De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía”.
– 1 Corintios 3:1-2.
Hay algunos que oran por el Espíritu porque anhelan tener Su luz, alegría y fuerza. Y sin embargo sus oraciones traen poco aumento de bendición o poder. Es porque no lo conocen claramente como el Espíritu Santo. No han pensado en su pureza ardiente, su luz escudriñadora y convincente, su acción de hacer morir las obras de la carne, del yo con su voluntad y su poder, su conducción a la comunión con Jesús cuando entregó su voluntad y su vida al Padre.
El Espíritu no puede obrar con poder en ellos porque no lo reciben como el Espíritu Santo, en santificación del Espíritu. A veces, en tiempos de avivamiento, como entre los corintios y los gálatas, él puede venir con sus dones y poderosas obras, mientras que su poder santificador es poco manifiesto.
No obstante, a menos que ese poder santificador sea reconocido y aceptado, Sus dones se perderán. Sus dones que vienen sobre nosotros no son más que medios para preparar el camino al poder santificador dentro de nosotros. Debemos tomar la lección a pecho; podemos tener tanto del Espíritu como estemos dispuestos a tener de Su Santidad.
Estar llenos del Espíritu debe significar para nosotros ser plenamente santos.
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