Algo estuvo escondido en Cristo desde los siglos eternos, que a su debido tiempo se manifestó. ¿Qué es? ¿Cuál es su obra presente? ¿Cuál es su gloria final?
Quiero compartir una palabra acerca del propósito supremo de Dios: el misterio de la voluntad de Dios, que es llenarlo todo de Cristo, desde lo más grande hasta lo más pequeño.
El apóstol Pablo es quien nos habla acerca del misterio de Dios. Esta es una expresión propia de él. En Colosenses, en Efesios, y en un versículo al final de Romanos se nos habla del misterio de Dios, y se nos dice que ese misterio estuvo escondido desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos. ¿Y en qué consiste ese misterio?
¿Qué es un misterio? Un misterio es algo secreto, es algo que no se ha manifestado, pues está oculto; y dice la Escritura, que Dios ha tenido desde la eternidad un misterio, un secreto guardado, en lo más profundo de su corazón y que ese misterio de Dios tiene que ver con el por qué Dios ha creado todas las cosas.
Cuando contemplamos lo que Dios ha hecho, nuestro corazón se maravilla: el espacio las galaxias, las estrellas innumerables en el cielo, el sol, la luna, los planetas que giran en sus órbitas, las cosas grandes y las cosas pequeñas, la vida sobre el planeta tierra; toda esa multiforme manifestación de formas de vida, todas diferentes, cada una expresando una inteligencia distinta.
No sabemos mucho de todas esas cosas. Sin embargo, he aquí que todo lo que Dios hizo tiene un propósito, una meta, y la Escritura dice que ese propósito permaneció oculto desde las edades sin fin. Dios no quiso contar ese secreto a los ángeles. Ellos no sabían por qué ni para qué fueron creados. Esperaron hasta que Dios decidió dar a conocer el secreto. ¿Y, entonces, en qué consiste ese secreto?
En Colosenses capítulo 1 versículos 15 en adelante se nos habla acerca del misterio de Dios; de lo que estaba escondido en el corazón de Dios, y que es la razón por la cual El hizo, hace y hará por siempre todas las cosas. Y está resumido en el versículo 15 al versículo 19: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten; y Él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia, Él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud.”
Ese misterio –dice el apóstol– trata acerca del Hijo de Dios. Pero antes, mira lo que dice en 1:13: “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. En la Escritura esa frase, “el reino de su amado Hijo”, bien se puede traducir como “el reino del Hijo de su amor”. El Padre ha querido desde la eternidad dar la preeminencia a su Hijo, llenar a su Hijo con toda la gloria que El posee, y para eso el Padre creó todas las cosas, para que todas esas cosas que él ha hecho puedan glorificar a Cristo. ¡Bendito sea el Padre que quiso exaltar a su Hijo! Y para exaltarlo Él creó, y en todas las cosas que el Padre creó fue poniendo la imagen de su Hijo, no abiertamente, pero cada cosa que El hizo llevaba la impronta de su Hijo.
El lugar de la iglesia en el plan de Dios
Esto es algo que el Espíritu de Dios tiene que revelar en nuestro corazón: Todo lo que tú tocas, todo lo que tú ves, todo fue concebido a partir de Cristo. Pero estaba escondido. Los ángeles no lo sabían, el universo no lo sabía. Porque Dios tenía algo más en mente, algo que El concibió en su corazón, para dar a su Hijo esa preeminencia. Dios tenía algo más, algo que también fue concebido en el seno de la deidad, y se ocultó dentro del Hijo. ¿Y en qué consiste eso? ¿De qué modo Dios el Padre hará a su Hijo preeminente sobre todas las cosas?
Efesios 1:9-10 dice: “Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de las tiempos, así las que están en los cielos como las que están en la tierra.” El misterio de la voluntad de Dios que ahora ha sido revelado es reunir todas las cosas en Cristo. ¿Qué significa reunir? ¡Reunir significa traer bajo el gobierno de Cristo la totalidad de las cosas para que Cristo pueda llenarlo todo! ¡Aleluya! Poner todo bajo su Hijo para que su Hijo pueda llenarlo todo, henchirlo todo de El mismo, desde lo más grande hasta lo más pequeño.
