No todo servicio es un servicio al Señor. He aquí las características de un servicio espiritual.
Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne».
– Flp. 3:3.
Veremos en este versículo cuatro declaraciones, que podemos decir que son las características de un servicio normal.
Indudablemente, el apóstol Pablo y quienes estaban con ellos, fueron hombres muy fructíferos en la obra del Señor. Ellos podían contar una y otra vez cuán grandes cosas había hecho el Señor con ellos.
Nosotros, que queremos avanzar hasta la normalidad también en el servicio, meditemos en estas palabras de Filipenses, porque esto representa la normalidad. ¿De qué tipo de siervos se agrada el Señor? ¿Cómo son los hombres y mujeres a quienes el Señor usa? En estos días hemos dicho que el Señor quiere usar a todo el cuerpo, hemos dicho que todos tenemos una función. Alguien podría pensar que esta palabra debiera ser para los obreros, para los ancianos y para los colaboradores; sin embargo es una palabra para siervos, y todos nosotros somos siervos de Dios.
Nosotros somos la circuncisión
“Porque nosotros somos la circuncisión …”. Esta palabra tan técnica, tan del Antiguo Testamento (y que también aparece en el Nuevo), no la vamos a explicar con detalle. Sin embargo, diremos que la circuncisión fue una señal exigida por nuestro Dios a Abraham su siervo. Esta iba a ser la señal del pacto de Dios con el pueblo suyo. Era una marca que llevarían en su cuerpo todos los varones de la descendencia de Abraham, y eso continuó después con Isaac y con Jacob. Y los judíos hasta el día de hoy se glorían en su circuncisión …
Ahora bien, ellos perdieron el lado espiritual de este pacto. A causa de esto también los judíos perdieron la comisión que tenían de ser bendición a todas las naciones. Ellos dejaron de ser bendición a todas las naciones. Nosotros en Cristo hemos venido a ser hijos de Abraham. (Y en Cristo nosotros somos bendición para todas las naciones). Pablo dice que en Cristo los creyentes hemos sido circuncidados, no con circuncisión hecha con mano en el cuerpo carnal, sino en la circuncisión de Cristo, donde se terminó nuestra vida humana carnal y hemos recibido la vida de Dios, la vida nueva.
En el Antiguo Pacto se cortaba una pequeña parte del prepucio del varón, y eso era sepultado. Pero los creyentes en Cristo hemos sido circuncidados en él, de tal manera que no sólo una parte del cuerpo, sino el cuerpo entero fue bautizados juntamente con él para muerte por el bautismo. ¡Gloria al Señor! Así que, en ese sentido, todos nosotros somos la verdadera circuncisión. Los que llevamos esta señal estamos señalados por Dios para ser sus siervos. ¡Tenemos una señal! ¡Somos de Cristo!
Pero hay otro lado que tiene que ver con la circuncisión, y es el debilitamiento. La circuncisión tiene que ver con perder la fuerza carnal, humana. Cuando los judíos cruzaron el Jordán, antes de que los muros de Jericó fuesen derribados, los varones fueron circuncidados en Gilgal. Gilgal es el lugar donde ellos probaron la debilidad. Ellos se quedaron en Gilgal hasta que sanaron, porque fueron heridos. Qué tremendo es imaginarse a hombres corpulentos, hombres de guerra, hombres que sacaban escudo y espada, que habían peleado batallas en el desierto, quedar adoloridos varios días … ¡ellos probaron la debilidad!
La lección espiritual de esto era que no se olvidaran de que el poder era de Dios y no de ellos. Que quien los había traído por el desierto era el Señor, no su propia fuerza; y que quien les iba a entregar la tierra era la misma mano poderosa del Señor, y no su propio brazo. Quizá los judíos no entendieron lo que significaba Gilgal, pero para los que servimos al Señor, Gilgal es el lugar donde nosotros reconocemos que no somos nada, donde nos quedamos detenidos esperando que el socorro venga del Señor. Nos quedamos detenidos esperando que el poder sea de Dios y no de nosotros. ¡Gloria al Señor! ¡Hay grandes lecciones en esto!
