Desde el griego
«Psiqué” y “Zoé” son dos palabras griegas que, aunque no son sinónimos, se traducen comúnmente como “vida”. Psiqué y zoé designan dos niveles o tipos distintos de vida. Psiqué es vida psíquica o anímica y zoé es vida espiritual. Psiqué está relacionada principalmente con el alma, y zoé con el espíritu. En efecto, psiqué se traduce habitualmente también como alma. Por lo tanto, psiqué es la vida del alma o –inventando un término– es vida almática. El hombre fue creado con vida psíquica o alma: “Fue hecho el primer hombre Adán alma (psiqué) viviente” (1Cor. 15:45). Adán era un ser animado por su alma. Era un ser viviente con vida natural.
Zoé, por su parte, es la clase de vida espiritual, divina, eterna. 43 veces zoé es mencionada como “vida eterna”. Adán no fue creado con esta clase de vida, pero fue creado para participar de ella. Zoé, la clase de vida divina, estaba para Adán en el árbol de la Vida (gr. Zoé). Este árbol representaba al Señor Jesucristo. Por eso, el apóstol Juan declara que “en él estaba la vida (zoé), y la vida (zoé) era la luz de los hombres (Jn. 1:4).
Psiqué y zoé representaban, en definitiva, dos formas de vida distintas por medio de las cuales Adán podría vivir. Si comía del árbol de la vida viviría entonces a través de un tipo de vida increada, eterna, espiritual; esto es, viviría por medio de la misma vida de Dios. Por el contrario, si no llegaba a comer del árbol de la vida, viviría en ese caso sólo por medio de su vida humana, creada y natural. Ahora bien, todos sabemos que Adán, por su desobediencia, no participó del árbol de la vida y, en consecuencia, quedó a medio camino en el propósito de Dios. En lugar de llegar a ser un hombre espiritual, se convirtió en un hombre natural (psíquico) (1Cor. 2:14; 15:44, 46; Jud. 19) y carnal (sárkikos) (1Cor. 3:1,3; Rm. 7:14), ajeno de la vida (zoé) de Dios (Ef. 4:18).
Pero llegó el bendito día en que la vida eterna (zoé), la cual estaba con el Padre, se nos manifestó. ¡Aleluya! El Verbo de vida (zoé) se hizo carne, “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (zoé). A los que creen en el Hijo la vida de Dios les es impartida en su espíritu, de manera que “si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive (zoé) a causa de la justicia” (Rm. 8:10). “Y este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna (zoé); y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida (zoé) (1Jn. 5:11-12).
La vida espiritual está, pues, ahora, dentro de nosotros. No obstante, eso no significa que esté operando automáticamente en nosotros. Es un gran paso que la vida divina, que estaba en el huerto fuera de Adán, se encuentre ahora morando en nosotros. Pero todavía tenemos que aprender a vivir por medio de ella.
Es tan así, que cuando Pablo escribió a los corintios, aunque ellos ya habían recibido vida espiritual, los trata, sin embargo, aún de carnales (sárkikos) (1Cor.3:3). Para aprender a vivir por medio de la vida divina necesitamos aprender dos cosas: En lo negativo, necesitamos perder nuestra vida natural y, en lo positivo, aprender a andar en el Espíritu. Es un intercambio: Por una parte, ya no vivo yo, y por otra, vive Cristo en mí (Gál. 2:20). Una cosa no es posible sin la otra. Por eso enseñó Jesús que “todo el que quiera salvar su vida (psiqué), la perderá; y todo el que pierda su vida (psiqué) por causa de mí, la hallará” (Mt. 16:25). “Perder” significa renunciar, dejar, negarse a vivir por medio de la vida psiqué. En definitiva, hay que morir a ella. De ahí la necesidad de tomar la cruz cada día.
Por otra parte, debemos andar en el Espíritu, porque él es el Espíritu de vida (zoé). “El que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida (zoé) eterna” (Gál. 6:8). “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida (zoé) y paz” (Rm. 8:6).
Finalmente, el Señor Jesucristo, en el evangelio de Juan, unió de manera magistral estas dos verdades. Él dijo: “El que ama su vida (psiqué), la perderá; y el que aborrece su vida (psiqué) en este mundo, para vida (zoé) eterna la guardará” (12:25).