Acerca de la voluntad del Señor para su iglesia y su obra en nuestra generación.
Lecturas: Lucas 12:54-56, Efesios 5:6-21.
Dios está removiendo todas las cosas
Vamos a considerar esa pequeña palabra en Efesios 5:15-17: «Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor».
Jesús estaba hablando con la multitud cuando dijo: «Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: Hará calor; y lo hace … ¿y cómo no distinguís este tiempo?». De entre todas las personas del mundo, los cristianos verdaderos, nacidos del Espíritu de Dios, deben tener entendimiento de los tiempos en los cuales vivimos. Por esta razón, el apóstol dice: «Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor». Eso no quiere decir necesariamente que sepamos la voluntad de Dios para nuestra vida individual, sino que debemos saber la voluntad del Señor para su iglesia y su obra en nuestra generación.
Al mirar las palabras de nuestro Señor Jesús, es perfectamente claro que una de las características de los últimos días es un enorme quebranto. Por ejemplo, él dice que los corazones de los hombres desmayarán de miedo y expectación de cosas que están viniendo sobre la faz de la tierra. ¿Por qué? Porque algo acontecerá al mar, algo acontecerá a la luna, algo acontecerá al sol. Los poderes celestiales serán conmovidos. Claro está, y esto es obvio, si algo acontece al sol, inmediatamente habrá un reflejo en la luna, y entonces las estaciones y las mareas de la tierra serán afectadas.
«Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos» (Hageo 2:6-7). Tú percibirás que el Señor dice: «Yo haré temblar todas las cosas. Haré temblar todas las naciones. Haré temblar la tierra seca, el mar, la tierra, los cielos». Y entonces el Señor vendrá.
Así, una de las características del último periodo de la historia del mundo será un quebranto grande y universal – un quebranto de los patrones morales y éticos de las naciones, una agitación de su vida social, un desorden de su vida religiosa, una conmoción de toda la estructura de la sociedad humana, un estremecimiento de la vida nacional e internacional. Todo lo que puede ser conmovido será conmovido.
«La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor» (Hebreos 12:26-29).
Es el Señor quien provoca el temblor. Él puede usar a Satanás; él puede usar las ideologías; él puede usar las potestades; él puede, al final, usar al anticristo. Aun así, es siempre el Señor quien está provocando la conmoción. El Señor no es meramente destructivo; él no está simplemente destruyendo. Él está abatiendo lo que puede ser abatido, para que quede de manifiesto aquello que es inconmovible.
El problema con muchos de nosotros es que tenemos tantas cosas que son quebrantables en nuestras vidas, y nos apegamos a esas cosas. Nuestra vida está centrada en lo que es conmovible, y la única forma que el Señor tiene de apartarnos de lo que es conmovible hacia lo que es inconmovible es derribando todas las cosas. Entonces, repentinamente, descubrimos que hay un monte de cosas que considerábamos muy importantes y que ahora ya no son importantes. Las personas, algunas veces, temen cuando oyen hablar sobre ese quebranto. Pero el asunto es: No temeremos si nuestro tesoro está en un lugar seguro. En cambio, si está en el lugar errado, tenemos mucho que temer.
Este quebranto comienza con las naciones, comienza con la tierra. Él va a lo espiritual, en las regiones celestes, y culminará en un quebranto real y literal del universo. Todos los profetas concuerdan –Isaías, Joel, Amós–, así como también el Señor Jesús y los apóstoles. Todos ellos hablan de la conmoción física de los cielos en el tiempo del fin. No podría haber nada más verdaderamente proyectado para abatir al humanismo en sus bases que conmover al sol, la luna y las estrellas.
La última gran ideología de la humanidad será humanista. Nosotros pusimos a un hombre en la luna; estamos explorando el espacio. Tenemos asimismo rusos y americanos reuniéndose en el espacio. Estamos muy orgullosos de lo que el hombre está haciendo. Sin embargo, si algo le ocurriese al sol, e inmediatamente hubiese un reflejo en la luna y si de inmediato las mareas del océano, las estaciones y los poderes celestiales fuesen conmovidos, el hombre de repente percibirá cuán frágil es. Esto es exactamente lo que el Señor Jesús dijo: «Los corazones de los hombres desfallecerán de miedo y expectación a causa de las cosas que vendrán sobre la faz de la tierra».
