Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?”.

2 Corintios 13:5.

¿Cuál es el beneficio supremo, el regalo y el tesoro por encima de todos los demás que incluso Dios puede dar?

Si un niño pequeño te da un regalo, tal vez sea una cosa insignificante, pero vale mucho para ti. Eso es todo lo que un niño puede dar. O supongamos que te hace un regalo un familiar. Ese regalo depende de dos cosas: del amor que esa persona siente por ti y de su capacidad de dar. Nosotros damos según nuestra capacidad.

Ahora bien, cuando el gran Dios Todopoderoso, dueño del cielo y de la tierra, quiere conceder a una de sus criaturas lo que está por sobre todos los demás regalos, un regalo digno de su fuente, un regalo digno de Aquel que lo da, da a Cristo para que esté en nuestra naturaleza para siempre.

Este es el regalo supremo y final de Dios. No las puertas de perlas, no la calle de oro, no el cielo, ni siquiera el perdón de los pecados, aunque estos también son regalos de Dios, tal como un rey podría dar a su reina – una docena de regalos, y luego el regalo supremo y final digno de la realeza.

Así, no una docena, ni dos docenas, ni mil, sino incontables cientos de miles de dones que Dios pone ante su pueblo feliz, y luego otorga este don supremo. Nos hace depositarios de la naturaleza y la persona del Señor Jesús.

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