El hombre nacido de mujer, corto de días, y hastiado de sinsabores».

– Job 14:1.

Los problemas son algo común para el ser humano. No existe excepción en ninguna edad, ni en ningún clima ni época del año. Ricos y pobres por igual, el educado y el ignorante, todos son partícipes de esta triste y dolorosa herencia de la caída del hombre.

Esperar sólo el brillo del sol, buscar solamente el placer, lo fácil y lo bello y florido, es tener una visión de la vida completamente falsa. Quienes esperan una vida libre de problemas se frustran y se sorprenden cuando les llegan las dificultades. Tales personas no entienden los caminos del Señor y saben poco de la manera en que él disciplina a sus hijos.

Los problemas están bajo el control del Dios Todopoderoso y son unos de sus agentes más eficientes para cumplir sus propósitos y para perfeccionar a sus santos. La mano de Dios está en cada problema que irrumpe en la vida de sus hijos. No es que él personal y arbitrariamente ordene cada experiencia desagradable. Ni que sea personalmente responsable de cada hecho doloroso y aflictivo que afecta la vida de sus hijos. Pero ningún problema ha sido dejado libre en este mundo para que llegue a la vida de un santo o de un pecador sin el permiso divino. Dios permite que ocurra y que lleve a cabo su obra dolorosa con la mano de Dios en él o sobre él, y que cumpla con sus misericordiosos planes de redención.

Todas las cosas están bajo el control divino. Los problemas no están por encima de Dios ni más allá de su control. No son en la vida algo independiente de Dios. No importa de qué fuente provengan, Dios es suficientemente sabio y capaz de poner su mano en ellos sin asumir la responsabilidad de su origen y hacerlos que obren dentro de sus planes y propósitos relacionados con el más elevado bienestar de sus santos.

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