Nosotros estamos en la última era de la historia del mundo. Ya vimos la re-creación del estado de Israel y la reunificación de Jerusalén. Hemos visto las guerras mundiales en este siglo. Veintidós millones de personas fueron exterminadas en la primera; cincuenta y cinco millones en la segunda. Desde entonces, solamente en China, si tomamos las cifras de la Cruz Roja Internacional, cincuenta y cinco millones fueron liquidados entre 1950 y 1965. Bajo el gobierno de Stalin, en total, exceptuando las dos guerras mundiales, treinta y dos millones de personas fueron ultimadas, y esta es una estimación muy conservadora. Yo no estoy hablando sobre el periodo babilónico o el periodo romano. Estoy hablando sobre el siglo XX, en el cual tú y yo nacimos. Este ha sido el siglo más sangriento en la larga historia sangrienta de la humanidad. Dios está quebrantando todas las cosas.
Pocos años después de aquel extraordinario avivamiento del país de Gales en 1903-04, hubo una reunión en una pequeña ciudad llamada Llanelli, en una antigua capilla presbiteriana en el país de Gales. El avivamiento aún estaba tocando a todos, y el local estaba abarrotado. Dos señoras de edad que estaban presentes en aquella reunión, pero que ya hace tiempo partieron en el Señor, me contaron esta historia. Mientras el predicador ministraba, uno de los ancianos de la primera fila apuntó a algo sobre su cabeza. En la pared posterior del púlpito apareció una visión. Era la imagen de la cabeza de un cordero, con grandes ojos humanos, de cuyos ojos corrían lágrimas como un río. Aquello permaneció por más de media hora, tanto que algunas personas corrieron a buscar vecinos para traerlos a la reunión. El predicador jamás concluyó su mensaje. En vez de eso, todos cayeron de rodillas, preguntando a Dios qué significaba aquello. Ellos recibieron este entendimiento: un tiempo de problemas inimaginables estaba por acontecer sobre la faz de la tierra. Con todo, nadie percibió la inmensidad del problema.
Todo siguió más o menos igual por mil años; pero en 1917, en la Primera Guerra Mundial, Dios sacudió toda la sociedad humana. El imperio otomano –uno de los grandes imperios de la historia– desapareció. Y también desapareció el imperio austro-húngaro, y el imperio zarista. El imperio dinástico chino de dos mil años desapareció en 1911. Fue un periodo de quebrantos increíbles.
La Segunda Guerra Mundial sólo concluyó lo que había iniciado la Primera. Entonces desaparecieron el imperio británico, el francés, el holandés, el portugués y el español. Dios continuó sacudiendo, y desde entonces, Dios ha sacudido más y más. Pasaron setenta años desde el día en que el acuerdo marxista fue firmado en el Kremlin, pero esa fuerza monolítica invencible que amparó todo el siglo XX se deshizo cuando Dios habló la palabra. Setenta años es un número muy interesante.
Dios está derribando todo. Es hora de despertar; es tiempo de prepararse; es tiempo de estar atentos. Que nadie piense que escapará si fuere descuidado. No debemos culpar a nadie si nos presentamos delante del Señor con las manos vacías, porque hemos desperdiciado nuestras vidas, por habernos centrado en torno a lo que es conmovible, en torno a lo que es transitorio. Nosotros estamos recibiendo un reino que no puede ser conmovido.
El Señor Jesús lo dijo de este modo: «…sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella». La roca es inconmovible. Es un reino inconmovible porque el Rey es inconmovible.
¿Somos insensatos? Nosotros tenemos este Libro; es la revelación del corazón y de la mente de Dios. Tenemos una salvación tan plena, tan poderosa y tan valiosa para Dios, a través de la cual él nos ha traído en unión consigo mismo en Cristo. El Espíritu Santo nos fue dado para conducirnos a todo lo que es nuestro Señor Jesús. Aun así, vivimos como mendigos. Estamos adormecidos. Si no estamos dormidos, somos como sonámbulos. ¡Cuán necios somos!
¿Puedes entender ahora por qué el Señor Jesús tiene que sacudir todas las cosas? Esta es la única forma en que él nos puede redirigir; es la única forma en que él nos puede reajustar, de modo que nos centremos en lo que no puede ser abatido.
Los últimos días
«Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis» (Mateo 24:44).
