Revista 51 / Mayo – Junio 2008

Evangelizando a la Iglesia

Es interesante que Pablo, en la introducción de la Epístola a los Romanos, diga las siguientes palabras: “Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma” (Rom. 1:15). ¿El evangelio a la iglesia en Roma? ¿Es que ya no eran creyentes?

Lo mismo se dice en Hebreos capítulo 4. Cuando el escritor inspirado está refiriéndose del reposo del pueblo de Dios, dice que se trata del euaggelion (buena noticia) que no fue creído por Israel, pero que ahora es predicado a la Iglesia para que entre en ese reposo. (Ver versículos 2 y 6).

La iglesia necesita ser permanentemente evangelizada. Las verdades centrales de nuestra fe necesitan ser reafirmadas; el fundamento de la edificación de Dios –Cristo Jesús, su persona, su obra, sus enseñanzas– necesita ser vuelto a poner para mayor seguridad. Y no sólo los fundamentos, sino que todo el consejo de Dios, con sus maravillosos misterios revelados. Para que toda la herencia de Dios sea enteramente recibida por su pueblo.

Pablo también dice en otro lugar: “A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro” (Fil. 3:1). Y Pedro lo confirma: “Yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis…” (2ª Ped. 1:12). Gran parte del Nuevo Testamento está dirigido a los creyentes, con la evidente intención de “completar lo que falta a su fe” (1ª Tes. 3:10), para que así el evangelio, la buena noticia de Dios, esté completo en el corazón de la Iglesia.

En este número de Aguas Vivas continuamos con esta tarea, a lo cual ha apuntado con certeza nuestro hermano Juvenal Santos, en el artículo que encabeza la serie.

Rogamos al Señor que este precioso evangelio, el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, brille más y más en nuestras páginas.