Desde los arcángeles hasta las más pequeñas criaturas invisibles y microscópicas, todo, todo fue creado para dárselo a su Hijo, que es el Hijo de su amor, a quien ama el Padre con toda intensidad. El Padre dijo: “Quiero honrar a mi Hijo, quiero que todos conozcan el amor con que amo a mi Hijo. ¿Cómo haré eso? Voy a crear miríadas de seres, voy a crear un universo y le voy a dar a mi Hijo la gloria, para que todos lo honren y lo amen, y se postren a sus pies. Yo quiero –dijo el Padre– darle todo a mi Hijo”.
Pero hicimos una pregunta, ¿Cómo el Padre va a hacer que Cristo su Hijo tenga la preeminencia en todo? Mire lo que dice Colosenses 1: 18: “Y Él es …” ¿Quién es? ¿De quién está hablando? ¡De Cristo! “Y él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia, él (Cristo) que es el principio, el primogénito de entre los muertos…”. Si ligamos “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia” con la última frase (porque lo que sigue es un paréntesis explicativo), entonces leemos así: “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia … para que en todo tenga la preeminencia”.
“Cristo es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, para que en todo tenga la preeminencia”. Así el misterio de Dios empieza a aclararse. ¡Lo que Dios se propone es hacer que su Hijo sea preeminente haciéndolo cabeza de la iglesia! Mire lo que dice Efesios 1:20 al 23: “La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos, y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad, y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero, y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas” ¿a quién? “a la iglesia”, lo mismo que Colosenses, “y lo dio por cabeza a la iglesia para que en todo tenga la preeminencia.” Y acá dice “Y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo”. Amén.
Dios quiso crear para su Hijo un cuerpo, para que Él pudiese ser contenido, revelado, y expresado por medio de ese cuerpo. El no quiso dar a conocer a su Hijo directamente, sino que quiso que su Hijo viniese a ser manifestado en toda su gloria, a través de la iglesia. ¿Que significa esto? Tal vez tú, cuando piensas en la iglesia, no la ves así. Pero necesitamos ahora ver las cosas desde la perspectiva de Dios, entender como Dios entiende. La iglesia no es un proyecto más, no es algo que se nos ocurrió a los hombres. No lo pensamos nosotros, y no es la obra de ningún hombre. No es el diseño, ni la inteligencia, ni la habilidad humana lo que pensó, lo que creó a la iglesia. Ella existe desde antes de que todo existiera. ¿Cómo? Estuvo escondida en Cristo desde la eternidad, porque ella es parte de Cristo, según el propósito de Dios. Ella está unida a Cristo y forma una sola cosa con Él.
Luego, ese cuerpo habría de ser la expresión perfecta de su Hijo. Dios habría de dar a conocer el misterio que estaba escondido desde los siglos a través de ese cuerpo. Ese cuerpo fue creado exclusivamente para Cristo, no tiene otra finalidad, otra razón de ser que Cristo. Todo lo que él puso en ese cuerpo, todo el diseño de Dios involucrado al crear ese cuerpo tiene que ver con Cristo, y solamente con Jesucristo.
La figura de Adán y Eva
¿Quién es ese cuerpo? Cuándo comenzamos a ver en el capítulo 1 de Génesis, encontramos lo siguiente. Dios dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Pasaron miles de años, antes de que pudiésemos entender qué quería decir “Hagamos al hombre a nuestra imagen”.
Cuando Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen” no se estaba refiriendo a meros individuos, sino a algo mucho más amplio, a un organismo, a un hombre corporativo. La imagen de Dios es Cristo. Colosenses dice: “Él es la imagen del Dios invisible”. Entonces el hombre fue creado para que Cristo pudiese entrar en él y pudiese expresarse a sí mismo a través de él. ¡Oh hermanos, qué gloria es esta!
La Escritura, para mostrarnos la relación de la iglesia con Cristo nos da una figura que muestra la íntima dependencia que existe entre ambos. Esa figura está en Efesios 5:30 al 32 “Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio”. ¿Qué misterio? No el misterio del hombre y la mujer, eso no es lo grande. ¿Qué es lo grande entonces? “mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” . Lo grande no es la relación hombre-mujer en el matrimonio, sino lo que eso prefigura, lo que eso revela: el misterio de Cristo y la iglesia. ¿Y cómo lo revela?