Ahora, me gustaría hacer una pregunta muy simple, y después intentaré responderla. ¿Cómo sabemos que estamos en los últimos días? Sí, está ocurriendo una gran conmoción, pero, ¿cómo sabemos que ella está ocurriendo en los últimos días? Todos parecen creer que nosotros estamos en los últimos días, pero, ¿cómo podemos saber que son los últimos días? Los cristianos verdaderos siempre creerán que el Señor está a las puertas y, de hecho, difícilmente hubo una generación en la historia de la iglesia que no creyese que su generación vería el retorno del Señor Jesús.
Los cristianos siempre creerán que el Señor está volviendo. La iglesia primitiva lo creyó, pero él no vino. Los reformistas creían que el Señor estaba volviendo, pero él no vino. Los puritanos creían que el Señor estaba volviendo, pero él no vino. Los metodistas creían que el Señor estaba volviendo, pero él no vino. Aquellos creyentes del pasado definitivamente creían que el Señor estaba volviendo, pero él no vino.
La medida del tiempo del Señor es muy diferente de la nuestra. Dos mil años atrás, el Señor dijo: «Vengo en breve». Eso significa que el Señor tiene una unidad de tiempo muy distinta de la nuestra. No obstante, el Señor vendrá; y cuando él venga, lo hará repentinamente. Si yo no comprendo mal lo que el Señor Jesús y los apóstoles anunciaron repetidas veces, no es el mundo el que será tomado por sorpresa por la venida del Señor, sino muchos cristianos.
Muchas personas creen que Jesús profirió ese discurso acerca de su retorno –el cual vemos en Mateo 24-25, en Marcos 13 y Lucas 21– para los no salvos. Pero no fue dicho para los inconversos, ni para la gran multitud tibia de discípulos, muchos de los cuales irían a apostatar. Ni aun fue dado a los ciento veinte que fueron hallados finalmente en el aposento alto. No fue dado a los setenta que salieron en el nombre del Señor Jesús y presenciaron sanidades impresionantes y vieron a Satanás caer del cielo como un rayo. Ni fue dado aun a los doce apóstoles, el círculo más íntimo del Señor Jesús. Él fue ministrado a cuatro de entre los Doce, el grupo más íntimo del círculo más íntimo del Señor Jesús – Andrés, Pedro, Jacobo y Juan (ver Marcos 13:3). Cuanto mayor entendimiento del Señor Jesús, mayor discernimiento era dispensado en el discurso hablado del Señor.
Cuando él dijo: «Velad», fue para aquellos apóstoles. Cuando él dijo: «Velad y orad», fue para aquellos cuatro. Cuando él dijo: «Mirad por vosotros mismos», fue para aquellos cuatro. Cuando él dijo: «Estad preparados; pues en la hora en que no pensáis viene el Hijo del Hombre», fue para aquellos cuatro. Si el Señor Jesús profirió todo este discurso con respecto a su venida para aquellos cuatro discípulos, y enfatizó su pronta venida, velen ustedes, porque existe la posibilidad de ser tomados por sorpresa en el retorno del Señor. ¿A dónde nos conduce eso, a ti y a mí?
Todo el mundo cree que estamos en los últimos días. Los fundamentalistas islámicos lo creen; los judíos ortodoxos, también. La mayoría de los cristianos verdaderos cree que estamos en los últimos días. Hasta el hombre de la calle cree que estamos en los últimos días. ¿Pero cómo podemos asegurar que estamos en los últimos días?
Alguien dirá de inmediato: ‘El Señor Jesús dejó señales, y estas son las señales. Habrá guerras y rumores de guerras. Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá terremotos, plagas, enfermedades, hambre y persecuciones’. Pero, ¿acaso hubo algún tiempo, desde que Jesús profirió estas palabras, en que no haya habido guerras y rumores de guerras, terremotos, plagas, enfermedades y hambre?
No habido ni siquiera una generación en que estas cosas no hayan ocurrido.
Es claro que el mundo no tenía teléfonos, TV, fax o satélites. Cuando había hambre en China, pasaban meses hasta que alguien de este lado del mundo viniese a saberlo. Cuando había guerra en este lado del mundo, llevaba meses, tal vez hasta años, antes que lo supiesen al otro lado. No obstante, el asunto es que siempre ha habido guerras, rumores de guerras, terremotos, hambres, plagas y enfermedades, y de cierta forma ha habido persecuciones.
Otro dirá: ‘No. Jesús no quiso decir una guerra aquí y otra allí, un terremoto acá y un hambre allá. Él quiso decir guerras mundiales, y esto fue en el primer siglo’. Pero siempre se hace la misma pregunta: ¿Cómo una generación podría saber que estaba por venir algo peor de lo que ellos mismos habían experimentado?
