Lecciones básicas sobre la vida cristiana práctica.
Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”.
– Lucas 6:38.
La forma cómo los cristianos administran sus finanzas difiere totalmente de la manera de los incrédulos. El camino cristiano es dar; el de los incrédulos, acumular.
Nuestra preocupación ahora es saber cómo un cristiano debe vivir en la tierra sin padecer necesidad. ¿Dios no nos ha prometido esto? Así como las aves del cielo no carecen de sustento o los lirios del campo de bellas vestiduras, los hijos de Dios no deben sufrir necesidades.
Si alguien está necesitado, debe haber una fisura en alguna parte. Por lo general, los hermanos que tienen problemas con sus ingresos son aquellos que no logran manejar sus finanzas conforme al principio de Dios.
Dios provee
¿Cómo debe manejar sus finanzas un cristiano? Lucas 6:38 dice: «Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir».
Como creyentes, buscamos en Dios toda nuestra provisión. Vivimos solo por su misericordia. Los ricos no pueden depender de su fortuna para su alimentación y vestuario. En tiempos de guerra, hemos visto mucha gente rica careciendo de ambas cosas. Pablo nos exhorta a no poner nuestra esperanza en la incertidumbre de las riquezas, ni a estar deseosos de enriquecernos, pues eso nos traerá muchos dolores (1 Tim. 6:7-10, 17-19). Solo aquellos que depositan su confianza en el Señor, aunque no tengan ningún ahorro, estarán libres de apremios.
El Señor bien puede suplir todas nuestras necesidades. Pero es necesario saber que la provisión de Dios tiene consigo una condición. Si Dios puede alimentar a tantas aves del cielo, él ciertamente puede apoyarnos.
Nadie sino Dios puede sustentar a todas las aves del cielo y vestir a los lirios del campo. Solo él tiene la sobreabundancia de riquezas para proveer a las aves y a los lirios, así como a sus propios hijos. Él no quiere que estemos en circunstancias tan restringidas que apenas podamos vivir.
Quien haya caído en privación no ha administrado sus finanzas según el principio de Dios. Dios ha diseñado una manera para que usemos nuestros recursos económicos.
Si no seguimos esta ley, naturalmente caeremos en la pobreza. Solo siguiendo sus normas seremos guardados de la miseria. Si es necesario, Dios está dispuesto a suplir con creces nuestras necesidades. Nunca pienses por un momento que él es pobre. El ganado sobre mil colinas es suyo; todas las cosas le pertenecen. ¿Por qué los hijos de Dios habrían de ser pobres o deberían padecer necesidad?
Dios no es alguien que no puede proveer. Es seguro que puede. Pero hay una cosa que debemos hacer: debemos cumplir su condición antes de que él nos suministre. ¿Cuál es, entonces, su requisito? «Dad, y se os dará».
La buena medida
Los nuevos creyentes necesitan aprender esta lección básica desde el inicio de su vida cristiana. De lo contrario, no podrán avanzar mucho. Los cristianos tienen una manera especial de gestionar sus finanzas: dar lo que quieran recibir. En otras palabras, mide tus ingresos de acuerdo a lo que tú das. El mundo mide el dar según sus recursos, pero nosotros los cristianos medimos nuestros ingresos dando. La medida que demos será la que recibimos. En consecuencia, todos los que aman el dinero y regatean en dar no están aptos para recibir dinero de Dios, y no obtendrán la provisión divina.
Nos gusta decir a los hermanos y hermanas que todos debemos mirar a Dios para la administración de nuestras necesidades. Pero, en realidad, Dios solo tiene el compromiso de suplir a aquellos que están dispuestos a dar. El texto de Lucas es realmente maravilloso. Dice: «medida buena». Cuando da, Dios nunca calcula. Él siempre da con liberalidad.
Nuestro Dios es muy generoso; su copa siempre se desborda. Él no es mezquino. Él declara que dará con buena medida: «apretada, remecida y rebosando». ¿Alguna vez has comprado arroz o trigo? Muchos vendedores vierten el grano fuera de la medida, y no te permiten remecerlo. No es así con Dios. Él dará con buena medida, no solo apretada y remecida, sino también rebosando.
Verdaderamente nuestro Dios es muy liberal en dar. Sin embargo, oigamos lo que él dice: «…porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir». Si tu dádiva es calculadora y exigente, entonces, cuando Dios mueva a las personas para abastecer tu necesidad, aquella provisión será también estrictamente medida o calculada.
La manera cristiana de gestionar las finanzas
La manera cristiana de administrar los recursos es no retener el dinero en las manos. Cuanto más firmemente lo retenemos, más muerte nos traerá. Tal dinero se volverá inútil y se derretirá como hielo. El dinero es acrecentado solo al darlo. Si los hijos de Dios aprenden a dar, Dios realizará milagros en todas partes; si ellos se aferran al dinero, empobrecerán.
Los creyentes nuevos deben aprender esta lección. Ellos no deben conformarse solo con ser salvos; deben aprender a experimentar la bienaventuranza de ofrendar. Dios no puede confiar en alguien que se aferra al dinero y no lo da, porque tal persona es poco fiable. A quien más da, más Dios le dará a él.