Cuando Dios hizo al hombre creó primero a Adán. Tomó a Adán del polvo de la tierra y luego dice que Adán estuvo vivo. La Escritura nos dice que Adán es figura del que había de venir. Adán no solamente es Adán, sino que también representa a Cristo, porque es figura de Cristo. Así que Adán es un tipo, es Adán pero también es un tipo, ¿tipo de quién? De Cristo. En Adán encontramos también a Cristo, prefigurado en la vida de Adán, en lo que Dios hizo en Adán. ¿Qué hizo Dios en Adán? Dice que tras haberlo formado, lo puso en el huerto y trajo a él a todos los seres vivientes para que viniesen a Adán, para que Adán les pusiese nombres.
Pero luego que terminó de poner nombres dice: “Mas para Adán no se halló ayuda idónea”, ¿en quién? Entre los animales. ¿Por qué no se halló ayuda idónea para Adán? ¿Por qué los animales no podían ser ayuda idónea para Adán? Porque no estaban hechos de la misma sustancia que Adán, y no podían pensar como Adán, no podían experimentar las cosas como las experimentaba Adán. El perro podía entender el cariño de Adán, pero Adán no podía hablar al corazón de ese perro. No tenía uno igual a él entre todos esos animales, ninguno.
Entonces, como no se halló ayuda idónea para Adán, Dios lo hizo caer en un profundo sueño (en las Escrituras el sueño es una figura de la muerte). Y mientras dormía Adán, Dios metió su mano en su costado, y de adentro de Adán sacó la carne de Adán, sacó los huesos de Adán, sacó la misma sustancia de Adán, e hizo una mujer, y se la trajo a Adán. Y cuando Adán se despertó, dijo: “Esta es ahora carne de mi carne, es hueso de mis huesos. Está hecha de lo mismo que estoy hecho yo; ésta es igual a mí, pero de otra manera. Yo soy varón, ella es varona. Soy yo mismo, pero de otra manera. Esta es ayuda idónea para mí”. Y se unió a su mujer y fueron una sola carne.
Algo dentro de Cristo
Queridos hermanos, esto –dice Pablo– prefigura el misterio de Cristo y la iglesia. Desde la eternidad Dios escondió algo dentro de Cristo. La iglesia no comenzó hace 2000 años, simplemente apareció en la tierra hace 2000 años, pero la iglesia estaba escondida desde la eternidad, con el Señor. La iglesia es más antigua que el universo, es más antigua que los ángeles celestiales, está junta desde la eternidad con el Hijo de Dios.
Un día, en el tiempo y en la historia humana, el Hijo de Dios entró en el mundo y se hizo carne. Fue llevado a la cruz, y fue clavado en la cruz. Y cuando Cristo murió en la cruz –dice Juan el apóstol– vino un soldado y clavó en su costado una lanza, … ¿y qué salió del costado de Jesús? Sangre y agua. ¿Y qué es la sangre? ¿qué es el agua? La sangre y el agua son la vida de Cristo. Y ese día, invisible a los ojos humanos, pero visible para Dios, el Padre metió su mano dentro de Cristo y sacó a la iglesia. ¡Aleluya!.
Ella había estado oculta desde los siglos, pero ahora vino a la vida, hecha de la misma sustancia de Cristo, sacada de Cristo, de los huesos de Cristo, de la carne de Cristo, sangre de su sangre, vida de su vida, carne de su carne, hueso de sus huesos. Cada partícula de ella fue sacada de Cristo. Cada célula de ella fue tomada de Cristo. Ella es como Cristo, está hecha de Cristo, todo en ella es Cristo, nada en ella está fuera de Cristo. Ella, desde la cabeza hasta los pies es Cristo, pero de otra forma. Ella fue sacada de Cristo para que fuese su ayuda idónea. ¿Ayudarlo a qué? Para que por medio de ella y a través de ella Cristo fuese expresado, revelado, manifestado, exaltado, glorificado, y tenga la preeminencia sobre todas las cosas.
La gloria de la iglesia
La iglesia es la ayuda idónea de Cristo. Por medio de ella Dios se ha propuesto llevar a cabo su plan. ¿Cómo es esto?, nosotros ya sabemos que Cristo el Señor fue exaltado. También sabemos que el Padre sujetó bajo Cristo todas las cosas. También sabemos que Él puso a Satanás bajo los pies de Cristo, y que no solamente puso a Satanás, sino que puso a todas las huestes espirituales de maldad bajo los pies de Jesucristo. Y no solamente eso, Él puso los reinos de este mundo bajo los pies de Jesucristo. Pero no sólo eso, Él también puso el universo entero a los pies de Jesucristo. Todo lo sujetó bajo sus pies. Y cuando dice “todo lo sujetó”, no se exceptúa nada. Nada dejó que no esté sujeto a los pies de Cristo. Dios lo dice, y sin embargo, al presente no vemos que todas las cosas le sean sujetas.
