«La fe y la razón son semejantes a las dos divisiones de un reloj de arena; la una puede estar llena solamente cuando la otra está vacía. Es decir, que la fe genuina no tiene nada de pruebas o razón en qué descansar, sino que se basa absolutamente en el testimonio del Señor, y es de menos valor cuando cree solamente por demostraciones claras. Lo que de evidencia o de emoción, pues, entre como prueba, resta otro tanto de la sencillez de la fe y de nuestra plena participación en la bendición».
A. J. Gordon, en La Vida Doble.
«Hay algunas personas que, aunque han recibido a Cristo, nunca han alcanzado la madurez espiritual. Han concurrido al templo toda la vida, pero no han llegado a ser cristianos maduros. Todavía son «niños espirituales» y «bebés en Cristo». Conocen muy poco de la Biblia. Tienen pocos deseos de orar, y en la vida diaria muestran muy pocas señales características del cristiano. Decir que se proponen ser mejores, emplear toda su voluntad en cambiar su modo de vivir, es encomiable, pero inútil. Es como si un cadáver dijese: «Mediante grandes esfuerzos propios, saldré de este ataúd, y seré de nuevo un hombre vivo». Te hace falta una fuerza que venga de fuera de ti. No podrás vencer los hábitos ni romper las cadenas que te aprisionan. Necesitas ayuda. Necesitas a Cristo».
Billy Graham.
«Nosotros los cristianos fallamos al no comprender lo significativos que somos. Nos comportamos como si fuéramos una minoría insignificante que puede apenas mantenerse hasta que el Señor Jesús venga. Yo estoy viendo a la iglesia al final de los tiempos de una forma totalmente diferente. Creo que es un ejército sobremanera grande, y que va a mover las puertas del infierno y proclamará a cada nación de la tierra. Después de esto, que venga el fin».
Derek Prince, en Entre dos Fuegos.
«Cuando nuestra mente está condicionada por el prejuicio o paralizada por los puntos de vista tradicionales, podemos estar confrontados con una verdad bíblica vez tras vez sin que la misma siquiera nos roce. Nuestra inhibición espiritual en lo que concierne a esta verdad nos deja ver pero no percibir. La verdad permanece latente. La asimilamos mentalmente, pero no la aplicamos espiritualmente».
Arthur Wallis, en El ayuno escogido por Dios.
«Sufren los malos y los buenos. Sufren los que maldicen y los que confían en Dios. Sólo que el sufrimiento de los primeros es como una herida purulenta: devora, pudre, y, finalmente, mata. Mientras que el sufrimiento de los que confían en Dios es como una herida limpia. Duele, sangra, pero sana. Y con el tiempo apenas quedan cicatrices, o a veces, ni siquiera eso».
Rosalinda Castro, en «Gethsemaní» Nº 21.
«Casi toda la suma de nuestra sabiduría, que de veras se debe tener por verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos puntos: a saber, en el conocimiento que el hombre debe tener de Dios, y en el conocimiento que debe tener de sí mismo».
Juan Calvino.
«¿Dónde comienza la soberanía de Dios y termina la libertad del hombre? La soberanía de Dios nunca termina. El siempre ha de ser soberano. Y el libre albedrío del hombre comienza donde Dios decide que puede comenzar, y termina donde Dios decide que termine. Dios es Dios. Él pone los límites».
Luis Palau, en A su Manera.
«Todos atravesamos temporadas en las que en nuestra vida no hay destellos luminosos ni un evidente entusiasmo, sino que sólo experimentamos la rutina diaria. La rutina de la vida es en realidad la manera en que Dios nos salva equilibrándonos entre los clímax de gran inspiración que provienen de Él. No pretendas que Dios te mantenga constantemente en la cumbre de la inspiración, antes bien, aprende a vivir mediante el poder de Dios en mitad del tedio y aburrimiento de los quehaceres cotidianos».
Oswald Chambers, en En Pos de lo Supremo.