Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres … y no según Cristo”.
Col. 2:8.
Humanas tradiciones se escribieron
de Cristo, mi Señor, resucitado;
que en normas y preceptos apuntaron
«doctores» que en su gracia no confiaron,
y en pobre condición, Jesús, quedaron
las almas, que en tu nombre sometieron,
al frío dogma de doctrinas muertas.
¡Qué triste es caminar, por este mundo,
creyendo a Dios tan lejos y enojado!
Así, la «teología» se ha atrevido,
con su sistema seco y complicado,
quitamos la semilla de la gracia
regada por la sangre del Cordero.
¡Qué herencia, mi Señor, y qué trastornos;
y en tantas bibliotecas comentarios
hablándonos de un Cristo del pasado;
de un Padre que, iracundo, castigaba;
de un Cristo desgarrado en el madero!
Añejas tradiciones se han contado
de un Cristo moribundo, avergonzado,
inerme al vocerío de la turba.
¡Más tú, Jesús, el vencedor del mundo,
del diablo, del dragón, mortal serpiente,
por sobre ruinas de un pasado muerto,
hoy reinas por los siglos, ¡Aleluya!
¡Humanas tradiciones no pudieron
quitar la gloria de Jesús que vive!