Sirviendo en espíritu
“Los que en espíritu servimos a Dios”. Aquí está “espíritu” con minúscula. Se está refiriendo, entonces, al espíritu nuestro. Al Señor hay que servirle en espíritu. ¿Qué será esto? Tal vez alguien piensa en el lado místico de esto. Tal vez alguien se está imaginando una cosa rara, extraña, una cosa medio efusiva. Y alguien dirá: “Yo no quiero ser intelectual, yo no quiero ser frío, hay que servir en espíritu”, y hay que danzar y saltar, y quedar medio en trance, perder la conciencia … ¡tal vez eso sea servir en espíritu!
Pero, hermano … ¡es otra cosa en realidad! Ya es hora, los que llevamos algún tiempo caminando en el Señor, que sepamos la diferencia de lo que es de la carne y lo que es del espíritu. Todos tenemos cuerpo, por supuesto. También tenemos alma y tenemos espíritu. El alma soy yo. El alma es usted, su personalidad, su fuerza, su energía natural, su cultura, su educación, su intelecto, su sabiduría, su inteligencia, sus ideas, lo que usted piensa, lo que usted encuentra bueno, lo que usted encuentra malo, ¡esa es el alma! Los que llevamos un tiempo caminando en el Señor sabemos que el alma es muy fuerte, es muy orgullosa, que al alma le gusta aparecer, que el alma es … ¡Ay, cómo es el alma!… El alma es esa persona mañosa que somos nosotros. Es esa persona complicada, a veces tan blanda, otras veces tan fuerte, esa persona que es impredecible, que a veces usted la ve humilde, y de repente, resulta que no lo es tanto.
¿Usted conoce lo que es su alma? ¿Y entiende que hay algo más que su alma? … Porque el Señor ha hecho una obra más allá de nuestra alma. El Señor ha despertado nuestro espíritu, y el Espíritu del Dios vivo vino a hacerse uno con nuestro espíritu.
Un sentimiento de debilidad
Servir a Dios en espíritu es todo lo contrario de ir adelante a lo que salga. El que sirve a Dios en espíritu tiene temor de dar un paso. Hay un sentimiento de debilidad permanente, hay un sentimiento de inseguridad permanentemente.
Servir a Dios en espíritu es estar consciente siempre –siempre– de que ahí está el Señor. A veces siento que el Señor me dice: “No, no, Gonzalo, no es por aquí, es por acá”. Hay una sensibilidad por dentro, hay algo en lo más profundo … No es la carne. No es mi alma … No voy a servir a Dios porque yo soy una persona que tengo estudios, porque he leído, porque me he relacionado, porque tengo historia, porque tengo años de experiencia. A Dios se le sirve en espíritu. Mas allá de lo que primero a mí se me ocurre, me detengo a considerar si lo que pienso hacer es realmente lo que Dios quiere que yo haga …
2ª de Corintios 13:4 dice: “Porque aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también nosotros somos débiles en él”. Aquí habla un hombre que sabe lo que es servir en espíritu, “Nosotros somos débiles en él”, ¡Qué extraña declaración es ésta! Se supone que en el Señor nosotros somos poderosos. Se supone que en Cristo somos más que vencedores. Se supone que en Cristo todo lo podemos, como que hay un sentimiento de fuerza cuando hablamos del Señor. Sin embargo, un hombre quebrantado, un hombre de las características de Pablo, de la estatura de Pablo, un hombre con el respaldo de Dios que tenía este siervo, dice: “Nosotros somos débiles en él”. Nosotros somos también débiles en él, “pero viviremos con él por el poder de Dios para con nosotros”. Pablo está diciendo: “Yo no voy a servir en mis fuerzas. Yo prefiero estar con debilidad, y con mucho temor y temblor, para que la fe de los hermanos no esté basada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”. Eso es servir en espíritu. Es un sentimiento permanente de debilidad. Somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con nosotros.