¿Cómo es que no vemos que todas las cosas estén sujetas a Cristo? Sal a la calle y mira, ¿cuántos están sujetos a Cristo? Todavía hay hombres que viven sus vidas sin reconocer al Señor Jesucristo. Todavía los demonios siguen actuando en el mundo. Todavía Satanás parece que hace y deshace. Todavía nos parece que las cosas no están sujetas a Cristo, todavía hay muerte, hay enfermedad, hay dolor, y entonces ¿por qué dice que todo está sujeto a Cristo, y, no obstante, nos parece que no todo está sujeto a Cristo? ¿Hay una contradicción?
Dios quiere que todo lo que ha sido hecho en Cristo, que ha sido obrado en Cristo, que ha sido ganado en Cristo, y recuperado, establecido, para siempre, sea manifestado a través de la iglesia, que es el cuerpo de Cristo. Es a través de la iglesia que Dios va finalmente a someter, en la experiencia real, todo bajo los pies de Cristo, ¡Oh, hermanos qué responsabilidad tenemos!
A lo largo de toda esta dispensación, desde el momento en que Cristo ascendió a los cielos, y se sentó a la diestra de Dios, el Padre está obrando, el Espíritu Santo está obrando, para traer todo lo de Cristo a la tierra y encarnarlo en la iglesia. Todo lo que Cristo consiguió, Él lo quiere vaciar en la iglesia en la tierra. Por eso Pablo le escribe a los Colosenses: “El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros la esperanza de gloria”. Todo esto, dice el apóstol, tiene su comienzo cuando Cristo viene a morar en el corazón del creyente. Así comienza. Todas las riquezas de la gloria están en Cristo, todo lo que la iglesia es está en Cristo. No hay nada que añadir, no hay nada agregar, nada. Todo está completo, todo está terminado, todo se hizo perfecto en Cristo. Todo lo que la iglesia debe vivir y experimentar, todo está en Cristo. Pero ahora todo eso que está en Cristo debe ser traído a la tierra, y ser vivido y experimentado por la iglesia.
La tragedia presente de la iglesia
¿Sabes cuál es la tragedia de la iglesia? ¿Sabes en qué ha fallado la iglesia? En que otras cosas, a lo largo de los siglos, han usurpado a Cristo en la iglesia. Se han introducido las cosas del hombre, la imaginación humana, la inteligencia humana, las buenas intenciones humanas, los ministerios humanos. Hay mucho que no es de Cristo que se introdujo en la Iglesia. Y corrompió a la iglesia y la contaminó. “Os he desposado como a una virgen pura, para presentaros sin mancha”, dice Pablo: “Ustedes son de Cristo, son su novia, son carne de su carne, huesos de sus huesos, ustedes existen para que El pueda ser manifestado, glorificado, vaciado completamente en ustedes, para que El pueda llenarlo todo en todos.”
Pero, hermanos queridos, otras cosas entraron en la iglesia, cosas buenas, loables, inteligentes, sabias, pero que son menos que Cristo. Sí, no estamos hablando del pecado, estamos hablando de la habilidad humana, de la capacidad humana. Todas cosas que son buenas pero que son menos que Cristo, y son inútiles, y no sólo son inútiles, sino que no sirven, no sólo no sirven, sino que echan a perder, no sólo echan a perder, sino que traen muerte al cuerpo de Cristo. Porque la vida de la iglesia es Cristo.
Nosotros necesitamos que nuestra mente sea cambiada por el Señor, para mirar las cosas desde la perspectiva de Él. La iglesia le pertenece a Cristo, no nos pertenece a nosotros. Fue creada para Cristo, existe para Cristo, salió de Cristo, y volverá un día a Cristo. ¡Aleluya! Cuando ese día llegue, todo lo del hombre va a estar excluido de la iglesia, sólo va a quedar lo de Cristo. Hasta la mas pequeña piedra de la nueva Jerusalén va a proceder de Cristo.
La iglesia es de Cristo
No hay lugar para lo del hombre en la iglesia, no hay lugar para la carne en la iglesia, no hay lugar para nada que proceda del corazón humano en la iglesia, todo en ella, absolutamente todo, ha de venir de Jesucristo. Todo, todo lo demás tiene que ser excluido.