Supón que tú hubieses vivido en la época de la Guerra de los Treinta Años, que devastó toda una parte de Europa. ¿No habrías dicho: ‘Esto es increíble’? Si tú hubieses estado en la Guerra de los Cien Años, allí, millares de personas perdieron sus vidas. De ahí surgieron plagas y hambre, y también persecuciones. No es de sorprenderse que los cristianos pensaran que el Señor estaba retornando.
Supón que hubieses vivido en Europa durante la gran Peste Negra. Ochenta y siete por ciento de la población del Mediterráneo, en Escandinavia, en Europa y en Gran Bretaña, murieron. En la misma época, hubo una gran guerra, seguida de persecuciones. Tú habrías pensado: ‘¡El Señor está regresando!’. Entonces, ¿cómo podemos saber con certeza que nosotros estamos en los últimos días?
Es muy interesante ver cómo el Señor Jesús terminó este discurso. En los tres evangelios donde se registra este hecho, él concluye de la misma manera. La pregunta era la siguiente: «Dinos, ¿cuándo serán estas cosas –la destrucción del templo y el exilio del pueblo judío– y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?». Entonces Jesús dijo: «Oiréis de guerras y rumores de guerras, terremotos, hambres, plagas, dolores; pero esto no es el fin; esto es el principio del fin».
Entonces, él habló de persecuciones, y dijo aun: «Esto no es el fin; es principio de dolores, el primer surgimiento de las angustias de la venida del reino de Dios». Entonces, él habló del último periodo, de la abominación desoladora, de un periodo enorme de tribulación que el Señor tendrá que acortar. Así, él dijo: «Entonces el Hijo del Hombre vendrá desde los cielos, y todo ojo le verá». Mirando a los ojos de aquellos cuatro apóstoles, él resumió todo: «De la higuera aprended la parábola».
¿Qué es la parábola de la higuera? Ella es obviamente importante, porque la encontramos en Mat. 24:32-33, en Marcos 13:28-29 y en Lucas 21:29-31. O, poniéndolo en una traducción más moderna: ¿Cuál es la lección de la higuera? ¿Qué fue aquello que Jesús vio tan importante?
Algunas personas dicen que la higuera es sólo una figura de la llegada del verano; es decir, cuando comienzan a brotar sus hojas, tú sabes que el verano está próximo. Esto también es posible, pero la cuestión es que la higuera es el último de los árboles frutales en Israel a la cual brotan las hojas. Cuando brotan las hojas de la higuera, lo que con frecuencia ocurre en un periodo de apenas veinticuatro horas, es sólo cosa de semanas hasta que se inicia la larga estación seca.
Si Él nos estaba dando una figura de la venida del verano, habría sido mejor usar el almendro. Si Jesús hubiese dicho: «Aprended la lección del almendro», no habría problema, porque en toda la Biblia el almendro es una figura de la resurrección. Es el primer árbol frutal que florece en Israel. Este es un anuncio de la llegada del verano. Entonces, ¿qué quiso decir Jesús?
La higuera y todos los otros árboles
Es muy interesante ver cómo Lucas pone esto. Lucas siempre nos da información adicional. Él dice: «Mirad la higuera y todos los árboles». Es como si Lucas, como médico, estuviese diciendo: ‘Tengan mucho cuidado; no hagan un diagnóstico equivocado’.
Hay dos cosas aquí: la higuera y los demás árboles; una cosa que es común a ambas, y algo que tiene apenas que ver con un árbol. En otras palabras, tenemos señales en lo general y una señal particular. Cuando la señal particular y las señales en general se juntan, entonces tú sabes que llegó la última etapa de la historia del mundo. Jesús no estaba sólo diciendo que las señales en general son las guerras, rumores de guerras, terremotos, hambres, plagas, enfermedades y persecuciones, sino que él estaba diciendo que había un árbol en particular que simboliza alguna cosa, y tú debes comprender su significado. Ahora, ¿cuál es su significado?
La higuera simboliza a Israel
En el Antiguo Testamento, la higuera significaba la tierra prometida. Recuerden una pequeña frase que aparece por lo menos tres veces allí: «Cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera» (ver 1 Reyes 4:25, Miq. 4:4, Zac. 3:10). ¿Qué quiere decir eso? No es sólo una frase poética. Esto significa que cada uno de los hijos de Israel tendrá una porción de la tierra prometida, grande o suficiente como para que pueda crecer en ella una higuera. La parra también crecerá en ella, y las dos vivirán juntas y fructificarán, y él se sentará bajo su sombra. En otras palabras, la higuera es un símbolo de la tierra, la verdadera tierra de Israel. Si miramos a Jeremías y Oseas, percibiremos que el higo también es una figura de la nación. Así, nosotros tenemos tanto la tierra, como el territorio, y la nación.