¿Está consciente usted de su debilidad? ¿Está consciente usted de que, sin el socorro del Señor, lo más probable es que usted se equivoque? Lo más probable es que diga lo que no tiene que decir, que vaya donde no tiene que ir, ¿lo sabe? … ¿Que si usted no depende del Señor en toda ocasión, lo más probable es que haga lo contrario a lo que Dios quería que hiciera? ¿Se ha dado cuenta ya de eso? Si no se ha dado cuenta, es tiempo ya. Sirvamos a Dios en espíritu, no con la energía que mejor nos parece.
Gloriándose en Cristo
La tercera declaración de Filipenses 3:3 es: “ … y nos gloriamos en Cristo Jesús”. Cuando alguien está sirviendo a Dios en espíritu, sabe que dependió del Señor. Entonces se va a gloriar, no en sí mismo: La gloria tiene que ser toda para el Señor. “No a nosotros, oh Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria”. (Salmo 115:1).
En el Salmo 44:1-3 dice: “Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado la obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos. Tú con tu mano echaste las naciones, y los plantaste a ellos. Afligiste a los pueblos y los arrojaste. Porque no se apoderaron de la tierra por su espada, ni su brazo los libró, sino tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque te complaciste en ellos”. No fue su fuerza, ni su brazo que los libró. Nada de ellos. “Sino tu diestra, y tu brazo y la luz de tu rostro, porque te complaciste en ellos”. Entonces, si algo va a ocurrir ahora, hermanos, es lo que el Señor hará. Si algo hasta aquí hemos hecho, no lo hemos hecho nosotros, él ha tenido de nosotros misericordia. ¡Gloria a su nombre!
“Nos gloriamos en Cristo Jesús”. Toda la gloria es de él. Si algo nos ha resultado ¿es porque tenemos los hombres más hábiles? ¿es porque tenemos la gente más inteligente? ¿es porque lo hemos planificado todo y ordenado muy bien? ¡Al contrario! ¡Tenemos tantas deficiencias en nosotros mismos! Sin embargo, el Señor ha sido tan misericordioso con nosotros. Nos ha guardado, nos ha bendecido. ¡Gloria al Señor! Tenemos la comunión, tenemos el amor de todos los hermanos … ¿Quién te atrajo a ti, hermano? ¡Cristo te atrajo! ¿Quién te unió? ¿Quién despertó tu corazón? ¡Cristo! En él nos gloriamos enteramente. No hay un hombre inteligente, carismático, atractivo, aquí. El único es él. ¡Bendito sea el nombre del Señor! ¡Nos gloriamos en Cristo Jesús!
Lo que Cristo hace
Romanos 15:18. “Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras”. Si queremos servir al Señor, tendremos que darnos cuenta, que, al final, el único servicio real, se produce cuando el Señor nos ha ocupado. ¿Amén? Al final, ¿quién hizo la obra? ¡Cristo! Yo quería servir, y al final el que sirvió fue Otro. ¡Aleluya! Porque ese Otro vive en mí.
¿Vive Cristo en ti? El Señor quiere que nosotros le prestemos los labios, la garganta, los pulmones, el corazón. Y quiere que le prestemos los pies, le prestemos las manos. Porque cuando tú abrazas a un hermano, Cristo abraza a ese hermano. Cuando tú vas de un lugar a otro y ayudas a un hermano, es el Señor el que está usando tus manos y está sirviendo a otro hermano. Y nosotros tendremos que decir al final: “Hermanos, nosotros nada hemos hecho”. ¡Eso es gloriarse en el Señor!