¿Qué cosas se han adentrado en la iglesia que deban ser excluidas? ¿Saben hermanos? La iglesia tiene una sola cabeza: Cristo. Y Pablo dice: “Yo fui hecho ministro en la iglesia”, pero esta palabra perdió el significado. ¿Sabe? Ahora cuando alguno dice “ministro” nos suena como algo eminente, alguien importante. ¡Cómo hemos echado a perder los vocablos que usan las Escrituras! Les hemos dado connotaciones que no tienen. “Yo fui hecho ministro en la iglesia”. ¿Sabes lo que quiere decir con eso Pablo?. Yo soy un siervo. La iglesia es más importante que yo.
¡Oh hermanos! Los que son pastores, los que son obreros, tienen que saber que la iglesia es más importante que su ministerio. Es más, tu ministerio no tiene ningún valor aparte de la iglesia. Tú existes para la iglesia, tú fuiste hecho para la iglesia, pero la iglesia es para Cristo. La iglesia no es para los hombres. Los hombres han hecho de la iglesia una cuestión de plataforma y desarrollo personal. Hay hombres que han dividido a la iglesia. Cada uno se ha repartido un pedazo de la iglesia, y llaman a eso la obra de Dios en la tierra. Pero la obra de Dios no es la obra de ningún hombre: es la obra de Cristo, y la obra de Cristo es la iglesia. Solamente suya. Realmente es suya. Hermanos, no queremos criticar a nadie, amamos a todos los hijos de Dios. Sin embargo, la iglesia es de Cristo y nosotros necesitamos modificar radicalmente nuestro concepto.
La dignidad de la Iglesia
Pablo, siervo de Jesucristo nos ha declarado este misterio. ¿Y saben? Nos dice: “Yo vivo para El. Para decirle a la iglesia lo que ella es en Cristo.” ¿Cuántos le dicen a la iglesia, en nuestros días, de su gloria, de su herencia, de su posición celestial? ¿Te han dicho que Cristo y tú, iglesia querida, son una sola cosa, que tú tienes en ti la vida de Cristo, la gloria de Cristo, el poder de Cristo? ¿Que todos los recursos de Cristo son tuyos, Iglesia, que todo lo que Cristo es te ha sido dado y es tu herencia, es tu patrimonio y es tu propiedad?
Para eso existen apóstoles, para eso hay profetas y evangelistas, hay pastores, hay maestros: Para decirles a los santos cuánta gloria han recibido, cuánta herencia han recibido en Cristo, cuánta gracia se les ha dado en Cristo, qué posición celestial se le ha dado en Cristo, cómo Dios los exaltó y los sentó con Cristo en lugares celestiales. Y qué ministerio recibió la iglesia de Cristo, para que la multiforme sabiduría de Dios, dice Pablo, sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades, a los lugares celestiales. ¡Ah, hermano querido! La iglesia no sólo tiene un lugar en la tierra, tiene también un lugar en el universo. Aún los ángeles aprenderán de la iglesia el misterio eterno de Dios. Los ángeles sabrán de la iglesia por qué fueron creados. ¡Oh hermanos, qué grande, qué preciosa es la iglesia! Pero no es grande porque tenga grandeza propia, sino porque tiene la grandeza de Cristo.
“Yo vi descender a la ciudad de Jerusalén”, dice Juan. “Al final de todo, cuando todo se consumó, yo, Juan, vi descender del cielo a la desposada del Cordero, y tenía la gloria de Dios. Estaba vestida de la gloria de Dios. Toda ella era gloria de Dios”. ¡A él sea la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades! Entonces todo expresará la gloria de Dios en la iglesia.
“¡Cristo en vosotros, la esperanza de gloria!” La gloria algún día estará totalmente revelada en la iglesia. El universo entero podrá contemplar en ella la gloria de Dios, y admirarla por todas las edades por los siglos de los siglos. Amén.
Ese es nuestro destino, hermanos. Nosotros que somos menos que el polvo, que no tenemos ningún mérito en nosotros mismos. Él quiso (el más alto, el más sublime) tomar al cuerpo que es la iglesia y levantarlo, y llevarlo a la estatura de la gloria, y a la posición de su Hijo. Y nosotros somos ese cuerpo, hermanos. Los más pequeños sentados con Cristo, en lo más alto. Para expresar que sólo él tiene gloria, que no hay mérito en nosotros, que toda la gloria y todo el mérito le pertenecen a él. Y solamente a él, por los siglos de los siglos. Amén.