El Señor Jesús profirió una parábola de la higuera en Lucas 13:6-9. Cierto hombre tenía una viña, en la cual él tenía una higuera. Él había buscado frutos en la higuera durante tres años, sin hallar nada. Él ordenó al labrador que cortara el árbol, pues estaba quitando del suelo todo su beneficio. El labrador pidió que se le diera un año más. Él araría y fertilizaría la tierra, y si produjese frutos, bueno; si no, él la cortaría.
Los fariseos y saduceos sabían exactamente lo que Jesús estaba diciendo. Él estaba hablando acerca de la nación y su esterilidad, y de su ministerio mesiánico de tres años. No fue un año el que fue dado a los judíos, sino toda una generación de cuarenta años – de 30 d. C. hasta 70 d. C. En aquellos cuarenta años, la tierra fue verdaderamente arada y fertilizada, pues aquella fue toda la maravillosa historia de la iglesia primitiva. Aun así, Israel no creyó, y el árbol, al fin, fue cortado.
Esto me parece una evidencia convincente de que, cuando Jesús habló acerca de la higuera y de todos los demás árboles, él hablaba del pueblo judío como una señal de confirmación. Todas las demás señales son inválidas a menos que aquella señal de validación esté presente. Pero, en el momento en que la señal de confirmación esté presente y, al mismo tiempo, haya guerras, rumores de guerra, terremotos, hambre, plagas, enfermedades y persecuciones, entonces sabremos que hemos llegado a los últimos días.
Ahora, hay una partícula más de evidencia en el evangelio de Marcos, y para mí es la evidencia más clara de todas. El día anterior a que Jesús dijera: «De la higuera aprended la parábola», algo ocurrió a una higuera (ver Marcos 11:12-14). Jesús solía pasar las noches en Betania, y ese día, al subir al monte de los Olivos, ellos estaban en un lugar llamado Betfagé (en hebreo, «casa de los higos inmaduros»). En otras palabras, por alguna razón, en aquel punto en particular, los higos nunca maduraban. Al llegar a ese lugar, para espanto de los doce apóstoles, Jesús se dirigió a una higuera que sólo tenía hojas y dijo: «Tengo hambre». Entonces le oyeron decir: «Nunca jamás coma nadie fruto de ti».
Los apóstoles deben haber pensado: ‘¿Tiene él algún problema? ¿Qué le pasa? Él sabe todo sobre las aves, todo sobre las zorras, todo sobre cultivar, sembrar, segar, cosechar; ciertamente debería saber que ninguna higuera en Jerusalén produce higos en marzo’. ¡Pobre higuera! Ella no podía hacer lo que Jesús pedía, porque ninguna higuera da frutos en marzo. ¿Qué era lo que Jesús estaba haciendo? ¿Sería que María y Marta no le habían dado el desayuno apropiado? ¿Por qué los Doce no tenían hambre?
Por cierto, se dan muchas explicaciones para aquello. La teología liberal dice: ‘Bueno, tú sabes, Jesús era un hombre como nosotros. Cuando él se hizo hombre, tenía un entendimiento limitado, y cuando los hombres están hambrientos, se impacientan. Jesús tenía hambre, por tanto, con una irritación normal, él maldijo a la higuera’. Yo no puedo aceptar esta explicación.
Así existen cristianos que creen en la Biblia, que sienten que precisan defender la Biblia. Ellos ignoran las grandes palabras de C. H. Spurgeon cuando se le pidió unirse a una sociedad en pro de la defensa de la Biblia: «No lo haré bajo ninguna circunstancia. Ustedes no tienen que defender a un león. Déjenlo fuera de su jaula, y se defenderá por sí mismo». En otras palabras, deja que la Palabra de Dios sea la Palabra de Dios, y ella se va a defender sola. Asegúrate sólo de obedecerla. No obstante, los cristianos que se precipitan a defender la Biblia dicen: ‘Esa higuera es muy especial. Exactamente donde salen las hojas, hay pequeños grupos de frutos brotando; así, de esa manera, se puede decir si ella será fructífera o no’. Eso no explica por qué dice que Jesús tenía hambre. ¡Tú no puedes comer frutos que aún están brotando!
