Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”.
– Jeremías 29:12-13.
Algunas veces oramos a Dios y le pedimos que nos ayude en alguna necesidad particular. Pasado cierto tiempo no vemos respuesta alguna y pensamos que Dios no nos escuchó. Nos preguntamos el por qué mientras en nuestros corazones se debaten miles de suposiciones.
¿Hemos llegado a pensar algunas de esas veces que todo se debió a que no buscamos a Dios de todo corazón? Pero… ¿qué significa buscar a Dios de todo corazón? Con toda seguridad, todas aquellas almas que sinceramente han querido honrar a Dios, servirle y serle fieles, se han hecho esta pregunta muchas veces con la intención de ser mejores cristianos.
En primer lugar, se debe incluir en la respuesta que una búsqueda de todo corazón está caracterizada por una verdadera diligencia, por un sentido de prontitud que involucra todas nuestras fuerzas deseos y sinceridad.
Sin embargo, hay algo más que caracteriza a aquellos que buscan a Dios de todo corazón, y es, especialmente, una búsqueda primeramente desinteresada de beneficios personales. Buscamos a Dios de todo corazón cuando sentimos una fuerte necesidad de Su presencia, de Su amistad y de Su amor, cuando nuestros corazones están vacíos de nosotros mismos pero llenos de un profundo deseo de verle, de contemplarle, de oírle, de sentirle, de besarle.
Muchas veces no le buscamos de todo corazón, sino más bien de forma desesperada, lo que no necesariamente es lo mismo; en tales casos nuestra necesidad se nos hace más fuerte, más importante y prioritaria que nuestro mismo Dios. Nunca, en nuestras oraciones, nuestros problemas deben ocupar un lugar más prominente que Dios. Buscar a Dios representa un esfuerzo, pero sobre todo, un profundo y tierno anhelo por Su presencia.
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