¿Quién lo ha hecho? “No osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí”. Que el Señor te encuentre disponible, entonces. “Señor, que tú puedas obrar a través de mí”. ¿Puedes hacer de esa tu oración? “Señor, que esta palabra se cumpla en mí. Yo quiero, Señor, que esta palabra se cumpla en mí”. “Lo que Cristo ha hecho por medio de mí”. Eso queremos. Lo que Cristo puede hacer por medio de ti. Eso será valioso. Porque si Cristo lo hace, la gloria será para él. Cuando usted se queda con un restito de gloria, es porque de alguna manera usted lo ha hecho, ya está buscando su propia gloria, y el Señor no lo va respaldar. ¡Nos gloriamos en Cristo Jesús!
No confiando en la carne
“No teniendo confianza en la carne”. Esta es la última frase. ¿Conoces la historia de Moisés? Moisés entendió que Dios quería librar a Israel por su mano. En una oportunidad, Moisés vio que un egipcio maltrataba a un hebreo, así que él dijo: “Yo voy a servir a Dios”. Entonces mató al egipcio. Pero después tuvo que huir. Cuando se supo que había cometido un crimen, huyó el libertador de Israel, el que tenía tanta fuerza como para matar a un egipcio.
Pasaron cuarenta años. En esos cuarenta años el hombre fue debilitado, y al final, cuando el Señor le dice “te voy a enviar”, ni siquiera quiere ir. Perdió toda la confianza en la carne, perdió toda la fuerza. Y si fue, es porque el Señor lo envió. ¡Cómo lo usó el Señor después de haber sido quebrantado!
Esto no significa, hermano, que tenga usted que esperar cuarenta años. Pero esto debemos entenderlo los hermanos nuevos y los antiguos: que no es con la fuerza humana, no es con la fuerza nuestra. El Señor “no se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en la agilidad del hombre”. De pronto somos tan rápidos para pensar, tenemos una carne tan diligente, somos buenos para decidir, somos buenos para organizar, lo tenemos todo ya arreglado sin haberle consultado al Señor. Hermanos, tenemos que ser quebrantados. Tenemos que servir en el espíritu. Tenemos que perderle la confianza a la carne.
Las personas que el Señor usa
Pienso que al ver estas cuatro declaraciones, tenemos las claves acerca de qué tipo de personas el Señor usa. Dios usa a hombres y mujeres quebrantados. En ninguna iglesia local, ni en la obra, ni en ningún movimiento, nadie debiera levantarse en la carne. Nadie tiene derecho a levantarse en sus fuerzas, sea para predicar, sea para dirigir.
Se nota cuando un hombre está quebrantado, y cuando un hombre está entero, se le nota también. Está tan entero, está tan lleno de sí mismo, tan lleno de opiniones. Le gusta hacerse notar. Si él no habla en una reunión, parece que esa no fue reunión, y la reunión estuvo tan gloriosa según las intervenciones que él haya tenido. Está tan consciente de sí mismo que no deja fluir el Espíritu en medio de la casa de Dios, el cual tal vez quiere hablar por otro hermano, un hermano débil tal vez.
Se nota un hombre circuncidado. Se nota una persona que no busca aparecer, sino busca que siempre Cristo sea glorificado, que quiere gloriarse siempre en el Señor. ¡Oh, hermanos que nos socorra en todas estas cosas el Señor! No tenemos derecho de aparecer nosotros. La iglesia es para el Señor. La iglesia es para que el Señor sea exhibido.
La iglesia históricamente ha sufrido cuando los hombres que sirven no sirven a Dios en espíritu, sino en las fuerzas propias, y buscan su propia gloria. Ellos no buscan exaltar al Señor, sino exaltarse a sí mismos a través del servicio. Quisiéramos que en la iglesia esto se acabe, que nunca más la iglesia de Dios sea utilizada por hombres carnales para beneficiar su propio ministerio. ¡Nunca más, nunca más, nunca más! Que termine ya el tiempo en que los hombres se engrandecen a costa de la iglesia.
