Cristo no es sólo el camino para llegar a Dios, sino también es el método para una vida cristiana victoriosa.
Jesús le dijo: Yo soy el camino…”.
– Jn. 14:6.
La palabra ‘camino’ también significa ‘método’. Lo que Él nos muestra aquí es que Él es el camino por el cual llegamos a Dios, y el método por el cual alcanzamos a Dios. Teniéndolo a él, tenemos el camino; poseyéndolo a él, poseemos el método. Todo cristiano verdadero debe aprender la lección de que el Señor Jesús es el camino, de que él es el método. En caso de que ya haya sido salvo usted al menos pasó por la experiencia de creer en Jesús como el camino para llegar a Dios. Esto porque Él es el camino, sin el cual nadie puede llegar a Dios. Todos los que un día fueron salvos saben cómo andar en ese camino. Alabado sea Dios, porque por lo menos esa lección de allegarnos a Dios a través de Jesús de Nazaret, su Hijo, ha sido aprendida por muchos cristianos. Ya caminamos ese camino por lo menos una vez. Ese camino es nada más que el propio Cristo. No existe ningún método fuera de él. Precisamos ver que el Señor Jesús, y ningún otro método, es el único camino por el cual llegamos a Dios, tanto en el momento de nuestra salvación como después.
Cristianos en busca de métodos
Algunos cristianos están en la búsqueda de nuevos métodos espirituales. Cierta vez, después de oír un mensaje respecto de la victoria a través de Cristo y no por esfuerzo propio, un hermano dijo a aquél que había predicado el mensaje: “Por muchos años he sido constantemente derrotado, pero hoy todo está resuelto.” A lo que el predicador preguntó: “¿Y cómo sabe usted eso?”. El hermano respondió: “Porque ahora creo haber hallado un camino para la victoria. ¡Alabado sea Dios porque hoy encontré un método! La victoria a través del Señor, no a través de mí mismo”. El hermano que había dado el mensaje respondió: “Si todo lo que halló fue un camino para la victoria, entonces usted va a ser derrotado nuevamente”. “¿Por qué dice eso?”. “Porque el Señor Jesús nos dice: “Yo soy el camino”. En otras palabras, él solamente es el camino, el método. El camino no está fuera de él, porque él mismo es el camino. Si todo aquello que conseguimos se resume en un método, descubrimos rápidamente su ineficacia. Dios no nos da un método: Él nos da a Su propio Hijo.
Oímos frecuentemente la experiencia de otras personas y percibimos su validez, pero lo que vemos es solamente un método en vez de ver al Señor que aquellas personas tocaron. Como resultado sufrimos derrota tras derrota. El problema principal es que, de esta manera, nosotros no llegamos a conocer al Señor como el camino.
Dos cosas diferentes
Precisamos entender que creer en el propio Señor y creer en una fórmula son, en realidad, dos cosas diferentes. Por la gracia de Dios, un cristiano tiene sus ojos abiertos para ver qué tipo de persona es él, así que él se somete a creer en el Señor, confiando que el Señor hará aquello que él no puede hacer por sí mismo. En consecuencia, él obtiene liberación y se torna completamente satisfecho delante de Dios. Más tarde, sin embargo, otro cristiano aparece. Al oír el testimonio de aquella primera persona, él también pide a Dios que lo ilumine para descubrir su incapacidad. Él también sabe que debe creer en Dios y que humildemente debe abandonar su yo. Con todo, extrañamente él no recibe la liberación que el primero experimentó. ¿Cómo se explica eso? La razón es que el primer hermano posee la fe viva que lo capacita tanto para tocar como para creer en el Señor, en cambio el segundo no posee fe alguna, sino que está meramente copiando una fórmula; y así, él no llega a tocar a Dios. Resumiendo, lo que el segundo hermano tiene es un método, no al Señor. Un método no tiene poder ni eficacia alguna; por el hecho de no ser Cristo, ese método es simplemente algo muerto.
Fuera de Cristo todo está muerto
Todas las cosas espirituales que están fuera de Cristo son muertas. Vamos a enfatizar esto bien. Algunos hermanos y hermanas se preguntan: “Cuán extraño es que algunas personas que creen en Dios tengan sus oraciones respondidas, en cambio yo, que también creo, no las tengo. ¿Por qué Dios muestra su gracia para con ellas y no para conmigo?”. Parecen acusar a Dios de parcialidad, no percibiendo que aquello en que ellos creen es nada más que una ‘cosa’ y, por tanto, es muerta. Ni fórmulas ni métodos funcionan; sólo Cristo es vivo. No es porque alguien haya aprendido una serie de métodos que tal persona sea un cristiano; las personas se vuelven hijos de Dios a través del nuevo nacimiento, y no por haberlo aprendido.
“Yo soy el camino”, afirma el Señor Jesús. Cristo es el camino, Cristo es el método. Mis amigos, ¿Será que Cristo es su camino, Cristo es su método? ¿O será que usted está buscando un camino o un método diferente de él mismo? Alabado sea Dios, si Cristo fuese nuestro método, todo estará bien. Pero si tenemos simplemente una fórmula, aunque sea mejor y más precisa que muchas, todavía así, es algo muerto y no posee valor espiritual alguno. La razón de oraciones no respondidas y de testimonios ineficaces reside en el hecho de no haber tocado al Señor. Meramente copiamos los métodos de otros; pero de hecho no tocamos al Señor.
Un siervo del Señor cierta vez predicó un mensaje sobre Romanos 6 al 8. Cierto hermano, el oír ese mensaje dijo: “Hoy consigo entender el camino de la victoria. Veo claramente. De ahora en adelante no seré más derrotado como antes.” Otro hermano se aproximó al predicador y cuando éste le preguntó cómo se sentía, dijo: “No sé como describirlo. Sin embargo, el Señor abrió mis ojos y hoy yo le vi.” Lo que este último hermano obtuvo fue al propio Señor. Él, por lo tanto, se mantuvo firme; en cambio el primero fue nuevamente derrotado. Esto, porque el primer hermano recibió solamente un método sin valor y no al propio Señor.
Ver y tocar al Señor
Asimismo, nuestra motivación al oír un mensaje es muchas veces incorrecta. En vez de pedir al Señor revelación para que podamos verlo, intentamos memorizar un método que podamos llevar con nosotros. Si luego aplicamos tal método, no llegaremos a ningún lugar. Algunas veces, sin embargo, llegamos a vislumbrar algo, quizá sin tener la certeza como para atrevernos a decir que vimos al Señor. No obstante, si le vimos, tal visión traerá un cambio real. Gracias a Dios, este es el camino. No se trata de aprender un método, sino de conocer al Señor. Claramente nos es mostrado que el propio Señor es el método.
Debemos, por tanto, al oír un mensaje o un testimonio, examinarnos a nosotros mismos y verificar si hemos encontrado al Señor o si, simplemente, comprendemos un método. No hay liberación en conocer un método; solamente somos liberados al conocer al Señor. Oír cómo él ha ayudado a otros no nos salvará; sólo hallaremos salvación si confiamos en el Señor y en él solamente. Las palabras proferidas por ellos pueden parecer las mismas, pero en cuanto a realidad espiritual hay una distancia enorme. El Señor es el Señor de la vida y quien lo toca a él, toca la vida. Solamente el tocar al Señor confiere vida.
(Extracto del libro “Cristo, la esencia de todo lo que es espiritual”)