Todo tiene su momento; todo lo que sucede bajo el cielo ocurre de acuerdo a un plan” .
– Eclesiastés 3:1.
El verano a veces llega a ser casi asfixiante. Se agota toda la humedad, se producen grandes sequías, se produce un calor extremo debido a que los rayos del sol caen sobre la tierra con la máxima perpendicularidad.
Pero, a pesar del rigor de las altas temperaturas, esta es la estación de mayor actividad en el interior de una planta, ya que se generan muchas reacciones químicas en el protoplasma de sus células, y se consume mucha energía proveniente del radiante sol que brilla esplendorosamente sobre ella.
Ahora, en cuanto a su relación con la vida espiritual, , esta es la estación menos deseada por los creyentes. En ella, miramos hacia atrás, y deseamos volver a etapas anteriores. Con nostalgia, añoramos el regreso de viejos tiempos mejores; no sentimos la frescura del Espíritu Santo, y mostramos solo ramas secas y sin vida.
Sin embargo, este es el tiempo donde Dios está más cerca de nosotros. Él sabe que necesitamos más su ayuda. Metafóricamente hablando, la ubicación del Todopoderoso en relación con nosotros forma una línea recta sobre nuestras vidas; por eso sentimos tanto calor.
Es el tiempo cuando podríamos tener una mejor relación con Dios; es el tiempo propicio para adorarle en espíritu y en verdad, para conocerle más profundamente. Es un tiempo de gran actividad espiritual, porque, debido a las presiones que se ejercen sobre el cristiano, éste vuelve su rostro hacia su Señor, en busca de ayuda y de aliento.
Por eso, cuando a usted le cubra el verano espiritual, alce sus manos a Él, que con toda seguridad tomará las suyas. Él es la columna de fuego pero también es la columna de nube que reposa sobre Su pueblo.
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