- Siembra para Dios
«Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará» (2 Cor. 9:6). Esta Escritura también se relaciona con la forma cristiana de administrar las finanzas. Los creyentes dan dinero, pero no lo tiran. No es aquel que lo desperdicia el que recibirá más; tampoco el que lo derrocha menos, recibirá menos.
Lo que Dios dice es que quien siembra generosamente cosechará con abundancia, y también el que siembra escasamente cosechará poco. ¿Esperas que tu dinero aumente? Entonces, anda y siémbralo. Si lo siembras, crecerá; de lo contrario, permanecerá inalterable.
- Ofrendando para Dios
La palabra de Dios con respecto a las necesidades es muy clara en el Antiguo Testamento: «Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde» (Mal. 3:10), dijo el Señor al pueblo de Israel. Esto confirma el mismo principio que ya hemos explicado.
- Dando generosamente por Dios
«Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza» (Prov. 11:24). Muchos no reparten, por lo cual no tienen nada. Pero los que reparten se hacen ricos delante de Dios. Esto también nos es mostrado por la palabra de Dios.
- Gastando para Dios
Hay otro evento maravilloso del cual podemos tomar nota. En 1 Reyes 18, cuando Elías oró por lluvia, la nación estaba sufriendo bajo una gran sequía. El rey y su mayordomo estaban buscando agua. La falta de agua era evidente. Sin embargo, cuando Elías ofreció sacrificio y oró por lluvia, les ordenó verter agua abundantemente sobre el holocausto.
Cuán preciosa era el agua en ese momento; sin embargo, Elías les hizo derramar agua tres veces sobre el sacrificio hasta que corrió alrededor del altar y llenó la zanja. Teniendo en cuenta el hecho de que la lluvia del cielo aún no había descendido, ¿no era un desperdicio verter tanta agua? ¿Y si la lluvia no llegaba? Pero Elías les mandó derramar el agua.
Él se arrodilló y oró para que Dios enviara fuego que consumiese la ofrenda en el altar. Dios oyó esa petición y también su oración por la lluvia. Déjame decirte, si quieres que el cielo envíe una gran lluvia, primero debes verter toda tu agua. Si tú la ahorras, nunca obtendrás el agua del cielo.
- Suplidos por Dios
«Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Flp. 4:19). Sin duda, este es un versículo maravilloso. Los creyentes de Corinto no daban generosamente como los santos en Filipos. Una y otra vez, los filipen-ses habían enviado ofrendas al apóstol Pablo. Pablo, a su vez, les respondió que su Dios proveería para todas las necesidades de ellos según Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.
¿Ves la maravilla del verso? Pablo menciona especialmente: «Mi Dios», es decir, el Dios de quien recibió la ofrenda. Pero, ¿no habían sido los filipenses quienes enviaron dinero a Pablo? «Mi Dios suplirá». Él proveería a aquellos que habían favorecido a Pablo; era el Dios del beneficiario quien supliría las necesidades de los donantes de aquella ofrenda.
Hoy en día, muchos tratan de aferrarse a Filipenses 4:19. Sin embargo, ¿podemos ver aquí que Dios suplirá a los que ofrendan y no a los que piden? Solo los donantes tienen derecho a utilizar este versículo; aquellos que no dan no tienen acceso a tal privilegio. Después de dar a los demás, tú puedes decir: «Oh Dios, suple hoy todas mis necesidades conforme a tus riquezas en Cristo». Dios suplió todas las necesidades de los filipenses, pues él provee basándose en el principio de dar.
El camino de un cristiano
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento establecen la misma enseñanza. Dios no quiere que seamos pobres ni que pasemos necesidades. Si hay estrechez y angustia entre nosotros, es posible que nos hayamos apegado fuertemente a nuestro dinero. Cuanto más nos amemos a nosotros mismos, más hambrientos estaremos.
Si no se resuelve la cuestión del dinero, ninguna otra cosa se resolverá. La amenaza de la pobreza está cercana a todo aquel que ama el dinero. Es posible que yo no pueda testificar de otras cosas, pero de esto puedo dar testimonio: cuanto más se aferra alguien al dinero, más pobre se volverá. Debemos liberar nuestro dinero, permitiendo que él circule operando milagros para Dios.
El ganado sobre mil colinas y las ovejas en diez mil colinas, todos pertenecen a Dios. ¿Quién sino un necio podría pensar que debe ganárselos? Lo único que necesitamos hacer es llevar todo lo nuestro a Dios. Necesitamos liberar el dinero tan pronto como llegue a nuestras manos. Debemos cuidar de los hermanos y hermanas necesitados. Acumular para nosotros mismos es necedad. El camino de un cristiano consiste en dar. Que todo el dinero en la iglesia sea un recurso activo. Entonces, cuando tengamos necesidad, Dios hará milagros, incluso enviando a las aves del cielo para suplirnos.
Ponte tú mismo bajo la palabra de Dios, o él no tendrá forma de hacer real su palabra en ti. Primero, debemos darnos nosotros mismos a Dios, y luego dejar fluir el dinero, para que Dios nos supla.
Traducido de Spiritual Exercise, Chapter 29
Christian Fellowship Publishers