A mi entender, Jesús estaba enseñando una parábola. Él hizo de ella un ejemplo, una ilustración, una enseñanza representada. Posteriormente, cuando el Espíritu Santo vino sobre ellos, se acordaron de todo, tal como Jesús les había dicho: «Él les recordará todas las cosas». Recordaron que después de dejar aquella higuera, Jesús había entrado en el templo, volcó las mesas de los cambistas, libertó a las palomas, y dijo: «Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones, mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones». A la mañana siguiente, la mañana posterior a la noche en que Jesús les había dicho: «De la higuera aprended la parábola», ellos pasaron junto a la higuera, y Pedro dijo: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado». Jesús dijo: «Tened fe en Dios» – de ninguna manera tú puedes matar higueras, sino por la fe.
Lo que Jesús estaba diciendo era lo siguiente: «Dondequiera que haya una fe viva, hay salud espiritual. Donde hay salud espiritual, hay fertilidad. Donde hay fertilidad, hay bendición de Dios. Donde hay incredulidad hay corrupción. Donde hay corrupción, hay esterilidad. Sobre la esterilidad, viene el juicio de Dios». Jesús entonces tuvo su última confrontación con todos los diferentes grupos establecidos de la nación –los herodianos, los saduceos, los fariseos– y concluyó con el mensaje más severo que él ya había dado (ver Mateo 23).
Cuando Jesús salió del templo, cuando ellos salían de la puerta Hermosa, el apóstol dijo: «¡Maestro, mira qué piedras, y qué edificios!». Entonces Jesús dijo: «¿Veis todo esto? No quedará piedra sobre piedra». Entonces ellos descendieron al valle de Cedrón y atravesaron el estero. Dejando a ocho de los apóstoles probablemente en el huerto de Getsemaní, él tomó consigo a cuatro de ellos y subieron más alto. Se sentaron allí, con toda la ciudad ante su vista, y los cuatro dijeron: «¿Cuándo acontecerá la destrucción de Jerusalén y del templo? ¿Y cuál será la señal de tu venida, y del fin del siglo?». Mirando a los ojos de aquellos cuatro apóstoles, todos judíos, Jesús comenzó a hablar y terminó con las palabras: «De la higuera aprended la parábola».
La higuera de retorno a su base original
Lo que él estaba diciendo era lo siguiente, y estoy poniendo esto en mis propias palabras: «Ustedes vivirán para ver la destrucción de este templo, esta ciudad arrasada, esta nación siendo tomada. Ustedes vivirán el inicio del exilio de los judíos. Parecerá que jamás hubo una higuera en este suelo. El juicio será tan completo que ustedes jamás podrán imaginar que un árbol estuvo en esta tierra. A pesar de todo, antes de que yo vuelva, la higuera volverá a su base original, no como una antigüedad, no como un fósil, sino como un árbol vivo, con hojas brotando con promesas de fruto». En otras palabras, los judíos retornarán a su tierra.
Es un hecho histórico que, desde que Jesús profirió estas palabras hace 1900 años atrás, nunca hubo un estado judío. Por apenas unos pocos meses, entre los años 135-136 d. C., hubo la rebelión de un falso mesías llamado Bar Kochva, en Jerusalén. Aparte de esto, nunca hubo un estado judío hasta el 14 de mayo de 1948. Entonces ocurrió un milagro. No hubo un solo especialista económico o un perito militar que diera a los judíos una chance en un millón de probabilidades. Nadie creyó que el recién nacido estado judío sobreviviría siquiera por algunos meses. Todo el infierno fue liberado. Dos millones de jóvenes en cinco ejércitos vinieron contra él, y hubo ocho mil judíos capaces de enfrentarlos. Aquellos ejércitos estaban totalmente movilizados, totalmente equipados, totalmente entrenados; tres de ellos fueron entrenados por los británicos. Allí ocurrió un milagro; los dos millones huyeron, e Israel fue preservado. Desde entonces, en cuarenta y siete años, hubo seis guerras, cuatro de las cuales deberían haber exterminado este estado – la Guerra de la Independencia en 1947-1948, la guerra de junio de 1967, la Guerra de Yom Kippur de 1973, y la Guerra del Golfo de 1991. El pequeño Israel sobrevivió a todas estas guerras.
