Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador”.

– Lucas 5:8.

Si algún creyente no ha pasado por una experiencia de quebranto, tarde o temprano le ocurrirá. Y lo más probable es que le pasará una y otra vez a lo largo de su carrera.

La vida del creyente pareciera ser contradictoria. El Señor propicia ocasiones en que logramos percibir quiénes somos realmente, en las cuales nos enfrentamos,  por un lado, con la gloria del Señor y, por otro, con nuestra propia realidad. Pablo mismo, en un momento de su vida cristiana llegó a exclamar: “¡Miserable de mí!” (Rom. 7:24).

Si no hemos vivido un quebranto que nos permita ver cuán carnales somos, con tantos afanes, deseos, ambiciones y sueños que no concuerdan con la voluntad del Señor, entonces llegará el día en que tendremos un encuentro con nuestra propia necedad e indignidad.

Entonces pensaremos: “¿Habrá que seguir o habrá que quedarse?”. Algunos simplemente dan media vuelta y se van; pero no fue así con Pedro. Él dijo: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). Y consciente de su indignidad y miseria, a pesar de todo, se quedó con el Maestro.

Postrado a los pies de Jesús, Pedro no se recomendó a sí mismo. ¿Podemos imaginar ahora cómo lo miraba el Señor? Con toda certeza, lo miró con amor, no en base a lo que era el discípulo en sí mismo, sino en base a lo que Él puede hacer con un hombre de corazón quebrantado.

Jesús no ve a Pedro como un fracaso. El discípulo está en las mejores condiciones para que el Espíritu Santo pueda obrar en su corazón. Todo esto se resume en una sola frase: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres” (Luc. 5:10). Es la palabra serena de Aquel que tiene todo bajo control.

Hasta allí, Pedro había sido un seguidor a medias, pero ahora comenzó a seguirlo fielmente. Que así sea con todos nosotros. Que no lo sigamos solo por los milagros. Aun así, solo estaríamos en el plano de las cosas externas. Nuestro bendito Señor es digno de ocupar el primer lugar en nuestras vidas y de que nos rindamos a él de todo corazón solo por lo que él es.

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