El bizcocho
Un niño le contaba a su abuelita que todo iba mal: la escuela, problemas con la familia, enfermedades. Entretanto, su abuela confeccionaba un bizcocho. Después de escucharlo, la abuelita le dice:
— ¿Quieres una merienda?
El niño le contesta:
— Claro que sí —.
— Toma, aquí tienes un poco de aceite de cocinar.
— Yuck – dice el niño.
— ¿Que te parecen un par de huevos crudos?»
— ¡Arrr, abuela!
— ¿Entonces, prefieres un poco de harina de trigo, o tal vez un poco de levadura?
— Abuela, te has vuelto loca, todo eso sabe horrible!
A lo que la abuela le responde:
— Sí, todas esas cosas parecen horribles si las ves cada una aparte. Pero si las pones juntas en la forma adecuada hacen un maravilloso y delicioso bizcocho.
Dios trabaja de la misma forma. Muchas veces nos preguntamos por qué nos permite andar caminos y afrontar situaciones tan difíciles. Pero Dios sabe que cuando Él pone esas cosas en Su orden, todo obra para bien. Solamente tenemos que confiar en Él y a la larga todos juntos serán algo maravilloso. Si Dios tuviera una nevera, pondría tu retrato en la puerta. Si tuviera una billetera, tu foto estaría allí. Te envía flores cada primavera y el sol sale para ti cada mañana. Cuando quieres hablar, Él te está escuchando. Puede vivir en cualquier parte del universo, sin embargo, ha escogido vivir en tu corazón.
¿Y qué te parecen todos los mensajeros y maestros que te ha enviado de regalo a través de los siglos y milenios para que te guíen? Y ni hablar del arcoiris para recordarte que nunca te dejará solo. Créelo, te ama de verdad. Llora todo lo que necesites llorar… Él secará tus lágrimas, Él te dará otro día para reír de lo que un día te hizo llorar. Sólo espera y ten fe.
Enviada por Nelly Cordero.
La lección del platero
Hace algún tiempo, algunas señoras se reunieron en cierta ciudad para estudiar la Biblia. Mientras leían el tercer capítulo de Malaquías, encontraron una expresión notable en el tercer versículo: «Y Él se sentará como un refinador y purificador de la plata” (Mal. 3:3).
Una de las señoras propuso visitar un platero e informar a las demás lo que él dijera sobre el tema. Ella fue, y sin decir cuál era el objeto de su diligencia, pidió al platero que le hablara sobre el proceso de refinar la plata. Después de que se lo hubiera descrito completamente, ella le preguntó:
—Señor, ¿usted se sienta mientras está en el proceso de la refinación?
— Oh, sí, señora –contestó el platero–, debo sentarme con mi ojo fijo en el horno, porque si el tiempo se excede en lo más mínimo, la plata será dañada.
Inmediatamente la señora vio la belleza, y también el consuelo de la expresión: «Él se sentará como un refinador y purificador de la plata». Dios ve necesario poner a sus hijos en un horno; Su ojo está constantemente atento al trabajo de la purificación, y su sabiduría y amor obran juntos de la mejor manera para nosotros. Nuestras pruebas no vienen al azar, y Él no nos dejara ser probados más allá de lo que podemos sobrellevar.
Antes de irse, la señora hizo la pregunta final:
— ¿Cuándo sabe que el proceso está completo?
— Pues, eso es muy sencillo –contestó el platero–. Cuando puedo ver mi propia imagen en la plata, se acaba el proceso de refinación.
Lisette Sierra de Arrocha.
Dos mares en Palestina
Hay dos mares en Palestina. Uno es fresco y lleno de peces; hermosas plantas adornan sus orillas; los árboles extienden sus ramas sobre él y alargan sus sedientas raíces para beber sus saludables aguas. En sus playas, los niños juegan. El río Jordán hace este mar con burbujeantes aguas de las colinas, que ríen en el atardecer. Los hombres construyen sus casas en la cercanía, y los pájaros, sus nidos, y toda clase de vida es feliz por estar allí.
El río Jordán corre hacia el sur hacia otro mar. Aquí no hay trazas de vida, ni murmullos de hojas, ni cantos de pájaros ni risas de niños. Los viajeros escogen otra ruta; solamente por urgencia lo cruzan. El aire es espeso sobre sus aguas y ningún hombre ni bestias, ni aves, la beben.
¿Qué hace esta gran diferencia entre mares vecinos? No es el río Jordán. Él lleva la misma agua a los dos. No es el suelo sobre el que están, ni el campo que los rodea. La diferencia es esta: el mar de Galilea recibe el río, pero no lo retiene. Por cada gota que a él llega, otra sale. El dar y recibir son en igual manera. El otro mar es un avaro… guarda celosamente lo que recibe. No tiene un generoso impulso. Cada gota que llega, allí queda. El mar de Galilea da y vive; el otro mar no da nada. Le llaman “el Mar Muerto”.
Angeles Luna, de la lista Valores.
Más que una mosca
Tres científicos subieron a un monte muy helado a realizar sus investigaciones sobre la fauna de la cúspide del monte. Cuando se encontraban ya a mucha altura, uno de ellos encontró una mosca, algo imposible para semejante altura, pues debido al frío ninguna mosca conocida podría vivir en aquel lugar. Al analizarla atentamente, uno de ellos soltó el llanto. Los otros dos le preguntaron el motivo de aquel llanto, a lo que él respondió:
— ¡Esta mosca tiene el cuerpo cubierto de vellos que protegen su cuerpo!
Los otros dijeron:
— Sí, es sorprendente pero, ¿por qué lloras?
A lo que el científico contestó:
— Siempre he dicho que con todas las guerras, hambres, terremotos y cosas que pasan en el mundo Dios no tenía tiempo para mí. Sin embargo, ahora, viendo como no se olvidó de proteger el cuerpo de este pequeño insecto, me doy cuenta de que si cuida así a esta pequeña criatura, ¡cuánto más valgo yo para Él! He sido muy injusto.
Arturo Quirós Lépiz.
El eco
Un hijo y su padre estaban caminando en las montañas. De pronto, el hijo se cae, se lastima, y grita:
— ¡Ahhhh! Para su sorpresa, oye una voz repitiendo en algún lugar de la montaña:
— ¡Ahhhh!
Con curiosidad, el niño grita:
— ¿Quién está ahí?
Y escucha:
— ¿Quién está ahí?
Enojado con la respuesta, el niño vuelve a gritar:
— ¡Cobarde!
Y recibe de respuesta:
— ¡Cobarde!
El niño mira a su padre y le pregunta:
— ¿Qué sucede?
El padre le contesta:
— Presta atención hijo.
Y grita:
— ¡Te admiro!
Y la voz responde:
—¡Te admiro!
—¡Eres un campeón!
—¡Eres un campeón!
Y el padre le explica:
— La gente lo llama “eco”, pero en realidad es la vida… que te devuelve todo lo que haces.
Janette Suárez Garza, Grupo «Valores».