Es increíble. En todo el mundo, no hay otro ejemplo como éste. Todos los profetas hablaron de ello. Aun Moisés mismo habló de ello. Él dijo: «Vosotros seréis esparcidos a los confines de la tierra, pero de los confines de la tierra el Señor os reunirá. Vosotros os volveréis un proverbio entre las naciones. Todos os despreciarán. Cuando sea de mañana, desearéis que sea noche; y cuando fuere la noche, desearéis que fuera de mañana. No hallaréis paz para vuestros corazones en ningún lugar para descansar la cabeza; pero de los confines de la tierra, el Señor os traerá de regreso» (ver Deuteronomio 28 y 30).
Jeremías dijo: «Si faltaren estas leyes delante de mí, dice Jehová, también la descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente. Así ha dicho Jehová: Si los cielos arriba se pueden medir, y explorarse abajo los fundamentos de la tierra, también yo desecharé toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron, dice Jehová» (Jer. 31:36-37). En otras palabras, ellos son una señal. Jeremías dijo: «Oíd palabra de Jehová, oh naciones, y hacedlo saber en las costas que están lejos, y decid: El que esparció a Israel lo reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño» (Jer. 31:10).
Cumplido el tiempo de los gentiles
El hecho es que tenemos esta señal, y ella es un marco profético. Además de eso, el Señor Jesús había confirmado deliberadamente esta parábola de la higuera. En Lucas 21:24, él dice: «Y (los judíos) caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones (Esto se cumplió al inicio del año 70 d. C.); y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan».
Si tú no logras aceptar la higuera, por lo menos debes comprender que Jerusalén es la clave para nuestro entendimiento de la economía de Dios. Mientras Jerusalén se encontraba bajo gobierno no judío, el mundo no estaba en el tiempo del fin; pero en el momento en que ella pasó al gobierno judío, el mundo entró en los últimos días.
Jerusalén ha sido gobernada por muchas otras capitales: El Cairo, Bagdad, Damasco, Constantinopla, Roma, Londres, Aman. Jerusalén nunca había sido capital de cosa alguna en los últimos 1900 años –excepto un siglo (XI), como la capital del reino de las Cruzadas– hasta el 7 de junio de 1967. Ambos son marcos proféticos. Pero lo más impresionante es que muchos cristianos están adormecidos. Ellos no tienen la menor idea acerca de lo que está ocurriendo.
¿Existe un estado judío en este mundo? Claro que sí. Conocemos todo el alboroto y controversia al respecto. ¿Es Jerusalén la capital de este estado? Sí, lo es. Desde el 7 de junio de 1967, ella ha sido reconciliada (reunida), y por un acto del parlamento, ha sido declarada la capital eterna e indivisible de Israel. De hecho, el status de Jerusalén es la línea originaria del así llamado proceso de paz. Al final, esto irá a dilucidar toda la cuestión de Jerusalén.
¿Hay allí un estado judío? Sí. ¿Es Jerusalén su capital? Sí. ¿Hemos tenido guerras? Hubo dos guerras mundiales. En la primera, murieron 22 millones; en la segunda, 55 millones. Nunca antes en la historia hubo una guerra mundial, pero el siglo XX presenció dos guerras mundiales, y exactamente en el mismo tiempo, se produjo la ascensión de Israel.
En 1917, en la Primera Guerra Mundial, se firmó la Declaración de Balfour, en el tiempo exacto de la guerra. Después de 700 años de gobierno islámico, Jerusalén fue libertada, no por los judíos, sino por el general Allenby, el 7 de diciembre de 1917, lo cual ocurrió en el primer día de Hanukah, el festival judío de la libertad, la fiesta de las luces (feriado religioso judío). ¿No les parece impresionante?
Hemos oído rumores de otra guerra mundial desde entonces hasta 1992. Ha habido guerras y más guerras, rumores y guerras reales. ¿Ha habido terremotos? ¿Necesitas respuesta? ¿Existen plagas y enfermedades? ¿Necesitas que te responda? ¿Ha habido persecuciones? Ningún otro siglo ha visto tantos cristianos martirizados como el siglo XX, no sólo en China, donde tal vez un millón de cristianos han sufrido el martirio, sino también en Rusia y Europa Oriental. ¿Necesito agregar más? Del mismo modo, ningún siglo ha visto tantos judíos martirizados – por lo menos seis millones, aunque se calcula una cifra de ocho millones. Más del cincuenta por ciento de la población judía mundial murió en la Segunda Guerra Mundial.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, Israel se transformó en una nación. ¿No es extraordinario eso? ¿Existe un estado judío? ¡Sí! ¿Jerusalén es su capital? ¡Sí! ¿Ha habido guerras? Sí, hubo dos guerras mundiales y rumores de guerras.
