Habrá un justo que gobierne entre los hombres, que gobierne en el temor de Dios. Será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra”.

– 2  Samuel 23:3-4.

Todos sabemos que la música es utilizada como un poderoso instrumento para transmitir mensajes de cualquier tipo: positivos, como el amor, la amistad, la solidaridad; pero también mensajes negativos, como la guerra, las drogas, la violencia, el sexo desenfrenado.

El mensaje de la última canción de David es sin lugar a dudas un mensaje esperanzador, un mensaje que aun hoy nos habla de luz y de bendiciones, de paz y de prosperidad. Nunca nadie podrá cantar una canción que traiga tanta esperanza como ésta. Cuando Dios la compuso no dejó posibilidad para que se escribiese otra ni siquiera parecida. Y a David le tocó escribirla y cantarla. Y fue su última canción.

Cuando sus labios se abrieron para cantar por última vez, describió el tipo de vida que le tocaría vivir a aquellos que creyesen en el nombre del Señor Jesucristo: Luz, una luz más poderosa que las tinieblas de los hombres; luz tan poderosa que atravesaría las espesas nubes de las tragedias de la humanidad, de las flaquezas de los hombres, de las bajezas del alma humana; luz que resplandecería por encima de la luminosidad de cualquier otra luz; luz que haría germinar la semilla de vida de la humanidad entera.

David dijo en su última canción que Cristo alumbraría las almas de los hombres y les daría vida y crecimiento espiritual: “Será como el resplandor del sol en una mañana sin nubes”. ¡Qué hermosa descripción!

Al unirnos a David en el canto de esta su última canción, podemos sentir que nos elevamos por encima de nuestras tormentas, que dejamos abajo las tormentosas nubes negras y vemos el sol radiante. ¡Sí, estamos por encima de nuestras tormentas!

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