Ayudar para que todos sirvan
Nosotros los obreros estamos para apoyarlos a ustedes. No estamos para hacer todas las cosas, sino para ayudarles, para que ustedes hagan todas las cosas. ¿Se fija que esto es un cambio de enfoque? No es que ustedes están respaldando para que estos siervos sean levantados. No somos nosotros las estrellas: es la Iglesia, es el cuerpo entero, es la novia la que se está preparando. Ustedes son los que tienen que aparecer relucientes. Ustedes tienen que estar llenos de frutos. Ustedes tienen que servir al Señor.
Usted puede decir: “Oh, qué lindo siervo, mira cómo predica, cómo el Señor usa este siervo.” ¡Siervos, procuremos ahora que el Señor levante a la iglesia! Que el Señor fortalezca a la iglesia, que la iglesia esté más linda, que la iglesia esté más llena de Cristo. ¡Que la iglesia sirva en espíritu!
Valorando a los hombres quebrantados
A medida que la iglesia local va madurando, va valorando a los que en espíritu sirven al Señor, en los cuales se manifiesta la mansedumbre de Cristo, la ternura de Cristo, el carácter precioso del Señor. ¡La Iglesia va discerniendo! Así que ¡cuidado carne mía! ¡Cuidado, hermano o hermana que quieres buscar alguna gloria para ti! ¡La iglesia no te va a oír a ti: la iglesia escucha a Cristo! La iglesia escucha el Espíritu de Dios, la iglesia escucha a espíritus quebrantados, la iglesia no escucha a hombres ensimismados. La iglesia no sigue a los Diótrefes. La iglesia no sigue a los que les gusta tener el primer lugar. La iglesia no los va oír, no los va a seguir. Ellos van a quedar aislados, hablando solos, dando su propia opinión. Van a quedar exhibiendo su sabiduría, sus conocimientos, su elocuencia, pero van a tener que buscarse otra plataforma, porque en la iglesia no tendrán lugar. ¡Bendito sea el nombre del Señor!
La iglesia reconoce lo que es de Cristo
La iglesia conoce a Cristo. La iglesia vive para Cristo. La iglesia reconoce lo que es de Cristo. Si ustedes saben valorar lo que es de Cristo, sabrán discernir lo que no es de Cristo. Y cuando algún hermano nos lleve a Cristo, le diremos: “¡Bienvenido, hermano! … Pasa, no más. Predica todas las veces que sea necesario. Si Cristo está saliendo por ti, y si estamos llevando a la iglesia a que Cristo sea el todo en todos …”
Hermano, así exaltamos a Cristo. Es necesario que él crezca y que los grandes siervos mengüen. Que los siervos seamos pequeños, pero que se vea a Cristo grande. Hombres débiles en él, pero que prueban el poder de Dios siempre.
Hermano, usted no tiene derecho a pararse con sus propias fuerzas. No tiene derecho a influir sobre la casa de Dios, sobre las decisiones de la iglesia. Eso nos ha traído tanto dolor, nos ha traído tanto fracaso. Es tiempo que aprendamos. Esto que ha traído tanto dolor y fracaso a la iglesia históricamente, debemos detenerlo en nuestro días. Y no somos nosotros quienes lo detienen, sino que es Cristo mismo quien lo hace. Es el Espíritu del Señor quien detiene la carnalidad en medio de la casa de Dios, para que Cristo sea glorificado, para que Cristo sea el todo en todos. ¡Gloria al nombre del Señor!
¿Quieres ver al Señor exaltado? ¿Quieres servir al Señor? Entonces, hazlo con un espíritu quebrantado, dependiendo del Señor, dependiendo del Cuerpo, considerando al hermano. ¡Oh hermano amado, el Señor te usará a ti! ¡El Señor me usará a mí! ¡El Señor nos usará a todos! Y la obra del Señor prosperará. El Señor hará a través de ti grandes cosas. Tú estás orando para que el Señor haga grandes cosas a través de los obreros … Hoy día nosotros ya estamos trabajando, y vamos a trabajar todo este año para que el Señor haga grandes cosas a través de ti.