. Pero usted puede presentarlos sin reservas y diariamente a Aquel que tiene ese poder. Y, por la gracia de Dios, usted puede vivir delante de sus hijos de tal manera que él llegue a ser la meta y el todo para ellos. Puede también dirigir de tal forma su educación para que su primera preocupación sea el establecimiento de su fe y su preparación para el servicio de Dios.
¿Es realmente esa su escuela para sus hijos? ¿Preferiría usted mucho más verlos pobres y sin recibir una educación completa, pero conociendo y sirviendo a Cristo, que verlos admirablemente colocados, espléndidamente educados, y perfectamente respetados, sin decidirse, sin embargo, por él?
Los amigos
¿Y qué decir de sus amigos? Pocas preguntas involucran mayor dificultad en la respuesta cuando alguien intenta ‘a priori’ entrar en detalles. Pero, entonces, en un sentido verdadero, usted no necesita hacerlo. Dé el paso inicial de entero reconocimiento de la posesión del Señor sobre usted, en cualquier lugar y en cualquier cosa, y los caminos tortuosos se enderezarán más y más. ¿Usted está haciendo esto? ¿Reconoce perfectamente que sus amistades son cosas a ser formadas y mantenidas bajo la mirada de su Maestro, y por su esclavo que es también su amigo? ¿Usted desea realmente consultar a su Amigo más cercano todos los problemas?
La simplicidad de la voluntad en este asunto resolverá gran parte de la complejidad de las circunstancias. Usted seguramente verá, con un tacto santo, cómo y cuándo estar «en el mundo», en un sentido social, a pesar de «no ser de él», y cómo y cuándo con calma y decisión apartarse, retirarse, rehusar; cómo estar en silencio, cómo hablar, cómo siempre dar testimonio de su Señor en el tono y en el humor de la conversación común.
Nuestra posición, nuestro secreto, como Sus esclavos, Sus herramientas, Sus amigos, Sus miembros, debemos extenderlo a todas las cosas, en los detalles de todo lo que es moderno en nuestro mundo, como también en las horas en que nos recogemos al gran pasado y al futuro eterno. «Para el Señor» – éste debe y precisa ser nuestro lema. Él gobernará la práctica de nuestro vestir, en nuestra mesa, en los libros que leemos, en las vacaciones que tomamos, en los móviles con que compramos. Y, ¡oh! ¡cómo él gobernará los pensamientos que pensamos, el temperamento que manifestamos, las palabras que hablamos!
Esa práctica se introducirá en la textura de nuestra vida. Lo espiritual, por una santa ley, invadirá más y más la vida práctica. Para nosotros, «el vivir será Cristo». Él se tornará para nosotros en todas las experiencias del ser y del hacer humanos, la santificación. (Fil. 1:21; 1 Co. 1:30).
Handley C. G. MouleDel libro «Thoughts on Christian Sanctity» Trad. del portugués de «À Maturidade».