Sonámbulos
Nosotros estamos en los últimos días, y lo más impresionante es que la mayoría de los cristianos están dormidos. Ahora, cuando tú duermes, no estás muerto, pero estás en posición horizontal. No andas, no corres, no vuelas. Tú respiras, tu corazón sigue latiendo, tu cerebro sigue funcionando, tu sangre sigue circulando; pero tú estás dormido. Muchos cristianos están durmiendo, y no me refiero a cristianos nominales. Ellos no están oyendo al Señor, no están vivos para el Señor, no están andando con el Señor; no están participando de la carrera, no tienen idea de dónde estamos en el propósito de Dios.
Otros cristianos no están en posición horizontal, pero son como sonámbulos. Tienen toda una rutina, una práctica regular. Deambulan adormecidos en la reunión. Toman el mismo asiento de rutina, se levantan cuando deben levantarse, se sientan cuando deben sentarse, participan de la mesa del Señor, y aun así están dormidos. Es una rutina de sonámbulo. De hecho andamos, no obstante, estamos adormecidos.
El apóstol Pablo dijo: «No durmamos como los demás» (1a Tes. 5:6). En verdad, muchos estamos durmiendo, y así, las palabras del Señor caen en oídos sordos. Es tiempo de despertar. Tú no podrás culpar a nadie si los últimos eventos te cogen de sorpresa. Nuestro Señor dijo: «De la higuera aprended la parábola». Tómala, déjala lograr su objetivo, déjala desafiarte, permite que ella te fascine, pues tenemos muy poco tiempo.
Cuidaos, velad y orad
¿Cuál fue el principal énfasis del Señor Jesús en su mayor discurso acerca de su retorno? No fue la secuencia de los sucesos. Aunque él habló de una secuencia de eventos, no era este su énfasis. Aunque habló de los detalles, tampoco se centró en los detalles de tales eventos. Su énfasis fue el siguiente: «Tened cuidado, para que ningún hombre os desencamine; cuidad de vosotros mismos, sed cautelosos, yo os he dicho de antemano todas estas cosas. Sed cautos, vigilad y orad … Estad preparados, pues en una hora en que no pensáis, viene el Hijo del Hombre».
Las personas siempre me preguntan: «¿Nosotros nos iremos antes de la tribulación, o al final, o en medio de la ella?». Yo tengo una visión bien definida; sin embargo, tengo que decir que en cada interpretación del arrebatamiento, nosotros tenemos problemas. Creo que es una cuestión de designio. Es como si el Señor estuviese diciendo: ‘Tú no puedes vivir una vida descuidada y de pronto decir: Ésta es la hora; necesito buscar al Señor’. Si quieres engañarte a ti mismo, puedes continuar haciéndolo.
Despertad
Déjame decirte la cosa más notable que el Señor Jesús dijo. No está en los evangelios, sino en el último capítulo de Apocalipsis. Él está hablando sobre su venida, hablando a las siete iglesias, hablando a cristianos: «El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía». En otras palabras, si tú estás involucrado en negocios deshonestos, sigue adelante. ¿Estás inmundo? Aún puedes hacerte más inmundo. «…y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo» (Apocalipsis 22:12). ¿No es eso extraordinario? No se parece con el evangelio. Es casi como si el Señor dijese: ‘Si quieres despertar, despierta. Si deseas levantarte, levántate. Si quieres seguir siendo flojo, sigue siéndolo. Si quieres seguir siendo un sonámbulo, hazlo; si quieres seguir horizontal, sigue así. Con todo, yo estoy viniendo. Si quieres estar preparado, necesitas despertar’.
Que Dios nos hable y en verdad nos alcance.
Esto que he dicho puede hacerte sentir un tanto inconfortable, pero déjame decirte que no tienes a nadie a quien culpar sino a ti mismo, en caso de no estar preparado. Si no te ajustas con el Señor, si no decides seguirle completamente, no tendrás a nadie a quien culpar a no ser a ti mismo si Su venida te encuentra desapercibido. Que el Señor, en su gracia, alcance nuestros corazones, nos toque y, de alguna manera, nos despierte.
Tomado de «The last days», Versión portuguesa de Jotta Enne.