Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Apartaos de en medio de esta congregación, y los consumiré en un momento. Y ellos se postraron sobre sus rostros. Y dijo Moisés a Aarón: Toma el incensario, y pon en él fuego del altar, y sobre él pon incienso, y ve pronto a la congregación, y haz expiación por ellos, porque el furor ha salido de la presencia de Jehová”.

– Números 16:45.

Si alguien intercediera ante Dios por un hombre justo y recto, por una mujer buena y santa, por un niñito recién nacido, por un anciano puro y noble, seguramente sentiría en alguna medida que su petición es justificada ante Dios por la condición moral de aquellos por quienes ora.

Pero… ¡cuán difícil se le hace al alma humana pensar que Dios puede obrar a favor de aquellos que le han dado las espaldas! Eso frena en gran medida la fe y la esperanza de aquellos que oran. Y esa actitud, lamentablemente, ha costado a la humanidad grandes sufrimientos que bien pudieron haber sido transformados en bendición.

¡No! La intercesión no es solamente a favor de las almas buenas… ¡la intercesión es también para salvar a los pecadores, para salvar a las naciones que se han vuelto contra Dios, para salvar a los cristianos que se han apartado de los caminos santos de Dios!

Veamos por quiénes intercedió Moisés. ¿Quiénes eran? ¿Cuáles eran sus condiciones morales y espirituales? ¿Cómo era la calidad de su fidelidad a Dios? ¿Cómo era su fe? ¿Cuál era realmente su condición ante Dios? ¿Cómo era su comportamiento? ¿Merecían algo bueno de parte del Señor? ¿Merecían el perdón o la muerte? ¿No fue acaso la muerte lo que determinó Dios sobre ellos? ¿Vale la pena interceder por alguien en semejantes condiciones?

Pregúntenle a Moisés. Él tiene una respuesta clara y precisa, contundente y segura. No se tardará ni un segundo en responderles: ¡Sí!; que sí vale la pena interceder por los pecadores. Que hay una satisfacción muy grande al ver que un pecador es librado de la muerte; que en el cielo los ángeles hacen fiesta cuando eso ocurre; que no es la voluntad de Dios que los hombres se pierdan, sino que se salven.

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